#MiDemonioÁngel
#capituloquince (parte tres)


El avión se estremece y comienza a zambullirse. Me hundo en la silla del copiloto, sintiendo que mi corazón sube hasta mi garganta.  

―No estoy esperando. Lo estoy haciendo, justo en este momento. 

―¿Haciendo qué? ¿Qué estás haciendo? 

―Lo  estoy  intentando.  ―Mantengo la mirada de Perry y me aferro a los costados de mi asiento, mientras el avión se sacude y gime―.  Lo estoy deseando. Me estoy esmerando. 

Los ojos de Perry se entornan y sus labios se tensan, pero no dice nada. 

―Ése es el paso uno, ¿no? ―le grito, por encima del viento y del rugir de los motores―. Ahí es donde tiene que empezar. 

 

El avión se zarandea, y mis pilas de souvenirs colapsan, desparramando pinturas, películas, vajillas, muñecas y cartas de amor por toda la cabina. Más luces destellan en la cabina del piloto y una voz crepita en la radio. 

¿L? ¿Hoooola? ¿Estás bien? 

El rostro de Perry se ha vuelto frío, toda la alegría ha desaparecido.  

―Vienen cosas malas, L. Alguien está esperando por ti, justo fuera de este cementerio. Tienes razón, querer cambiar es el paso uno, pero el paso dos es hacerlo. Cuando venga la inundación, no quiero verte soñando el modo de atravesarla. Ahora, tienes a mi niña contigo. 

 

Okay, me estás arrastrando. ¡Despierta! 

―Sé que no la merecía ―dice Perry, su murmullo bajo, de alguna manera, sobrepasa al ruido―.  Ella me ofreció todo y yo la cagué. Así que ahora es tu turno, L. Mantenla a salvo. Ella es mucho más frágil de lo que aparenta. 

 

¡Maldita sea, idiota! ¡Despierta o te dispararé!

 Asiento con la cabeza. Perry asiente con la cabeza. Luego, se vuelve hacia la ventana y cruza los brazos sobre el pecho, mientras los controles se mueven salvajemente. Las nubes de tormenta se rasgan y nos precipitamos a la Tierra a toda velocidad, en línea recta hacia el Estadio, y allí están, los infames L y _, sentados sobre una manta en un techo empapado por la lluvia. L levanta la mirada y nos ve, sus ojos se abren como platos, en el momento en que… 

Mis ojos se abren como platos y parpadeo para enfocar la realidad. Estoy de pie, frente a una pequeña tumba en un cementerio amateur. La mano de __ está sobre mi hombro. 

―¿Estas de vuelta? ―pregunta ella―. ¿Qué demonios fue todo eso? 

Me aclaro la garganta y miro a mí alrededor.  

―Lo siento. Soñaba despierto.

―Dios,  qué  raro  eres. Vamos, ya no quiero estar aquí.  ―Avanza rápidamente hacia la salida. 

Nora y yo la seguimos. Nora mantiene mi paso, mirándome de costado. 

 ―¿Soñabas despierto? ―pregunta. 

Asiento. 

―Estabas hablando, un poco, contigo mismo. 

La miro. 

―Algunas palabras un poco grandes, también. Creo que he oído ‘milagroso’. 

Me encojo de hombros. 

La cascada de ruidos de la ciudad se precipita a nuestros oídos, mientras los guardias abren las puertas y salimos al Estadio propiamente dicho. Las puertas acaban de cerrarse tras nosotros, cuando siento aquel bebé pateándome el estómago de nuevo. Una voz susurra, Aquí viene, L. ¿Estás listo? 

―Oh, esto es adorable ―dice __ por lo bajo. 

Allí está, girando la esquina de la calle, en frente nuestro: el papá de __, el General Grigio. Camina directamente hacia nosotros, flaqueado a cada lado por un oficial de algún tipo, aunque ninguno viste los tradicionales trajes militares. Sus uniformes son camisas gris claro y pantalones de trabajo, sin distintivos o insignias de rango, sólo bolsillos y asideros para herramientas, y laminadas placas de identificación. Los bordes de las armas de alto calibre  brillan suavemente en sus cinturones de munición. 

―Quédate tranquilo, L ―susurra __―. No digas nada, sólo, um,… finge que eres tímido. 

―¡__! ―grita el general, desde una distancia incómoda. 

―Hola, papá ―dice __. 

Él y su séquito se detienen frente nuestro. Él le da un rápido apretón al hombro de __.  

―¿Cómo estás? 

―Bien. Sólo fuimos a ver a mamá. 

Hay un espasmo en el músculo de su mandíbula, pero no responde. Mira a Nora, la saluda con un movimiento de cabeza y entonces, me mira. Me mira muy duro. Saca un walkie-talkie.  

