"Comenzar de Nuevo" (Begin Again - Justin Bieber Fanfic) CAPITULO 1

   Vivo sola en una casa que compré junto con mi mamá. Ésta tiene siete habitaciones con baño propio, dos pisos amplios y techos altos, una oficina, una sala de estar, un comedor y una cocina. En el patio trasero hay una cancha de básquet y un jardín con piscina y cultivos que planté con mamá.
   Es una casa muy grande para mi sola, pero no quiero despedirme de ella, tengo muchos recuerdos aquí.
   Trabajo en un salón de belleza como peluquera y maquilladora, creo que no está mal para una chica de 20 años que tuvo que independizarse a los 18.
   Mis padres se divorciaron cuando era pequeña, y me mudé con mi madre a un barrio privado en Tigre, Buenos Aires.
   Es una larga historia para contar, asi que voy a empezar desde el día en que las cosas comenzaron a ser diferentes para mi.
   Estoy sentada en mi habitación, escribiendo en mi computadora estas líneas... sólo espero terminar de contar esta historia. En unas horas sale mi vuelo, y no quiero perderme de nada.


                                                           ***

   Caminaba entre la neblina que hay en el aire, hacia la parada del autobús, mientras se escuchaba el ruido de los autos frenéticos que corrían por la avenida Major, que está a una cuadra de mi casa.   

   Eran las 6 AM de un lunes y hacía frío.

    En las noticias de la radio, que sonaba en mis auriculares, los locutores hablaban de un tal Bieber que había escapado de la cárcel y los policías lo estaban buscando. Me pareció conocido ese apellido. Me quedé distraída pensando en donde lo había escuchado antes, hasta que un bocinazo me quitó del trance, avisándome que estaba cruzando la calle en rojo.

   Corrí hacia la vereda siguiente, y seguí mi camino hasta Bernardo, para encontrarme en la parada del autobús que me llevó a la universidad.   

   Estaba estudiando sociología y era mi primer año.

   Me despedí de mis amigas cuando terminé el secundario, y no volví a verlas desde entonces. Creo que prefería estar sola. Es una historia larga de contar, como ya lo dije, así que olvidemos mi pasado por ahora.

   Una vez en el autobús, busqué un lugar vacío y me acomodé al lado de una ventanilla que quedó blanca gracias a la neblina, le pasé mis dedos para quitarlo y así poder ver las calles y la gente que caminaba mirando vidrieras, o simplemente caminaba. El sol estaba muy escondido y el día se veía gris, aunque no llovía desde hacía horas y ya se veían algunas esponjosas nubes blancas en el cielo, y un pequeño y borroso arco iris entre ellas.

   Me gusta viajar, ya sea en auto o en avión, me gusta la idea de pasar el tiempo viendo lugares que no veo usualmente a través de una simple ventana, como si yo estuviera en mi mundo y pudiera ver otro mundo diferente del otro lado del cristal.

   Una vez leí en un libro, que para las personas que están viajando el tiempo se les hace más lento, por lo tanto tienen unas horas extra de vida. No entendí mucho la lógica hasta que lo pensé tres veces. No es cierto, pero tiene sentido.

    Cuando el autobús ya entró a la gran ciudad, una señora se sentó a mi lado. Tenia el cabello rubio, rizado y corto hasta el cuello. Estaba vestida con un sobretodo bordó y usaba un perfume francés que enseguida se mezcló con el aire alrededor de mi espacio. Miré hacia mi ventana una vez más y quité el empañado con la punta de mis nudillos.

    —Esta semana hizo frío —me dijo la señora, mientras miraba como caían las gotas de agua, que se forman en las ventanas cuando hay temperaturas bajas.

   —Sí —le respondí yo, soltando una pequeña pero significativa sonrisa con los labios cerrados.

   Volví mi cara hacia el lado de la ventana, el día seguía gris.

    Me bajé en la esquina de la universidad, caminé unos metros hasta llegar a las rejas verdes del edificio y seguí mi paso hasta la entrada que lleva al hall. Los porteros que estaban en la puerta me saludaron, asentí a la vez que sonreía de una forma amable que salió automáticamente de mi.

   No puedo ser de otra forma, no puedo simplemente tener cara de c*lo y seguir mi camino, esa parte de mi salió solamente un par de veces y fue cuando estuve realmente molesta.

