#MiDemonioÁngel
#capituloquince (parte dos)

Rasgo la parte superior del sobre y empiezo a examinar los nombres. 

―__ se registró también, ¿te lo dijo? 

Mis ojos se elevan raudos de la página. 

―Así es, bastardo, ¿eso será un problema para ti? ―Su voz está al borde del colapso. Hay lágrimas en sus ojos―. ¿Es un conflicto, de algún modo? 

Me meto por la puerta principal para abrirla y salto al frío aire matutino. Hay aves sobrevolando. Esas palomas con ojos en blanco, aquellas gaviotas chillando, todas las moscas y escarabajos que comen su mierda; el don del vuelo volcado sobre los más despreciables seres en la Tierra. ¿Qué pasaría si fuera mío, en su lugar? La ingrávida libertad perfecta. Sin vallas, sin paredes, sin fronteras; volaría por todas partes, sobre océanos y continentes, montañas, junglas y llanuras interminables, y en algún lugar del mundo, en algún lugar de toda aquella distante e intacta belleza, encontraría una razón.  

Estoy flotando en la oscuridad de Perry. Estoy profundo en la tierra. En algún lugar, sobre mí, hay raíces y gusanos, y un cementerio invertido, donde los ataúdes son las marcas y las lápidas lo que está enterrado, perforando en el aireado vacío melancólico, ocultando los nombres y los bellos epitafios y dejándome con la podredumbre. 

Siento una agitación en la tierra que me rodea. Una mano excava a través de ella y agarra mi hombro. 

 ―Hola, cadáver. 

Estamos en el 747. Mis montones de souvenirs están ordenados y organizados en prolijas pilas. El pasillo está suavizado con capas de alfombras orientales. Dean Martin canta en la consola. 

―¿Perry? 

Él está en la cabina, en el asiento del piloto, con las manos sobre los controles. Lleva un uniforme de piloto, la blanca camisa manchada de sangre. Me sonríe, luego hace un gesto hacia la ventana, donde pasan raudos los cúmulos de nubes.  

―Nos acercamos a la altitud de crucero. Eres libre de moverte por la cabina. 

Con movimientos lentos, cautelosos, me levanto para unírmele en la cabina. Lo miro con inquietud. Él sonríe. Froto el dedo a través de las familiares capas de polvo sobre los controles.  

―Este no es uno de tus recuerdos, ¿no? 

―No. Éste es tuyo. Quería que te sintieras cómodo. 

―Es tu tumba en la que estoy parado justo en este momento, ¿no?

Él se encoge de hombros.  

―Supongo. Sin embargo, creo que lo único que está allí es mi cráneo vacío. Tú y tus amigos se llevaron la mayor parte de mi cuerpo a casa como aperitivos, ¿recuerdas? 

Abro  la  boca para disculparme otra vez, pero él cierra los ojos y agita las manos.  

―No, por favor. Ya pasamos por todo eso. Por otra parte, no era realmente yo al que mataste, ese era mayor y más sabio Perry. Creo que sobre todo es, este Perry de preparatoria, el que te está hablando, joven y optimista y escribe una novela llamada Fantasmas contra Hombres Lobo. Justo ahora, prefiero no pensar en lo de estar muerto. 

Lo miro con incertidumbre.  

―Eres mucho más alegre aquí que en tus recuerdos. 

―Aquí tengo perspectiva. Es difícil tomar tu vida tan seriamente, cuando la puedes ver toda de una vez. 

Lo miro de reojo. Su realidad es muy convincente, con granos y todo.

―¿Eres tú… realmente tú? ―le pregunto. 

―¿Qué significa eso? 

―Todo este tiempo que he estado hablando contigo, ¿tú eras sólo… restos de tu cerebro? ¿O, en realidad, tú eres realmente tú? 

Él se ríe.  

―En realidad, ¿eso importa de verdad? 

―¿Eres el alma de Perry? 

―Quizás. Más o menos. Como sea que quieras llamarlo. 

―¿Estás… en el Cielo? 

Se ríe y tira de su camisa, empapada de sangre.  

―Sí, no exactamente. Lo que sea que soy, ‘L’, estoy en ti. ―Se ríe de nuevo ante la expresión de mi rostro―. Es una mierda, ¿no? Pero el Mayor-y-Más-Sabio salió de esta vida bastante oscuro. Quizás, es nuestra oportunidad para ponernos al día con él y trabajar un poco las cosas hasta… ya sabes… lo que sea que sigue. 

Miro por la ventana. No hay atisbo de tierra o mar, sólo las sedosas montañas de Mundo Nube extendidas bajo o apiladas sobre nosotros.  

―¿Hacia dónde nos dirigimos? 

―Hacia lo que sea que sigue. ―Levanta los ojos hacia el cielo con sarcástica solemnidad  y  luego  sonríe―.  Tú vas a ayudarme a llegar allí, y yo voy a ayudarte a ti.

Siento que mis tripas se retuercen  mientras el avión sube y baja en las erráticas corrientes de aire.  

―¿Por qué me ayudarías? Yo soy la razón por la que estás muerto. 

―Vamos, L, ¿todavía no la captas? ―Parece molesto por mi pregunta. Clava los ojos en los míos y hay una intensidad febril en ellos―.  Tú y yo somos víctimas de la misma enfermedad. Estamos luchando en la misma guerra, sólo que distintas batallas en escenarios diferentes, y para mí sería un desperdicio odiarte por lo que sea, porque somos la misma maldita cosa. Mi alma, tu conciencia, lo que quede de mis tejidos dentro de lo que queda de ti, todo enredado y conjugado.  ―Me da una calurosa palmada sobre el hombro, que casi duele―. Estamos juntos en esto, cadáver.  

Un temblor bajo retumba en el avión. La palanca de control oscila frente a Perry, pero él la ignora. No sé qué decir, así que simplemente digo―: Está bien. 

Él asiente.  

―Muy bien. 

Otra débil vibración en el suelo, como las ondas de choque de bombas distantes. 

―Así que… ―dice él―. Dios nos ha convertido en compañeros de estudio. Tenemos que hablar de nuestro proyecto. ―Toma una profunda inspiración y me mira, tocándose la barbilla―.  He estado escuchando una multitud de pensamientos inspiradores, haciendo cabriolas en nuestra cabeza, últimamente. Pero, no estoy seguro que realmente entiendas la tormenta en la que estamos volando. 

Unas pocas luces rojas parpadean en la cabina. Hay un ruido raspante, en algún lugar fuera del avión.  

―¿De qué me estoy perdiendo? ―pregunto. 

―¿Qué tal una estrategia? Estamos dando vueltas alrededor de esta ciudad, como un gatito en una perrera. Tú continúas hablando sobre cambiar el mundo, pero estás sentado aquí, lamiéndote las patas, mientras todos los pit bulls nos rodean. ¿Cuál es el plan, minino? 

En el exterior, las nubes de algodón se oscurecen a una lana de acero. Las luces parpadean, y mis pilas de souvenirs tintinean.  

―Yo no… tengo uno, aún. 

―¿Cuándo, entonces? Sabes que las cosas se están moviendo. Tú estás cambiando, tus compañeros Muertos están cambiando, el mundo está preparado para algo milagroso. ¿A qué estamos esperando?

 

 

 

 

 

 

 

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#Lu