#MiDemonioÁngel
#capitulodiez (parte cinco)

Estoy con __ en el 747. Me doy cuenta de que es un sueño. Un sueño real, no simplemente otra repetición de la vida sindicada de Perry Kelvin. Esto viene exclusivamente de mí. La claridad ha mejorado desde el lodo borroso  del primer intento de mi cerebro de vuelta al aeropuerto, pero todavía hay una cualidad extraña, inestable en  todo, como un video amateur a las películas resbaladizas de Perry. 

__ y yo nos sentamos con las piernas cruzadas, frente a frente, flotando por encima de las nubes en el ala blanco brillante del avión. El viento hace volar nuestro cabello, pero no más que un paseo tranquilo en un convertible. 

―¿Así que sueñas ahora? ―dice __. 

Sonrío nerviosamente.  

―Supongo que sí. 

__ no sonríe. Sus ojos están fríos.  

―Supongo que no tenías nada que soñar hasta que tuviste problemas de chicas. Eres como un niño de primaria tratando de llevar un diario. 

Ahora estamos en el suelo, sentados en una soleada zona verde suburbana. Una pareja de obesos mórbidos hace  una barbacoa de extremidades humanas en el fondo. Trato de mantener a __ enfocada. 

―Estoy cambiando ―le digo. 

―No me importa ―responde ella―. Estoy en casa ahora. Estoy de vuelta en el mundo real, donde no existes. El Campamento de verano ha terminado. Un Mercedes con alas pasa retumbando en el cielo distante y se desvanece en un sordo estampido sónico.

 ―Ya  no estoy  ―dice, mirándome a los ojos duramente―.  Fue  divertido, pero ya se acabó. Así es como van las cosas. 

Sacudo la cabeza, evitando su mirada.  

―No estoy listo. 

―¿Qué pensabas que iba a suceder?

―No sé. Estaba esperando algo. Un milagro. 

―Los milagros no existen. Hay causa y efecto, sueños y realidad, Vivos y Muertos. Tu esperanza es absurda. Tu romanticismo, vergonzoso. 

La miro con inquietud. 

―Es hora de que crezcas. __ ha vuelto a su lugar, y tú volverás a tu lugar, y esa es la forma en que es. Siempre lo ha sido. Siempre lo será. 

Ella sonríe, y sus dientes son colmillos  irregulares  y  amarillos. Me besa, royendo entre mis labios, mordiendo mis dientes, rechinando hacia mi cerebro y gritando como un niño moribundo. Me ahogo en mi caliente sangre roja.  

Mis ojos se abren y me pongo de pie, empujando las ramas goteantes fuera de mi cara. Es todavía de noche. La lluvia sigue golpeando la tierra. Salgo de los árboles y subo al paso desnivel. Me apoyo en la barandilla, mirando hacia la carretera vacía y el oscuro horizonte más allá de ella. Un pensamiento pesa en mi cabeza como una migraña de rabia: Te equivocas. Ustedes monstruos de mierda están equivocados. Acerca de todo. 

Por el rabillo del ojo, vislumbro una silueta en el otro del paso desnivel. La forma oscura se mueve hacia mí con pasos firmes y pesados. Encorvo mis músculos, preparándome para una pelea. Después de vagar solo por mucho tiempo, los Muertos no incorporados a veces pierden la capacidad de distinguir entre su propia clase y los Vivos. Y algunos están tan idos, tan profundos en esta forma de vida, que simplemente no les importa nada. Se comerían a cualquiera, como fuera  y en cualquier lugar, porque no pueden imaginar otra forma  de interactuar. Imagino a una de estas criaturas sorprendiendo a __ cuando detenga el Mercedes para orientarse, envolviendo las  manos sucias alrededor de su cara y mordiendo  su cuello delgado, y cuando la imagen se fermenta en mi cabeza, me preparo para despedazar a esta cosa delante de mí en pedazos irreconocibles. La rabia primordial que me llena cada vez que pienso en alguien haciéndole daño es aterradora. La violencia de matar y comer gente se siente como burlas amistosas en comparación con el consumo de esta sed de sangre. 

La sombra imponente se tambalea más cerca. La luz de un relámpago ilumina su cara, y dejo caer los brazos a los costados. 

―¿H? 

Casi no lo reconocí al principio. Tiene la cara despedazada  y rasguñado, y hay un sinnúmero de pequeños trozos que le sacaron del cuerpo a mordidas. 

―Hola ―gruñe. La lluvia pasa por su rostro y se estanca en sus heridas―. Salgamos… de… lluvia.  

Pasa junto a mis árboles goteantes y baja la pendiente a la autopista de abajo. Lo sigo al espacio seco bajo el desnivel. Nos amontonamos allí en el suelo, rodeado de latas de cerveza antiguas y jeringas. 

―¿Qué…  hace…  a…aquí...  fu…fuera?  ―le pregunto, luchando con las palabras. He estado en silencio menos de un día y ya estoy oxidado. 

―Adi…vina ―dice H, señalando sus heridas―. Huesudos. Me sacaron. 

―Lo siento. 

H gruñe.  