   Seguí mi paso hasta el aula, donde me acomodé en mi asiento al lado de la ventana, siempre me siento al lado de las ventanas como ya ven.

   Era temprano, por lo que el aula sólo estaba ocupada por mi y un muchacho más, era extraño, no lo había visto antes. Me torcí de tal forma en la que pude verlo, sentado del otro lado de la habitación justo contra la pared.

   Él llevaba unas gafas negras, era muy blanco, tenía rapado a los costados de su cabeza y tenía una corona de cabello estirada hacia arriba como un puerco-espín, le quedaba bien. Giró su cabeza para mirarme ante la presión de mis ojos clavados en él como dos estacas.

    Cualquiera hubiera disimulado y hubiera corrido la mirada hacia otro lado, pero yo no pude hacerlo. Me quedé mirando lo que serían sus ojos que estaban escondidos detrás de los cristales negros, y una pequeña media sonrisa se dibujó en su rostro. Le devolví el gesto y satisfecha bajé la mirada hacia mis manos, que estaban sobre la mesa sosteniendo mi celular.

   No se que pasó en esa ración de segundos, porque me quedé atrapada mirando el rostro del joven que siguió mirándome un buen rato, después de tener contacto visual conmigo.

   Nunca entendí porque le decían «contacto» hasta ese momento, cuando miré hacia los ojos del chico nuevo y sentí que podía tocarme, sentí que podía ver a través de mi, sentí que veía mi alma y que podía tocarla con su mirada. Creo que a eso nos referimos cuando decimos «contacto visual», no se si es seguro pero los ojos dicen lo que la boca calla, los ojos son la puerta que permite entrar al alma de uno.

   Bueno, cuando yo lo vi a éste hombre, sentí que él consiguió la llave de esa puerta y entró en mi alma. Me sentí indefensa pero protegida a la vez, sentí que mi vida corría peligro pero estaba protegida por el chico misterioso de cabello rubio ceniza, que estaba sentado del otro lado de la habitación.

   Quise conocerlo en ese instante, quise acercarme a él y preguntarle si quería ir a tomar algo conmigo, o tal vez dejaría que yo le mostrara el edificio. Pero el timbre del instituto interrumpió mis planes y el resto del alumnado comenzó a atravesar la puerta de entrada, haciendo que el resto de los asientos se ocuparan y la distracción llegó a mi como un choque eléctrico.

   El profesor de psicología entró al aula vistiendo una camisa celeste con un jean azul, unos zapatos marrones y el pelo desarreglado. Recuerdo que era un hombre bien mantenido pero el rastro de su edad estaba en su cabello lleno de canas y en su forma de caminar, ya que a veces lo hacía de forma holgada y se tomaba de la cintura como si tuviera una molestia hecha de dolor justo ahí.

   Comenzó escribiendo en la punta de la pizarra la fecha, y en el centro de ella algo así como: Teoría de la espontaneidad, lo que luego se convirtió en palabras salidas de la boca del profesor.

    —En un sentido cosmológico la espontaneidad se opone a la energía física que se conserva —mencionó Van Couver, mi profesor, mientras se dirigía a un lado de la habitación para luego dirigirse al lado contrario, y así sucesivamente hasta que terminara de explicar. Siempre hacia lo mismo.

    —El hombre por naturaleza busca la liberación de la espontaneidad, pero también la seguridad de lo nunca cambiante —siguió diciendo Couver mientras caminaba al otro lado de la habitación y miraba de reojo a su alumnado.

    —Así como la sociedad teme los cambios e inhibe el comportamiento espontáneo de los seres humanos, también el hombre teme ser libre, ya que muchas veces deberá enfrentarse a decisiones difíciles o alternativas peligrosas. Por lo tanto para evitar el sufrimiento pondrá límites a su espontaneidad.

    Se sacó los anteojos y limpió uno de los cristales con un pañuelo, para luego limpiar el otro y ponérselos de vuelta.

    —Instrumentará para esto diferentes recursos desde la represión, hasta el aislamiento psicótico.

    El profesor miró hacia mi en un leve momento y sentí que me lo decía específicamente a mi.

    ¿Cuántas veces me aislé para evitar que me lastimen? tal vez por eso quería estar sola, tal vez por eso reprimía mis sentimientos.

