#MiDemonioÁngel
#capitulodiez (parte uno)

Diez minutos más tarde, la tormenta ha comenzado y estamos empapados. El descapotable fue una mala elección para un día como este. Ninguno de nosotros pudo descifrar cómo se pone la capota, así que conducimos en silencio con las pesadas sábanas de agua cayendo  sobre  nuestras cabezas. No nos quejamos. Tratamos de permanecer positivos. 

―¿Sabes a donde  vas? ―me pregunta __ después de veinte minutos. Su pelo se pega enmarañado en su cara. 

―Sí ―contesto, mirando hacia la carretera en el horizonte gris oscuro. 

―¿Estás seguro? Porque yo no tengo idea. 

―Muy… seguro. 

Prefiero no explicar por qué  conozco la ruta entre el aeropuerto y la ciudad tan bien. Nuestra ruta de caza. Sí, ella sabe lo que soy y lo que hago, ¿pero tengo  que recordárselo? ¿No podemos sólo tener un buen paseo y olvidar ciertas cosas por un momento? En los alegres campos de mi imaginación no somos una adolescente ni un cuerpo andante conduciendo en una tormenta. Somos Frank y Ava, cruzando caminos rurales del país mientras una orquesta de vinilo áspera desvanece nuestra banda sonora. 

―Tal vez deberíamos parar y pedir direcciones. 

La miro. 

Miro hacia los distritos que nos rodean, casi negros a la penumbra del atardecer. 

―Bromeaba ―dice, con sus ojos asomándose entre tiras húmedas de cabello. Se recuesta en el asiento y cruza los  brazos  detrás  de  la  cabeza―.  Avísame cuando necesites un descanso. Tu  manera de conducir es como la de una abuelita. 

Mientras se hacen piscinas dentro y se estanca el agua en nuestros pies, me doy cuenta de que __ tiembla un poco. Es una noche templada de primavera  pero está empapada, y la cabina del viejo descapotable es un ciclón por el viento de la autopista. Cojo la siguiente salida y con facilidad nos metemos en el silencioso cementerio de las casas suburbanas. __ me mira con preguntas en los ojos. Puedo oír cómo castañean sus dientes.   

Conduzco despacio pasando las casas, buscando un buen lugar para pasar la noche. Eventualmente  estaciono  entre en un Cul-de-sac18  descuidado,  junto a una furgoneta oxidada. Cojo la mano de __ y la empujo hacia la casa más cercana. La puerta está cerrada pero la madera podrida se abre con una ligera patada. Nos adentramos en el calor del nido pequeño y acogedor de una familia que murió hace mucho. Hay viejas linternas Coleman desperdigadas por la casa, y una vez que __ las enciende, proporcionan un brillo parpadeante de acampada que se siente extrañamente confortable. Ella deambula por la cocina y sala de estar, mirando los juguetes, platos, y pilas de revistas viejas. Coge un peluche de koala y lo mira a los ojos.   

―Hogar dulce hogar ―murmura. 

Busca en su mochila de mensajero, saca una cámara Polaroid, apunta hacia mí y toma una foto. El flash es impresionante en este lugar oscuro. Ella sonríe ante mi expresión de sorpresa, mientras sujeta la cámara  ―¿Te resulta familiar? La robé de la sala de reuniones de los esqueletos ayer por la mañana. ―Me entrega la foto―. Es importante conservar los recuerdos, ¿sabes?, especialmente ahora que el mundo está de camino hacia  la salida. 

―Ella pone el visor en su ojo y gira lentamente en un círculo tomando toda la habitación―. Todo lo que estás viendo podrías estar viéndolo por última vez. 

Muevo la foto en mi mano. Una imagen fantasmal comienza a tomar forma. Soy yo, L, el cadáver que piensa que está  vivo, mirando hacía mi con esos anchos, ojos grises de peltre. __ me entrega la cámara.  ―Deberías estar siempre sacando fotos, si no lo haces con una cámara hazlo con tu mente. Los recuerdos que capturas apropósito son mas intensos que los que se toman por accidente. ―Ella posa y sonríe―. ¡Whisky! Tomo su foto. Cuando sale de la cámara, se estira para tomarla, pero yo la saco y la escondo tras mi espalda. Le entrego la mía. Pone  los ojos en blanco, agarra la foto y la estudia inclinando la cabeza.  

―Tu cutis se ve un poco mejor. La lluvia debe haberte limpiado un poco. ―Baja la foto y me mira de reojo por un momento―. ¿Porqué tus ojos son así?

