#MiDemonioÁngel
#capitulocatorce (parte dos)

No hay ningún camino en este cementerio. __ camina en línea recta, pasando por encima de lápidas y montículos de tumbas, muchos aún blandos y fangosos. Sus ojos se centran en una torre  alta coronada por un ángel de mármol. Nos detenemos frente a ella, __ y yo lado a lado, Nora sigue atrás. Me esfuerzo por leer el nombre en la tumba, pero no se revela. Incluso las primeras letras siguen fuera de alcance. 

―Esta es… mi mamá ―dice __. El viento fresco de la noche le empuja el cabello a los ojos, pero ella no se lo quita―. Se fue cuando yo tenía doce años. Nora se retuerce tras nosotros, y luego se aleja y finge examinar los epitafios. 

―Se  volvió  loca,  supongo  ―continúa  __―.  Corrió  sola  a la ciudad una noche y eso fue todo. Encontraron algunos pedazos de ella, pero… no hay nada en esta tumba. ―Su voz es casual, me acuerdo de ella tratando de imitar a los muertos en el aeropuerto, la exageración, la máscara de papel fino―. Supongo que fue demasiado para ella, todo esto.  ―Agita una mano vagamente al cementerio y al Estadio tras nosotros―. Era un verdadero espíritu libre, ¿sabes? Esta  salvaje  diosa bohemia,  llena de fuego. Conoció a mi padre cuando tenía diecinueve años, él se arrastró a sus pies. Difícil de creer, pero era un músico en ese entonces, tocaba el teclado en una banda de rock, era realmente muy bueno. Se casaron muy jóvenes, y luego… no sé… el mundo se fue a la mierda, y papá cambió. Todo cambió. 

Trato de leer sus ojos, pero su cabello los oculta. Oigo un temblor en su voz.  

―Mamá  lo  intentó. Realmente lo intentó. Hizo su parte al mantenernos unidos, hizo su trabajo diario, y luego era todo yo. Lo vertió todo en mí. Papá apenas estaba alrededor, así que siempre era  sólo ella y la  pequeña  mocosa. Recuerdo haberme divertido tanto, solía llevarme a este parque de agua en aquel entonces…  ―Un diminuto sollozo la toma por sorpresa, ahogando las palabras, y se cubre la  boca con la  mano. Sus ojos me suplican a través de mechones de cabello sucio. Suavemente los aparto de su cara―. Ella no estaba hecha para este lugar de mierda ―dice, su voz gorjeando en falsete―. ¿Qué se suponía que tenía que hacer aquí? Todo lo que la hacía sentir con vida se había ido. Todo lo que tenía era a esa estúpida de doce años con dientes feos que la despertaba todas las noches queriendo acurrucarse para alejarse  de una pesadilla. No es de extrañar que quisiera salir. 

―Para  ―digo con firmeza y giro su cara hacia mí―.  Para.  ―Las lágrimas corren por su rostro, secreciones saladas disparadas a través de conductos y tubos, más allá de las brillantes células vibrantes y enojados tejidos de color rojo. Las limpio y tiro de ella hacia mí―. Estás… viva ―murmuro en su pelo―. Vale la pena… vivir por ti. 

La siento estremecerse contra mi pecho, aferrándose a mi camisa mientras mis brazos la rodean. El aire está silencioso excepto por el silbido de la brisa ligera. Nora está  mirando hacia nosotros ahora, torciéndose los rizos con un dedo.  Encuentra mi mirada y me da una sonrisa triste, como si quisiera disculparse por no avisarme. Pero no tengo miedo de los esqueletos en el armario de __. Espero poder conocer el resto de ellos, mirarlos con fuerza a los ojos, dándoles un firme apretón de manos rompe huesos.  

A medida que mi camisa amortigua la tristeza y los mocos, me doy cuenta de que voy a hacer otra cosa que nunca he hecho antes. Aspiro aire e intento cantar. 

 ―Tú eres…  sensacional… ―croo, luchando por un rastro de la melodía de Frank―. Sensacional… eso es todo. 

Hay una pausa, y entonces algo cambia en el comportamiento de __. Me doy cuenta de que se está riendo. 

―Oh  vaya  ―se  ríe y me mira, sus ojos todavía brillando encima de una sonrisa―.  Eso estuvo hermoso L, de verdad. Tú y el zombie Sinatra deberían grabar Dúos, Volumen 2. 

Toso.  

―No… calenté. Pone algunos de mis cabellos en su lugar, mira la tumba. Busca en su bolsillo y saca una margarita del aeropuerto marchita con cuatro pétalos restantes. La pone en la tierra desnuda delante de la lápida. 

 ―Lo  siento  mamá  ―dice en voz baja―. Es lo mejor que pude encontrar. 

―Coge mi mano―. Mamá, éste es L, es realmente agradable, lo amarías. La flor es de él, también. 

A pesar de que la tumba está vacía, medio espero ver  la mano de su madre saliendo de la tierra y agarrando mi tobillo. Después de todo, soy una célula del cáncer que la mató. Pero si Julie es una indicación, sospecho que su madre podría perdonarme. Estas personas, estas hermosas mujeres Vivas, no parecen hacer la conexión entre las criaturas que siguen matando todo lo que aman y yo. Me permiten ser una excepción, y me siento honrado por este regalo. Quiero pagárselo de alguna manera, ganarme su perdón. Quiero reparar el mundo que he ayudado a destruir. 

Nora se nos vuelve a unir a medida que dejamos la tumba de la Sra. Grigio. Frota los hombros de __ y la besa en la cabeza.  

―¿Estás bien? 

__ asiente con la cabeza.  

―Tanto como siempre. 

―¿Quieres oír algo bueno? 

―Con desesperación. 

―Vi un parcela de flores silvestres por mi casa, están creciendo en una zanja. 

__ sonríe. Se frota las últimas lágrimas de sus ojos y no dice nada más. 

Hojeo las lápidas mientras caminamos. Están torcidas y ubicadas desordenadamente, por lo que el cementerio parece antiguo a pesar de las decenas de tumbas recién cavadas. Estoy pensando en la muerte. Estoy pensando en cómo la vida es breve en comparación con ella. Me pregunto qué tan profundo va este cementerio, el número de capas de ataúdes que se apilan unos encima de otros y qué porción de suelo de la Tierra está hecho de nuestra decadencia.

 Entonces algo interrumpe mis mórbidas reflexiones. Siento una sacudida en el  estómago, una sensación extraña como me imagino  que se siente  un bebe pateando el útero. Me detengo en medio de un paso y doy la vuelta. Una lápida rectangular sin rastro me está mirando desde una colina cercana.

 ―Esperen ―les digo a las chicas y comienzo a subir la colina. 

―¿Qué está haciendo? ―Oigo a Nora preguntar en voz baja―. ¿No es ésa…? 

Estoy en frente de la tumba, mirando el nombre en la piedra. Una nauseabunda sensación de vértigo sube por mis piernas, como si una gran fosa estuviese abriéndose delante de mí, atrayéndome hacia su borde con alguna fuerza oscura, inexorable. Mi estómago se sacude de nuevo, siento un tirón en el tronco cerebral… Caigo dentro. 



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