#MiDemonioÁngel
#capitulocatorce (parte uno) 

En mis viejos días en búsqueda de comida por la ciudad,  a menudo miraba hacia las pareces del estadio e imaginaba un paraíso dentro. Asumí que era perfecto, que todo el mundo estaba feliz, bello y querido para nada, y en mi adormecida y limitada manera sentí envidia y quise comerlos aún más. Pero mira  este lugar:  la ondulada chapa metálica deslumbrante en el sol, el zumbido de las moscas encerradas con el ganado gimiente e inyectado con hormonas, la irremediablemente manchada ropa colgando de los cables entre los edificios ondeando al viento como banderas de rendición. 

―Bienvenido a Citi Stadium  ―dice __, extendiendo los brazos ampliamente―.  El mayor asentamiento humano en lo que solía ser Estados Unidos. 

―Hay más de veinte mil de nosotros metidos en esta pecera  ―dice __ a medida que empujamos a través de la densa multitud en  la  plaza  central―. Muy pronto vamos a estar tan apretados que simplemente todos nos uniremos, la raza humana será una gran ameba sin sentido. 

¿Por qué no nos dispersamos? ¿Ir por lugares altos y plantar nuestras raíces donde el aire y el agua fuesen limpios? ¿Qué es lo que necesitábamos unos de otros en este aplastamiento de cuerpos sudorosos?

 

Mantengo  los  ojos en el suelo tanto como sea posible, tratando de camuflarme y no llamar la atención. Miro furtivamente las torres de vigilancia, tanques de agua, nuevos edificios que se están construyendo  bajo la brillante luz estroboscópica de los soldadores de arco, pero sobre todo, mi vista está en mis pies, el asfalto, barro y mierda de perro suavizando los agudos ángulos.  

―Estamos  plantando  menos de la mitad de lo que necesitamos para sobrevivir  ―dice __

a medida que pasamos los jardines, sólo un sueño borroso de color verde detrás de las traslúcidas paredes de los invernaderos―. Así que toda la comida real se raciona en porciones pequeñas, y llenamos los vacíos  en nuestra dieta con Carbtein.  ―Un trío de adolescentes con  trajes amarillos transportan un carro de naranjas delante de nosotros y noto que uno de ellos tiene extrañas llagas por el lado de su cara, manchas marrones hundidas como moretones en una manzana, como si las células simplemente hubieran colapsado―. Por no mencionar que estamos gastando el valor de una farmacia por mes. Los equipos de salvamento apenas pueden continuar. Es sólo cuestión de tiempo antes de ir a la guerra con los otros enclaves por el último envase de Prozac. 

¿Fue sólo miedo? Preguntan las voces. Teníamos miedo en el mejor de los tiempos, ¿cómo podríamos hacer frente a lo peor? Así que encontramos los muros más altos y nos metimos  tras  ellos. Seguimos metiéndonos hasta que fuimos los más grandes y más fuertes, elegimos a los mejores generales y encontramos la mayoría de las armas, pensando que todo este maximalismo de alguna manera generaría felicidad. Pero nada tan obvio podría jamás funcionar. 

 

―Lo que es increíble para mí  ―dice Nora, apretándose para pasar junto al tenso  vientre de una  mujer  mórbidamente  embarazada―  es que a pesar de todas estas necesidades y carencias que tenemos, la gente sigue teniendo niños, inundando el mundo con copias de sí mismos sólo porque es la tradición, es lo que se hacía. 

__ mira a Nora y abre la boca, luego la cierra. 

―Y a pesar de que estamos a punto de morir de hambre bajo una montaña de pañales de caca, nadie es lo suficientemente valiente para siquiera sugerir que la gente guarde sus semillas en sus bolas durante un tiempo. 

―Sí,  pero…  ―comienza  __, su voz extrañamente tímida―.  No sé… hay algo como hermoso en ello, ¿no crees? ¿Que seguimos viviendo y creciendo a pesar de que nuestro mundo es un cadáver? ¿Que sigamos regresando no importa cuántos de nosotros morimos? 

―¿Por qué es hermoso que la humanidad siga volviendo? El herpes también vuelve. 

―Oh, cállate Nora, te gusta la gente, ser un misántropo era cosa de Perry. 

Nora se ríe y se encoge de hombros. 

―No se trata de mantener la población, se trata de transmitir lo que somos y lo que hemos aprendido, para  que las cosas continúen,  para que no sólo terminemos. Claro, es egoísta  en cierto modo, pero ¿de qué otra manera significarían algo nuestras cortas vidas? 

―Supongo que eso es cierto ―concede Nora―. No es como que tengamos otro legado que dejar en esta era post-todo. 

―De  acuerdo, todo se está  desvaneciendo, he oído que el último país  del mundo se derrumbó en enero. 