La miro con cautela.  

―¿Así…cómo? 

―Ese gris extraño. No lucen para nada como los de un cadáver. No están nublados ni nada. ¿Por qué son así? Me lo pienso un poco.  

―No lo sé. Pasa en… la conversión. 

Me mira tan ferozmente que comienzo a revolverme.  

―Es espeluznante ―dice―. Se ven… sobrenaturales. ¿Alguna vez cambian de color? ¿Como cuando matas gente o algo? Trato de no suspirar. 

 ―Creo… que piensas en… vampiros. 

―Oh,  claro,  claro.  ―Ella se ríe y sacude la cabeza tristemente―.  Por lo menos esos no son reales todavía. Muchos monstruos a los que seguirle la pista estos días. Antes de que pueda sentirme ofendido, ella me mira y sonríe.  

―De  todos  modos…  Me gustan, tus ojos, En realidad, son algo  bonitos. Espeluznantes… pero bonitos. 

Es probablemente el mejor cumplido que he recibido en toda mi vida de Muerto. Haciendo caso omiso de mi mirada  de idiota, __ se adentra en la casa, tarareando. 

La tormenta se está librando fuera, con truenos ocasionales. Estoy agradecido de que la casa tenga todas las ventanas intactas. La mayoría de las otras fueron rotas hace mucho tiempo por saqueadores o alimentadores. Vislumbro unos pocos cadáveres sin cerebro en el césped de los vecinos, pero me gusta imaginar que nuestros anfitriones salieron con vida. Llegaron a uno de los Estadios, tal vez incluso a algún paraíso amurallado en las montañas, coros angelicales cantando detrás de las repletas puertas de titanio perladas…  

Me siento en la sala de estar escuchando la caída de la lluvia, mientras que __  holgazanea por la casa. Después de un rato vuelve con un montón de ropa seca y la pone en el sofá de dos plazas. Sostiene  un par de jeans diez tallas más grandes.  

―¿Qué  piensas?  ―pregunta, envolviendo la cintura alrededor de su cuerpo―. ¿Me  hacen ver gorda? ―Los deja y busca alrededor de la pila, saca una masa de tejido que parece ser un vestido―. Puedo usar esto como tienda de campaña si nos perdemos en el bosque mañana. Dios, esta gente debió haber hecho una fiesta de lujo para unos zombies afortunados.

 

Muevo la cabeza, haciendo cara de asco. 

―¿Qué, no comes gente gorda? 

―Grasa… No vivo. Desperdicio de producto. Necesito… carne. 

Ella se ríe.  

―¡Oh, así que  eres un melómano19 y un esnob de la comida! Jesús. ―Tira la ropa a un lado y deja escapar un profundo suspiro―. Bueno, está bien. Estoy exhausta. La cama no está demasiado podrida. Me voy a dormir. 

Me tumbo de nuevo en el estrecho sofá, preparándome para una larga noche a solas con mis pensamientos, pero __ no se va. De pie en la puerta del dormitorio, me mira durante un largo minuto. He visto esa mirada antes, y me preparo para lo que sea que viene. 

―L… ―empieza―. ¿Tú… tienes que comer gente? S

uspiro por dentro, tan agotado por estas feas preguntas, ¿pero cuándo merecen privacidad los monstruos? 

―Sí. 

―¿O morirás? 

―Sí. 

―Pero no me comiste. 

Vacilo. 

―Me salvaste. Como tres veces. 

Asiento lentamente. 

―Y no te has comido a nadie, desde entonces, ¿no? 

Frunzo el ceño en concentración, pensando. Ella tiene razón. Sin contar las mordiscos de alguno de cerebro de sobra, aquí y allá, he estado gastronómicamente célibe desde el día que la conocí. Una poco peculiar media sonrisa aparece en su cara.  ―Estás más o menos... cambiando,  ¿no? 

Como de costumbre, estoy sin palabras. 

―Bueno, buenas noches ―dice, y cierra la puerta del dormitorio. Me quedo ahí en el sillón, mirando el techo manchado de amarillo por el agua. 

―¿Qué está pasando contigo? ―me pregunta H, sobre una taza de café mohosa en el Starbucks del aeropuerto―. ¿Estás bien? 

―Sí, estoy bien. Solamente cambiando. 

―¿Cómo puedes cambiar? Si todos empezamos de la misma pizarra en blanco, ¿que te hace divergir20?

