#MiDemonioÁngel
#capitulo17 (parte tres)

___ y Nora están mirándome, esperando. Abro la boca para hablar, pero no tengo palabras. Y entonces la puerta de la casa se abre  de golpe tan fuerte,  que resuena a través de las paredes de metal hasta llegar a donde estamos parados. Unas pisadas fuertes resuenan por las escaleras. 

―Oh Jesús ―dice __en un soplo de pánico. Nos saca de la habitación hacia el pasillo del baño―. Ponle maquillaje de nuevo ―susurra a Nora, y cierra la puerta. 

Cuando Nora busca a tientas con su compacto y trata de re-maquillar mi cara limpiada por la lluvia, oigo dos voces en el pasillo. 

―Papá, ¿qué está pasando? ¿Encontraron al zombie? 

―Todavía no, pero lo harán. ¿Has visto algo? 

―No, he estado aquí. 

―¿Estás sola? 

―Sí, he estado aquí desde anoche. 

―¿Por qué está encendida la luz del baño? Resuenan pasos hacia nosotros. 

―¡Espera, papá! ¡Espera un momento! ―Baja la voz un poco―. Nora y Archie están ahí. 

―¿Por qué me dijiste que estás aquí sola? Este no es tiempo para juegos, __, este no es el momento para esconderse-y-buscar. 

―Están... ya sabes... allí. Hay la más breve vacilación.  

―Nora y Archie  ―le grita a la puerta, su voz  comprimida  y  muy  fuerte―. Como acaban de escuchar en el intercomunicador hay una brecha en progreso. No puedo empezar a imaginar un peor momento para hacer el amor. Salgan de inmediato. Nora me aprieta contra el lavabo y entierra mi cara en su escote al momento que Grigio tira de la puerta para abrirla. 

―¡Papá! ―chilla __, dirigiéndole a Nora un vistazo rápido mientras salta lejos de mí. 

―Salgan inmediatamente ―dice Grigio. 

Salimos del cuarto de baño. Nora se endereza la  ropa y  se  toca  el  cabello, haciendo un buen trabajo en lucir avergonzada. Yo sólo veo a Grigio, sin complejos, haciendo entrar en calor mi dicción por su primera y probablemente última gran prueba. Él me mira con esa cara tensa, angular, mirando a mis ojos. Quedan menos de dos pies entre nosotros. 

―Hola, Archie ―dice. 

―Hola, señor. 

―¿Usted y la señorita Greene están enamorados? 

―Sí, señor.

―Eso es maravilloso. ¿Han hablado de matrimonio? 

―Todavía no. 

―¿Por qué el retraso? ¿Por qué deliberar? Estos son los últimos días. ¿Dónde vives Archie? 

―Campo... Goldman. 

―¿Domo Goldman? 

―Sí, señor. Lo siento. 

―¿Qué trabajo realiza en Domo Goldman?. 

―Jardinería. 

―¿Ese trabajo le permite a usted y a Nora alimentar a sus hijos? 

―No tenemos hijos, señor. 

―Los niños nos sustituyen cuando morimos. Cuando tengas niños tendrán que darles de comer. Me han dicho que las cosas están mal en Domo Goldman. Me han dicho que se están quedando sin provisiones. Es un mundo oscuro en que vivimos, ¿no es así, Archie?

 ―A veces. 

―Hacemos lo mejor que podemos con lo que Dios nos da. Si Dios nos da piedras cuando pedimos pan, vamos a afilar nuestros dientes y comer piedras. 

―O hacer... nuestro propio pan. 

Grigio sonríe.  

―¿Estás usando maquillaje, Archie? 

Grigio me apuñala. 

No me había dado cuenta del cuchillo saliendo de su vaina. La hoja de doce centímetros  se hunde  en mi hombro y se asoma  al otro lado, fijándome a los paneles de yeso. No lo siento y no me inmuto. La herida no sangra. 

―¡__! ―ruge Grigio, dando un paso atrás lejos de mí, y sacando su pistola, con los ojos desorbitados en sus cuencas  profundas―.  ¿Trajiste la Muerte a mi ciudad? ¿A mi casa? ¿Dejaste que la Muerte te tocara? 

―¡Papá,  escúchame!  ―dice __, con las  manos extendidas hacia  él―.  L es diferente. Está cambiando. 

―¡Los Muertos no cambian, __! ¡No son personas, son cosas! 

―¿Cómo lo sabemos? ¿Sólo porque no nos hablan y nos cuentan de sus vidas? No entendemos sus pensamientos, ¿así que asumimos que no tienen ninguno? 

―¡Hemos hecho pruebas! ¡Los  muertos nunca  han mostrado  ningún  signo  de conciencia de sí mismos o una respuesta emocional! 

―¡Ni tu, papá! Jesús Cristo. ¡L me salvó la vida! ¡Él me protegió y me trajo a casa! ¡Es humano! ¡Y hay más como él! 

―No ―dice Grigio, de repente calmado. 

Sus manos dejan de vacilar y estabiliza el arma, a centímetros de mi cara.

―¿Papá, por favor escúchame? ¿Por favor? ―Ella da un paso más cerca. Está tratando de mantener la calma, pero puedo decir que está aterrorizada―. Cuando estaba en el aeropuerto, algo sucedió. Despertamos algo, y lo que sea, se está propagando. Los Muertos están volviendo a la vida, están dejando sus colmenas y tratando de cambiar lo que son, y tenemos que encontrar una manera de ayudar. Imagina si pudiéramos curar la plaga, ¡papá! ¡Imagina si pudiéramos limpiar este desastre y empezar de nuevo! 