    —La espontaneidad es un fenómeno primario y positivo. Tiene un centro cerebral no desarrollado en la misma medida que la inteligencia o la memoria —siguió diciendo hasta que alguien lo interrumpió.

    —La espontaneidad es un catalítico por lo tanto no es acumulable —sonó en una voz gruesa pero joven, una voz masculina que provenía del otro lado del aula.

   Entonces, en un segundo que pasó muy rápido, todas las cabezas de mis compañeros miraban hacia el mismo lugar. Todos con su atención apoyada en el muchacho nuevo, el mismo muchacho que robó la llave de mi alma.

   En ese momento pude ver sus hermosos ojos color miel, ya que se había quitado las gafas.

    —Moreno decía que el carisma de una persona depende mas de su espontaneidad que de su inteligencia.

    Todos los alumnos se quedaron viéndolo y luego todos miraron al profesor en sincronía, para esperar una respuesta. Se conformaron con una sonrisa que se dibujó en el rostro de Van Couver y entonces prosiguió la lección, aprobando la filosofía del rubio nuevo y misterioso que comenzó a caerme aún mejor.

   Quería evitar que mis mejillas se contraigan formando una sonrisa porque el joven me estaba mirando, pero no pude evitarlo y mis dientes salieron al aire mientras miraba sus lindos ojos color miel. El me devolvió la sonrisa, luego su expresión cambió a la de un ganador y tirando de su pelo con su sexy mano, me dejó ver su brazo musculoso y lleno de tatuajes para luego volver a acomodarlo en su costado.

   Él siguió escuchando la lección del profesor Van Couver, que yo había dejado de lado por un momento.

   Al finalizar la lección y después de que terminara el sonido de la campanilla golpeando su caja, mis libros ya estaban en su lugar dentro de mi bolso y me dirigía hacia la salida sintiendo los ojos del rubio en mi nuca. No quise mirarlo para que no se diera cuenta de que durante toda la última hora llamó mi atención, así que seguí mi camino por el pasillo hacia el bufete, moría de hambre.

                                                                                           ***

      El viento helado del mediodía, me golpeaba haciendo que el cabello flamee hacia atrás y se despeinara rápido.

    Parada en la estación esperaba que un colectivo saliera listo para que me lleve a casa. Estaba tranquila y me pregunté que haría una vez dentro de casa. Tal vez ordenar y quitar el polvo de los muebles, eso era algo que no hacía muy seguido ya que la casa era enorme. Por lo que me llevaba horas terminar y casi nunca me alcanzaba el tiempo.

    Luego comencé a sentirme inquieta ante la sensación de unos ojos observándome. Miré por encima de mi hombro y al ver la calle vacía y solitaria me tranquilicé. De todas formas, si había alguien esperando hacerme daño justo ahí, no tenía la oportunidad porque estaba en plena estación de colectivos y podía gritar para que alguien viniera a mi socorro.

    Así que no del todo protegida, pero más tranquila, me quedé parada en la puerta de la estación hasta que salió un transporte con la puerta abierta que permitió mi entrada. Sentí que alguien se subió después de mi, lo cual me pareció extraño porque juré no haber visto a nadie cuando miré sobre mi hombro; no le di importancia.

   Una vez sentada detrás de todo, puse play a la música que tenía en mi teléfono y levante la vista. Fue entonces cuando vi el cabello rubio de un hombre sentado cinco lugares adelante mío, me di cuenta que él fue quien se subió detrás de mi.

   No me preocupé. 

   Me quedé mirando a través de la ventana durante todo el viaje, hasta que llegué a casa.

   Una vez que bajé del autobús, el frío llegó a mi cuerpo como una estampida. Crucé mis brazos y abracé mi cintura, solté un suspiro que no sabía que tenía guardado y enseguida el aire se volvió vapor al hacer contacto con el frío del día.

    Mi tapado negro comenzó a ponerse húmedo a medida que el viento empujaba mi cuerpo, y unas gotas de lluvia diminutas comenzaron a caer.

    Me propuse detenerme unos minutos debajo del reparo que tenía un kiosco, hasta que el semáforo dejó que brille el color verde y así pude cruzar hacia la otra esquina.

    En ese momento tuve otra vez la sensación de que alguien estaba observándome. Miré todo lo que pude, miré la calle, miré hacia ambos lados, miré hacia la casa que estaba frente a mi; no había nadie. Sin embargo, sentía que había alguien ahí, sentía que me estaban observando.