―Tal vez no estamos en blanco. Tal vez los restos de nuestra antigua vida todavía nos dan forma. 

―Pero no recordamos esas vidas, no podemos leer nuestros diarios. 

―No importa. Estamos donde estamos, sin embargo, hemos llegado hasta aquí. Lo que importa es a dónde vamos a continuación. 

―Pero ¿podemos elegir eso? 

―No lo sé. 

―Estamos muertos. ¿Realmente podemos elegir alguna cosa? 

―Tal vez. Si  lo deseamos lo suficiente.  

*  

La lluvia repiqueteando en el techo, el  crujido de la madera fatigada, el cosquilleo de los  viejos cojines a través de los agujeros de mi camiseta. Estoy muy ocupado buscando en mi memoria post-muerte la última vez que estuve tanto tiempo sin comer, cuando veo a __ en la puerta de nuevo. Sus brazos están cruzados sobre su pecho y presiona la cadera contra el marco de la puerta. Su pie golpetea con un ritmo ansioso en el suelo. 

―¿Qué? ―pregunto. 

―Bueno… ―dice―.  Estaba pensando. La cama es de tamaño matrimonial. Así que supongo que, si quieres… No me importaría si me acompañas allí. ―Levanto las  cejas un poco. Su cara enrojece―. Mira, todo lo que digo, todo lo que digo,  es que no me importa darte un lado de la cama. Estas habitaciones son un poco fantasmales, ¿sabes? No quiero que el fantasma de la señora espadín me aplaste en mi sueño. Y teniendo en cuenta que no me he duchado en más de una semana, realmente no hueles mucho peor que yo;  tal vez vamos a cancelar el olor del otro. ―Encoge uno de los hombros, lo que sea, y desaparece de la habitación. 

Espero unos minutos. Luego, con una gran incertidumbre, me levanto y  la sigo. Ella ya está en la cama, acurrucada en posición fetal con las mantas ajustadas a su alrededor. Lentamente me aflojo en el extremo opuesto. Las mantas están todas de su lado, pero ciertamente no necesito mantenerme cálido. Estoy perpetuamente a temperatura ambiente. 

A pesar de la pila de edredones de lujo envueltos alrededor de ella, __ sigue temblando.

―Esta ropa está… ―murmura, y se sienta en la cama―. Joder. ―Me mira―. Voy a poner mi ropa a secar. Sólo… relájate, ¿de acuerdo? ―De espaldas a mí, se quita los pantalones mojados y se saca la camiseta sobre la cabeza. La piel de su espalda es de color azul blanquecino por el frío. Casi del mismo tono que el mío.  En sujetador de lunares y bragas de cuadros, se levanta de la cama y deja su ropa en el armario, inmediatamente después, se arrastra de nuevo bajo las sábanas y se enrolla.  

―Buenas noches ―dice. 

Me tumbo de nuevo con los brazos cruzados, mirando hacia el techo. Los dos estamos en los bordes del colchón, hay como dos metros  de espacio entre nosotros. Tengo la sensación de que no es mi naturaleza macabra lo que la hace tan cautelosa. Vivo o Muerto, viril o impotente, todavía parezco ser un hombre, y tal vez ella piensa que voy a actuar igual que cualquier otro hombre actuaría, acostado tan cerca de una hermosa mujer. Tal vez piensa que voy a tratar de tomar cosas de  ella. Que voy a deslizarme hacia ella y que  trataré de consumirla. Pero entonces ¿por qué estoy siquiera en esta cama? ¿Se trata de una prueba? ¿Para mí, o para ella? ¿Qué esperanzas extrañas la convencieron de tomar esta oportunidad?  

Escucho su respiración lenta al haberse dormido. Después de unas horas, con su miedo a buen recaudo lejos en sueños, se da la vuelta, quitando la mayor parte de la brecha entre nosotros. Está frente a mí ahora. Su respiración débil me hace cosquillas en la oreja. ¿Si se despertara ahora, gritaría? ¿La haría entender alguna vez qué tan segura está realmente? No voy a negar que esta proximidad enciende más en mí que el instinto de matar y comer. Pero a pesar de que estas nuevas necesidades están ahí, algunas de ellas alarmantes por su intensidad, todo lo que realmente quiero es estar a su lado. En este momento, lo que podría siempre desear sería que ella pusiera su cabeza en mi pecho, dejara escapar un suspiro cálido y satisfecho, y durmiera. 