Grigio sacude la cabeza. Puedo ver los músculos de su mandíbula endureciéndose bajo su piel cerosa.  

―__,  eres  joven,  no  entiendes nuestro mundo. Podemos seguir con vida y matar a las cosas que nos quieren matar, pero no hay una gran solución. Hemos buscado durante años y nunca encontramos una, y ahora nuestro tiempo se ha acabado. El mundo se ha terminado. No se puede curar, no se puede salvar, no puede ser salvado. 

―¡Sí  se  puede!  ―le grita __,  perdiendo  toda  compostura―.  ¿Quién decidió que la vida tiene que ser una pesadilla? ¿Quién escribió esa maldita regla? Podemos arreglarlo, ¡sólo no lo hemos intentado antes! ¡Siempre hemos estado muy ocupados y asustados y hemos sido muy egoístas! 

Grigio aprieta los dientes.  

―Eres una soñadora. Eres una niña. Eres tu madre. 

―¡Papá, escucha! 

―No. 

Ladea la pistola y la aprieta contra mi frente, directamente sobre la curita de __. Aquí viene. Aquí esta la ironía siempre presente de H. Mi muerte inevitable, haciendo caso omiso de mí todos esos años en que yo la deseaba todos los días, llegando sólo después de que he decidido que quiero vivir para siempre. Cierro los ojos y me preparo. 

Unas salpicaduras de sangre me calientan la cara… pero no es mía. Mis ojos se abren justo a tiempo para ver el cuchillo de __ clavado en la mano de Grigio. El arma sale de su control y se dispara cuando llega al suelo, y luego una y otra vez cuando la culata golpea contra las paredes del estrecho pasillo como el rebote de una súper pelota. Todo el mundo se agacha para cubrirse, y finalmente el arma gira para descansar a los pies de Nora. En el silencio sordo mira hacia abajo, con los ojos muy abiertos, y luego mira al general. Acunando su mano acuchillada, se lanza. Nora arrebata el arma del suelo y le apunta a la cara. Él se detiene. Flexiona la mandíbula y avanza poco a poco hacia adelante como si fuera a saltar de todos modos. Pero entonces, Nora quita el cargador de munición gastada, saca uno nuevo de su bolso, lo empuja en la pistola y recarga una ronda, todos los movimientos líquidos sin siquiera quitar de los ojos de él. Grigio da pasos hacia atrás. 

―Ve  ―dice ella, sus ojos moviéndose hacia  __―.  Trata de salir de alguna manera. Sólo inténtalo. 

__ coge mi mano. Estamos de vuelta en la habitación mientras su padre se queda vibrando con rabia. 

―Adiós,  papá  ―dice  __en voz baja. Damos la vuelta y corremos  por las escaleras. 

―¡__!  ―aúlla Grigio, y el sonido me recuerda mucho a otro sonido, una explosión hueca de un cuerno de caza roto; me estremezco en mi camisa húmeda. Estamos corriendo. __se mantiene al frente conduciéndonos por las calles estrechas. Detrás de nosotros, resuenan gritos furiosos de la dirección de la casa de __. A continuación, el graznido de los walkie-talkies. Estamos corriendo, y nos están persiguiendo. La guía de __ es menos decisiva. Zigzagueamos y damos marcha atrás. Somos roedores luchando en una jaula. Corremos mientras los tejados giran a nuestro alrededor. 

Entonces chocamos con la pared. Una barrera de concreto puro mezclado con andamios, escaleras y pasillos a ninguna parte. Se han  quitado todas las gradas, pero sigue siendo una escalera, un pasillo oscuro que nos llama desde lo alto. Corremos  hacia él. Todo en uno u otro lado de la escalera ha sido eliminado, dejando flotar en el espacio como la escalera de Jacob35. 

Un grito vuela desde el suelo por debajo,  al momento en que llegamos a la entrada.  

―¡Señorita Grigio! 

Volteamos y miramos hacia abajo. El coronel Rosso se encuentra en la parte inferior de la escalera, rodeado de un séquito de oficiales de seguridad. Él es el único sin arma en la mano. 

―¡Por favor no corra! ―le grita a __. 

__ tira de mí hacia el pasillo y corremos en la oscuridad. 

Este espacio interior está claramente en construcción, pero la mayor parte permanece exactamente como si estuviera abandonado. Puestos de perritos calientes, quioscos de suvenires y cabinas de caros pretzel permanecen fríos y sin vida en las sombras. Los gritos del equipo de seguridad hacen eco detrás de nosotros. Espero el callejón sin salida que nos detenga, que me obligue a dar la vuelta y enfrentar lo inevitable. 

El pasillo termina. En la débil luz arrastrándose a través de agujeros en el hormigón, veo un cartel en la puerta:

 

POOOOOOOOOOOORRRRRRRR GGGGGGGGGGAAAAAAAAAVVVVVVVVVOOOOOOOOOOOOOOOOORRRRRR CCCCCOOOOOOMMMMMMMEEEEEEEEEENNNNNNNNTTTTTTTTTTTTTAAAAAAAAAARRRR DA #RT O #FAV A LA IMAGEN.
#LU