    Tenía miedo así que caminé más rápido la cuadra que seguía, y en ese momento la lluvia empezó a golpear más fuerte. Cubrí mi cabeza con un brazo y me eché a correr para evitar que el episodio sea aún peor.

   Salté dos baldosas que estaban fuera de su lugar, y salpiqué mi Jean con agua que había debajo de ellas.

    Caminé el resto de la cuadra y al llegar a la esquina doblé hacia la derecha. Me quedé en esa esquina con mi espalda apoyada sobre la pared y saqué mi celular para ver la hora, pero algo me interrumpió.

   Escuché que a la vuelta, alguien pisó las baldosas que yo misma salté cuando pasé por ahí. Los pasos siguieron hasta el charco de agua y se detuvieron al llegar justo en la esquina.
    Del otro lado, me encontré parada y con el celular en la mano, intentando escuchar algo a parte de los truenos que explotaban en el cielo. Creí ver una sombra que se movía y en ese momento me asusté de verdad, mi corazón comenzó a latir realmente muy fuerte, tanto como para hacer que mi pecho subiera y bajara a causa del impulso que mis latidos hacían contra mis costillas. Mi respiración se tornó más difícil por lo que respiré más fuerte, e intenté que no se escuchara asi que pose mi mano encima de mi boca y mi nariz para evitar, al mismo tiempo, soltar un grito.
   Giré mi vista hacia mi casa, estaba a sólo unos metros a mitad de la calle.
   Metí mi celular en el bolsillo de mi tapado negro y con la otra mano sostuve mis llaves, que estaban dentro del otro bolsillo. Las preparé en mi mano para usarlas en el momento indicado.
   Caminé hacía la vereda del frente y miré de reojo hacia atrás, nadie me seguía y nadie estaba escondido en la calle de al lado. Las baldosas que yo había pisado estaban desocupadas, el charco de agua no reflejaba ninguna sombra.
    "Genial, vivo sola, no hablo con mis amigos ni con nadie y lo único que falta es tener alucinaciones", pensé en voz baja. Mis mejillas ardían por el frío.
    Me di la vuelta y caminé tranquila hacia mi casa pensando que estaba sola, hasta que alguien me tomó muy fuertemente por la cintura y con el otro brazo envolvió mi cuello, e hizo que se me fuera el pase de aire. Mis manos comenzaron a sudar, mis ojos soltaron lágrimas y sentí que mi corazón estaba por explotar a causa de los fuertes y rápidos latidos que soltó en ese momento.
   Quité mis manos de los bolsillos, sostuve el brazo del atacante y lo empujé hacia afuera intentando librarme de él, quería desesperada-mente respirar, y escapar.
    Pude alejarlo lo suficiente como para conducir la mirada hacía abajo, apoyé mis dientes en su brazo y apreté mi mandíbula. Él me soltó y dejó salir de sus cuerdas vocales un grito, mientras que yo comencé a correr hacia el otro lado de la cuadra para no dejar obvio el lugar de mi vivienda. Escuché pasos detrás de mi, lo que me impulsó a correr más rápido aún.
    No miré atrás en ningún momento, yo sólo me eché a correr y correr, pisé charcos y casi me resbalo, pero seguí hasta que en un momento miré atrás y no vi a nadie. Me senté en el escalón de la puerta de una casa y apoyé mi espalda en la puerta. Tragué saliva y me di cuenta de que mi garganta estaba realmente muy seca, cerré mis labios para intentar calmar mi respiración, pero no pude evitar abrirla de nuevo y dejar salir el aire en forma de sollozo. Estaba muy asustada.
    Ese día había sido muy devastador para mi, estuve con taquicardia durante las tres horas en la que los policías se tardaron en cuestionarme, revisar mi casa y dar vueltas por la manzana buscando pistas que no encontraron. No sabía que quería ese hombre, tal vez aprovecharse de mi cuerpo o tal vez robarme algo, no lo sé, pero tenía mucho miedo.
    Una vez que estuve tranquila en mi casa, me senté en el sillón más chico que tenía en mi sala de estar, apoyé mi cabeza en el respaldar de forma que mi vista quedó hacia el techo y, con los ojos cerrados, respiré profundo alrededor de tres veces para relajarme.
    Rebobiné mis recuerdos hasta el momento en que me atacó ese maldito estúpido y, mis ojos se abrieron de golpe al mismo tiempo que tragué aire por la boca, y luego de taparla con mis manos intenté tranquilizarme.
   Recordé el grito que el delincuente hizo cuando le mordí el brazo. "Oh mierda" su grito sonó una y otra vez en mi mente. "Oh mierda", ¿puede ser posible? Lo pensé una vez, dos veces, tres veces, no podía estar tan segura.
    Lo rebobiné todo desde el principio: El chico nuevo, su cabello rubio. El chico del autobús tenía el mismo cabello. Su voz... esa voz, pude jurar que el sonido de su voz lo había escuchado antes y pude jurar que era la misma voz del hombre que me atacó hoy. Sin pensarlo más, salí corriendo a mi habitación.
    Una vez dentro, tomé de mi cómoda unas píldoras, tragué una conduciéndola hasta mi garganta y sentí como bajó hasta mi estómago.
    Me tumbé en mi cama y miré el techo, esperé unos minutos hasta que la pastilla para dormir hiciera su efecto y me quedé dormida.