―A la… mierda. ―Patea una descolorida lata de cerveza―. Pero ¿adivina… qué? ―Algo parecido a una sonrisa ilumina su rostro destrozado―. Algunos… vinieron conmigo. 

Señala hacía la autopista, y veo unas nueve figuras moviéndose lentamente hacia nosotros.

 Miro a H, confundido.  

―¿Vinieron. . . contigo? ¿Por qué? 

Se encoge de hombros.  

―Las cosas… locas… en casa. Rutinas… sacudidas.  ―Él  me  golpea con  el dedo―. Tú. 

―¿Yo? 

―Tú y… ella. Algo… en el aire. Movimiento. 

Los nueve zombies paran bajo el desnivel y se quedan ahí, mirándonos con la mirada vacía. 

―Hola ―digo. 

Se mecen y gimen un poco. Uno de ellos asiente. 

―¿Dónde está. . . chica? ―me pregunta H. 

―Su nombre es __. ―Esto sale de mi lengua con fluidez, como un silbido de manzanilla tibia. 

―__...__ ―repite H con un poco de esfuerzo―. Está bien. ¿Dónde está… ella? 

―Se fue. Fue a su casa. 

H estudia mi cara. Deja caer una mano sobre mi hombro.  

―Tú… ¿estás bien? 

Cierro los ojos y doy una respiración lenta. 

―No.  ―Miro la autopista, hacia la ciudad, y algo florece en mi cabeza. Primero un sentimiento, luego, un pensamiento, luego una decisión―. Voy tras ella. 

Seis sílabas. Rompí mi récord de nuevo. 

―¿Para…Estadio? 

Asiento. 

―¿Por qué? 

―Para… salvarla. 

―¿De… qué? 

―De to…do. 

H sólo me mira por un largo tiempo. Entre los Muertos, una mirada penetrante puede durar varios minutos. Me pregunto si, posiblemente, puede tener alguna idea de lo que estoy hablando, cuando ni siquiera estoy yo seguro de hacerlo. Sólo una corazonada. El cigoto rosa suave de un plan. 

Él mira hacia el cielo, y una mirada perdida entra en sus ojos.  

―Tuve… sueño… anoche. Sueño verdadero. Recuerdos. 

Lo miro. 

―Recordé… cuando joven. Verano. Cacao… Puffs. Una niña. ―Sus ojos se centran en mí

―. ¿Qué… es lo que se siente? 

―¿Qué? 

―Has… sentido. ¿Sabes…qué es? 

―¿De qué… hablas? 

―Mi  sueño  ―dice, su rostro lleno de asombro como un niño en un telescopio―. Esas cosas… ¿el amor? 

Un escalofrío corre por mi espina dorsal. ¿Qué está pasando?  ¿En qué distantes confines del espacio va nuestro planeta a toda velocidad? H está soñando, recuperando recuerdos, haciendo  sorprendentes  preguntas. Estoy rompiendo mi récord de sílabas todos los días. Nueve Muertos desconocidos están con nosotros en este  desnivel, a kilómetros del aeropuerto y de los comandos silbados de los esqueletos; aquí esperando… algo. Es un lienzo fresco que se despliega delante de nosotros. ¿Qué pintamos en él? ¿Cuál es el primer matiz a salpicar en este gris campo en blanco? 

―Yo… ir contigo ―dice H―. Te ayudo… a entrar salvarla. ―Se vuelve a los Muertos en espera―. ¿Nos ayudan? ―pregunta, sin levantar la voz por encima de su estruendo fácil―. ¿Ayuda a salvar…chica? Salvar… ―Cierra los ojos y se concentra―. ¿__…__?

Los muertos se estimulan ante el sonido del nombre, dedos crispándose y ojos rápidos. H parece contento.  

―¿Ayudar a encontrar… algo perdido? ―pregunta en voz más sólida de lo que yo he escuchado de su garganta hecha jirones―. ¿Ayudar a… exhumar? Los zombies  miran  a H. Me  miran. Se miran unos a otros. Uno de ellos se encoge de hombros. Otro asiente.  

―Ayuda ―gime uno de ellos, y todos silban en acuerdo. 

Encuentro que una sonrisa se extiende por mi cara. No sé lo que estoy haciendo, cómo lo estoy haciendo, o lo que sucederá cuando se haga, pero en el mismísimo fondo de este levantamiento, al menos sé que voy a ver a __ de nuevo. Sé que no voy a decir adiós. Y si estos refugiados tambaleantes quieren ayudar, si creen que ven algo más grande aquí que un chico persiguiendo a una chica, entonces pueden ayudar, y vamos a ver lo que sucede cuando digamos Sí, mientras que el rigor mortis del mundo grita  No.  

Partimos hacia el norte pasando la autopista hacia el sur, y el trueno se aleja hacia las montañas como si tuviera miedo de nosotros. 

Aquí estamos en el camino. Tenemos que ir a alguna parte. 



¿Cuántos capitulos de diez? bueno este ya es el último son 17 capitulos pero hay varias partes ustedes saben
Da #rt o #fav alaimagen
#Lu