―¿Ah sí? ¿Cuál era? 

―No lo recuerdo, Suecia tal vez. 

―Así que el mundo está oficialmente vacío, eso es deprimente. 

―Por lo menos tienes una cierta herencia cultural que puedes guardar para ti. Tu padre era de Etiopía ¿no? 

―Sí, pero ¿qué es eso para mí? Él no se acordaba de su país, nunca fue allí, y ahora no existe. Todo eso me deja la piel morena y ¿quién le presta atención al color ahora? ―Nora mueve la mano hacia mi cara―.  En un año o dos todos vamos a ser de color gris de todos modos. 

Me quedo atrás a medida que continúan las bromas. Las veo hablar  y gesticular, escuchando sus voces sin escuchar las palabras. 

¿Qué queda de nosotros? Gimen los fantasmas, a la deriva en las sombras de mi subconsciente.  Ningún país, ninguna cultura, ninguna guerra, y aun así,  ninguna paz. ¿Lo que está en nuestra esencia, entonces? ¿Lo que aún se retuerce  en nuestros huesos cuando todo lo demás sea eliminado?

 Al caer la tarde llegamos a la calle una vez conocida como Calle Joya. Los edificios de la escuela nos esperan por delante, en cuclillas y satisfechos de sí mismos,  y siento que  mi estómago  se llena de nudos. __ duda en la intersección, mirando pensativa hacia las ventanas iluminadas.  

―Esas son las  instalaciones de entrenamiento  ―dice―,  pero no quieres mirar ahí, vamos a seguir adelante. 

Con mucho gusto la sigo lejos de ese oscuro bulevar, pero miro fijamente ese fresco signo verde a nuestro paso. Estoy bastante seguro de que la primera letra es una J. 

―¿Cómo se llama… esa calle? ―pregunto, señalando el letrero. __ sonríe.  

―¿Por qué?, ésa es __ Street. 

―Solía ser un gráfico de un diamante o algo así  ―dice Nora―,  pero  su padre la renombró cuando construyeron las escuelas ¿No es dulce? 

―Fue dulce ―admite __―. Ése es el tipo de gesto que papá puede manejar.

Ella nos lleva alrededor del perímetro de las paredes a un túnel  ancho y oscuro directamente enfrente de la puerta principal. Me doy cuenta de que estos túneles deben de ser donde los equipos deportivos hacían sus entradas triunfales a la cancha, en tiempos cuando miles de personas aún podían animar cosas tan triviales. Y ya que el túnel en el otro extremo es el paso al mundo de los Vivos, parece apropiado que éste lleve a un cementerio. 

__ muestra rápidamente una tarjera de identificación a los guardias y éstos nos  hacen  una señal a través de la puerta trasera. Salimos a un campo montañoso rodeado de cientos de metros de tela metálica. Los árboles de espino negro se elevan hacia el cielo moteado de gris y dorado, haciendo guardia sobre lápidas clásicas, completadas con cruces y estatuas de santos. Sospecho que las reapropiaron de alguna casa de pompas fúnebres olvidada, ya que los nombres y fechas grabados están cubiertos  con letras toscas en pintura blanca. Los epitafios se asemejan a grafitis. 

―Aquí es donde enterramos… lo que queda de nosotros  ―dice __. 

Camina unos pasos por delante mientras Nora y yo estamos en la entrada. Aquí, con la puerta cerrada tras  nosotros, el ruido de las pulsaciones de los asuntos humanos ha desaparecido, reemplazado por el estoico silencio de la verdadera muerte. Cada cuerpo descansando aquí está sin cabeza, con un disparo en el cerebro, o son nada más que los restos de carne medio comida y huesos apilados en una caja. Puedo ver por  qué se optó por construir un cementerio fuera de los muros del estadio: no sólo ocupa más tierra que todas las tierras de cultivo interiores combinadas, tampoco puede ser muy bueno para la moral. Esto es un recordatorio mucho más sombrío que los soleados años del viejo mundo de pasos pacíficos y requiem eternum30. Esta es una visión de nuestro futuro, no como individuos cuyas muertes se pueden aceptar, sino como una especie, una civilización, un mundo. 

―¿Estás segura  de que deseas entrar aquí hoy?  ―le pregunta suavemente Nora a __. 

__ mira las colinas de hierba marrón irregular.  

―Voy todos los días, hoy es un día, hoy es martes. 

―Sí, pero… ¿quieres que esperemos aquí? 

Ella mira hacia mí y lo considera por un momento, luego sacude la cabeza 

 ―No, vamos. ―Empieza a caminar y la sigo. Nora camina a una incómoda distancia detrás de mí, una mirada de sorpresa en su apagado rostro. 




HHHOLLLIIIS POR FAVOR COMENTA TY DA #RT Y #FAV A LA IMAGEN
#LU