¿Puede ser posible?

                              
                                                        ***


      La luz de la mañana me despertó. Los reflejos del sol que se vieron después de largos días de tormenta, entraron por la hendidura de mi ventana semi-abierta. Sabía que la bendita luz llegaría algún día, al fin y al cabo, la oscuridad nunca dura.
    La noche anterior había sido como una pesadilla. Todavía recordaba a los policías con una expresión de duda en sus rostros,  no habían encontrado nada en la calle donde yo había sido atacada, y no estaban disponibles las cámaras de seguridad, así que básicamente la situación había quedado como si nada hubiera sucedido.
    La cara del muchacho que conocí en la universidad volvió a mi mente, sus voz volvió a mi mente, la forma en la que me atacaron tal noche volvió a mi mente, todo volvió, lo rebobiné en mi cabeza una y otra vez. Estaba segura de que el hombre que me persiguió esa noche era el muchacho de la universidad, o al menos lo sospechaba. Le tenía miedo, pero a la vez, algo me decía que él era alguien inofensivo.
   Una vez un chico me preguntó por qué las mujeres a veces dicen que quieren algo y luego dicen que no saben si lo quieren, no le respondí muy filosófica-mente como lo se ahora, supongo que estoy madurando.
    Las mujeres tienen una pelea constante entre sus sentimientos y sus pensamientos. A veces quieren hacer algo, pero tal vez sienten que está mal, y allí es cuando empieza la guerra, allí es cuando ellas dicen: “Quiero hacerlo, pero no lo sé” o “Te quiero, pero necesito tiempo”.  
    Recuerdo que cuándo yo tenía 15 años tenía muchas ganas de salir con un compañero de la secundaria, y él me quería a mi. Estaba en una lucha constante entre lo que quería y lo que pensaba. Quería hacerlo, pero pensaba que estaba mal, y yo tenía razón en lo que estaba pensando porque, en ese momento él tenía novia. Yo no podía hacer eso, no quería hacerlo.
    Las mujeres tienen esa lucha dentro de sí mismas básicamente toda su vida, para nosotras es más difícil tomar decisiones.
    Mamá me dijo una vez que hay que pensar bien antes de hacer algo, pensar en lo que me hace bien y lo que es correcto dejando de lado los sentimientos, porque pensar antes de hacer algo es más sabio que dejarse llevar simplemente. Con éste muchacho que conocí en la universidad, rompí esa regla.
    Mi cabeza dolía muy fuerte, sentía como si un camión me hubiera pasado por encima del cráneo.
    Me senté sobre el colchón sosteniendo mi frente. Mantuve los ojos cerrados por un buen momento, la sensación de que mi cabeza estaba por estallar se apoderaba de mi. Dejé salir un gemido y tapé mi rostro con mis manos mientras busqué alguna idea en alguna parte de mi mente para no tener que prestarle mucha atención a mi molestia, pero el dolor fue aumentando cada vez más.
    Olvidé por que no tomaba las pastillas para dormir hasta esa mañana, mi cabeza dolorida me lo recordó.

Pueden leer como sigue la historia en: wattpad.com/sabrinajromero