―Ted. El individuo que se les escurrió ayer. ¿Has dicho que era un hombre joven con una corbata roja? ¿Alto, delgado, complexión facial pobre? 

―Papá ―dice __. 

El walkie-talkie grazna. El general lo aparta y saca un par de esposas para pulgares de su cinturón. 

―Está detenido por entrada no autorizada ―recita―. Será mantenido en… 

―¡Jesucristo, papá! ―__ da un paso adelante, para apartarle las manos―. ¿Qué te sucede? Él no es un intruso, vino de visita desde Goldman Dome. Y casi muere en el camino hacia aquí, así que dale un poco de holgura con el tema de la legalidad, ¿quieres? 

―¿Quién es? ―exigió el general. 

__avanza frente a mí, como si fuera a evitarme el responder.  

―Su nombre es… Archie; era Archie, ¿cierto? ―Me mira y yo asiento―. Es el nuevo novio de Nora. Acabo de conocerlo hoy. 

Nora sonríe y aprieta mi brazo.  

―¿Puede creer lo bien que se viste? No pensé que los chicos sabrían, nunca más, cómo se lleva una corbata. 

El general duda, a continuación aparta las esposas y fuerza una débil sonrisa. 

 ―Encantado de conocerte, Archie. Eres consciente, por supuesto, que si quieres permanecer aquí más de tres días, necesitas registrarte con nuestra oficial de inmigración. 

Asiento con la cabeza y trato de evitar el contacto visual, pero parece que no puedo apartar la mirada de su rostro. Aunque aquella tensa cena que he visto en mis visiones no pudo haber ocurrido hace más de unos años, él se ve una década mayor. Su piel es fina y apergaminada. Sus pómulos sobresalen. Sus venas tienen un color verde sobre la frente. 

Uno de los oficiales que está con él se aclara la garganta. 

 ―Siento mucho lo que oí sobre Perry, señorita Cabernet. Lo vamos a echar mucho de menos. ―El Coronel Rosso es mayor que Grigio, pero ha envejecido con más gracia. Es bajo y grueso, con brazos fuertes y un pecho musculoso sobre la inevitable barriga de anciano. Su fino cabello es suave y blanco, ojos azules grandes y acuosos detrás de gafas  gruesas. __ le dedica una sonrisa que parece genuina. 

―Gracias, Rosy. También yo.  

Los sonidos intercambiados parecen apropiados, pero suenan falsos, como remar  sobre profundas corrientes subterráneas. Sospecho que ellos ya han compartido un momento de duelo menos profesional, en alguna parte, lejos de la oficiosa mirada de Grigio.  

―Apreciamos sus condolencias, Coronel Rosso ―dice él―. De todos modos, agradeceré que no reemplace nuestro apellido, cuando se dirige a mi hija, con lo que ella pudo haber abrazado durante las ‘revisiones’. 

El hombre mayor se endereza. 

―Mis disculpas, señor. No quise decir nada con eso. 

―Sólo es un apodo ―dice Nora―. Perry y yo pensamos que ella es más un Cab que un… 

Se calla bajo la mirada de Grigio. Él me mira de arriba abajo, lentamente. Evito el contacto visual hasta que me pasa por alto.  

―Tenemos  que  marcharnos  ―dice a nadie en particular―.  Encantado de conocerlo, Archie. __, estaré de reunión toda la noche y luego me dirigiré hacia Goldman en la mañana, para discutir la fusión. Espero regresar a casa en unos pocos días. 

__ asiente. Sin otra palabra, el general y sus hombres parten. __ examina el suelo, pareciendo estar muy lejos. Después de un momento, Nora rompe el silencio.  

―Bueno, eso fue aterrador. 

―Vamos a la Huerta ―murmura __―. Necesito un trago. 

 

Aún estoy mirando la calle, observando cómo su padre se pierde en la distancia. Justo antes de girar una esquina, se vuelve a mirarme y mi piel se eriza. ¿La inundación de Perry será de agua, suave y limpiadora, o será una inundación de otro tipo? Siento un movimiento bajo mis pies. Una leve vibración, como si los huesos de cada hombre y mujer que alguna vez fuera enterrado, golpearan en lo profundo de la tierra. Rompiendo el lecho de roca. Agitando el magma.

 

 

 

POOOOOOOOOOORRRRRRR FAAAAAAVVVVVVVVVVOOOOOOOOOOOOOORRRRRRR CCCCCCCCOOOOOOOOMMMMMMMMMEEEEEEEEEEENNNNNNNNNNNNNTTTTTTTTTTTEEEEEEEEEEENNNNNNN DAA #RT Y #FAV A LA IMAGEN.
#LU