#MiDemonioÁngel
#capitulotrece (parte uno)



Pasos lentos. Lodo bajo las botas. Miro a ninguna otra parte. Extrañas mantras dan vuelta en mi cabeza. Viejo barbudo murmurando desde un callejón oscuro. ¿Adónde vas, Perry? Niño tonto. Niño sin cerebro. ¿Adónde? Cada día el universo se hace más grande, más oscuro, más frío. Me detengo delante de una puerta negra. Una chica vive aquí en esta casa de metal. ¿La amo? Es difícil de decir más. Pero ella es todo lo que queda. El sol rojo en el final de un vacío en constante expiación. 

Entro a la casa y la encuentro sentada en la escalera, con los brazos cruzados sobre las rodillas. Pone un dedo en sus labios.  

―Papá ―me susurra. 

Echo un vistazo por la escalera hacia la habitación del general. Escucho su voz arrastrándose en la penumbra. 

―Esta foto, __. El parque acuático, ¿recuerdas el parque acuático? Tuve que subir diez cubos para sólo una deslizada. Veinte minutos de trabajo para diez segundos de diversión. Parecía valer la pena en ese entonces,  ¿cierto? Me gustaba ver tu cara cuando volabas fuera del tubo.  Te veías justo como  ella, incluso en ese entonces. 

__ se pone de pie en silencio, se mueve hacia la puerta principal. 

―Eres todo ella, __. Tú no eres yo, eres ella. ¿Cómo podía hacerlo? 

Abro la puerta y salgo. __me sigue, con pasos suaves, sin sonido. 

―¿Cómo podía ser tan débil? ―dice el hombre con voz como de acero fundido―. ¿Cómo pudo dejarnos aquí? 

Caminamos en silencio. Las gotas de llovizna caen como collar de cuentas en nuestro cabello y nos sacudimos como perros. Llegamos a la casa del coronel Rosso. La esposa de Rosso nos abre la puerta, mira el rostro de __, y la abraza. Entramos al calor del interior.  

Encuentro a Rosso en la sala, tomando café, mirando a través de sus gafas un libro viejo manchado por el agua. Mientras __ y la señora Rosso murmuran en la cocina, me siento frente al coronel. 

―Perry ―él dice. 

―Coronel. 

―¿Cómo lo llevas? 

―Estoy vivo. 

―Un buen comienzo. ¿Cómo te ajustas a la casa? 

―La desprecio. 

Rosso se queda en silencio durante un momento.  

―¿Qué es lo que piensas? 

Busco las palabras. Parece que he olvidado la mayoría de ellas. Por último, en voz baja, le digo―: Él me mintió. 

―¿Cómo? 

―Dijo que estábamos arreglando cosas, y si no nos damos por vencidos todo puede salir bien. 

―El creía eso. Yo lo creo, también. 

―Pero luego murió. ―Mi voz tiembla y lucho por apretarla con fuerza―. Y fue  sin sentido. Ninguna batalla, ningún sacrificio noble,  sólo un estúpido accidente de trabajo que podría haberle sucedido a cualquiera en cualquier lugar, en algún momento de la historia. 

―Perry… 

―No lo entiendo, señor. ¿Cuál es el punto de arreglar un mundo que es tan breve? ¿Cuál es el significado de todo ese trabajo si sólo va a desaparecer? ¿Sin previo aviso? ¿Un maldito ladrillo en la cabeza? 

Rosso no dice nada. Las voces bajas en la cocina se hacen audibles en nuestro silencio, por lo que dejan de susurrar, tratando de esconder del coronel lo que estoy seguro que ya sabe. Nuestro pequeño mundo está demasiado cansado para que le importen los crímenes de sus dirigentes. 

―Quiero unirme a la Seguridad ―anuncio. Mi voz es sólida ahora, mi cara es dura. 

Rosso suelta un respiración lenta y baja su libro.  

―¿Por qué, Perry? 

―Porque es la única cosa que queda que merece la pena. 

―Pensé que querías escribir. 

―Eso es inútil. 

―¿Por qué? 

―Tenemos preocupaciones más grandes ahora. El Generales Grigio dice que estos son los últimos días. No quiero perder mis últimos días arañando cartas en papel. 

―Escribir no son cartas en un papel. Es comunicación. Es memoria. 

―Nada de eso importa ya. Es demasiado tarde. 

Me estudia. Coge el libro de nuevo y mantiene la cubierta hacia fuera.  

―¿Conoces esta historia? 

―Es Gilgamesh26. 

―Sí. La Epopeya de Gilgamesh, una de las primeras obras más conocidas de la literatura. La novela debut de  la humanidad, se podría decir.  ―Rosso se mueve a través del amarillo de  las páginas―. Amor, sexo, sangre y lágrimas. Un viaje para encontrar la vida eterna. Para escapar de la muerte. ―Se estira al otro lado de la mesa y me alcanza el libro―. Fue escrito hace más de cuatro mil años atrás, en tablillas de arcilla por gente que cultivaba en el barro, y rara vez vivía más allá de los cuarenta. Sobrevivió  a incontables guerras, desastres y plagas, y sigue fascinando hoy en día, porque aquí estoy, en medio de la ruina moderna, leyéndolo. 

Miro a Rosso y no al libro. Mis dedos se hunden en la cubierta de cuero. 

―El mundo que dio luz a la historia se ha ido, todos sus habitantes están muertos, pero continúa tocando el presente y futuro porque alguien se preocupó lo suficiente acerca de este mundo para guardarlo. De ponerlo en palabras. De recordarlo. 

Abro el libro en la mitad. Las páginas están llenas de puntos  suspensivos, marcando las palabras y las líneas que faltan en el texto, podrido y perdido para la historia. Miro estas marcas y dejo que sus puntos negros llenen mi visión.  

―No quiero recordar  ―digo,  y  cierro  el  libro―.  Quiero unirme a la Seguridad. Quiero hacer cosas peligrosas. Quiero olvidar. 

―¿Qué estás diciendo, Perry? 

―No estoy diciendo nada. 

―Suena como si lo estuvieras. 

―No.  

―Las sombras de nuestras caras resplandecen en la sala de billar, drenando de matiz nuestros ojos ―. No hay nada que decir que valga la pena. Estoy entumecido. Flotando en la oscuridad de los pensamientos de Perry, me resuena su dolor como campana en una iglesia baja. 

 

 
DAAAAAAAAA #RT Y #FAV A LA IMAGEN. COOOMEENTA
#LU