Hablando de rarezas. Una pregunta para los filósofos zombise. ¿Qué significa que mi pasado sea  una niebla, pero mi presente sea  brillante, muy lleno de sonido y color? Desde que estoy muerto he grabado nuevos recuerdos con la fidelidad de la cubierta de un cassette viejo, débil, apagado y en última instancia olvidable; pero puedo recordar cada hora de los últimos días con gran detalle, y la idea de perder  uno solo me horroriza. ¿De dónde estoy sacando este enfoque? ¿Esta claridad? Puedo trazar una línea continua desde el momento en que conocí a __ todo el camino hasta ahora, tendido a su lado en esta habitación sepulcral, y a pesar de los millones de momentos pasados quehe perdido o arrojado lejos como basura de carretera, sé con certeza que voy a recordar este momento por el resto de mi vida. 

*

 En algún momento antes del amanecer, mientras estaba acostado allí sin necesidad real de descanso, un sueño destella como un rollo de película detrás mis ojos. Excepto que no es un sueño, es una visión, demasiado nítida y brillante para que mi  cerebro sin vida lo haya hecho. Por lo general, estos recuerdos de segunda mano están precedidos por el sabor de la sangre y las neuronas, pero no esta noche. Esta noche cierro los ojos y simplemente sucede, una muestra de medianoche sorpresa. 

Abrimos en una escena de cena. Una mesa de metal larga establecida con una extensión minimalista. Plato de arroz. Plato de frijoles. Rectángulo de pan de linaza. 

―Gracias, Señor, por esta comida  ―dice el hombre a la cabeza de la mesa, con las manos cruzadas delante de él, pero con los ojos bien abiertos―. Bendícela para nuestros cuerpos. Amén. 

__ le da un codazo al chico sentado a su lado. Él aprieta su muslo bajo la mesa. El chico es Perry Kelvin. Estoy en la mente de Perry de nuevo. Su cerebro se ha ido, su vida se ha evaporado  e inhalado... sin embargo, él todavía está aquí. ¿Es esto un retroceso químico? ¿Un rastro de su cerebro todavía disolviéndose en algún lugar de mi cuerpo? ¿O es en realidad él? ¿Todavía aferrándose a alguna parte, de alguna manera? ¿Por qué? 

―Así que, Perry ―le dice el padre de __ a Perry, a mí―. __ me dice que está trabajando ahora para la agricultura. 

Me trago el arroz.  

―Sí, señor, general Grigio, soy un… 

―Este no es el comedor, Perry, esta es la cena. Sr. Grigio va a estar bien. 

―Está bien. Sí, señor. 

Hay cuatro sillas en la mesa. El padre de __ se sienta a la cabeza, y ella y yo nos sentamos uno junto al otro a su derecha. La silla en el otro extremo de la mesa está vacía. Lo que __ me dijo sobre su madre es esto: "Se fue cuando yo tenía doce años." Y a pesar de que he investigado suavemente, nunca me ha ofrecido más, ni siquiera cuando estamos acostados  desnudos en mi cama doble, agotados, felices y tan vulnerables como cualquier pareja pueden estar. ―Soy  un  plantador  ahora  ―le digo a su padre―,  pero creo que estoy  en camino a un ascenso. Estoy aspirando a ser supervisor de cosecha.

―Ya veo ―dice, asintiendo pensativo―. Ése no es un mal trabajo… pero me pregunto por qué no te unes a tu padre en construcción. Estoy seguro de que podría utilizar más jóvenes trabajando en ese corredor tan importante. ―Él me lo ha pedido, pero ah… No sé, no creo que construcción sea el lugar para mí en este momento. Me gusta trabajar con las plantas. 

―Plantas ―repite el padre de __. 

―Creo que en tiempos como estos hay algo significativo acerca de las cosas que  crecen. El suelo es tan reducido que es difícil sacar mucho de él, pero es bastante satisfactorio cuando por fin se ve un poco de verde a través de la corteza gris. 

El Sr. Grigio deja de masticar, inexpresivo. __ parece incómoda.  

―¿Recuerdas el pequeño arbusto que teníamos en nuestra sala de estar allá en el este? ―pregunta―. ¿El que parecía un arbolito flaco? 

―Sí… ―contesta su padre―. ¿Y qué? 

―Te encantaba esa cosa. No actúes como si no entendieras la jardinería. 

―Era  la planta de tu madre. 

―Pero tú eres el que la adoraba―. Ella se vuelve hacia mí―. Papá solía ser un gran diseñador de interiores, lo creas o no, tenía nuestra  antigua casa cubierta como una sala de exposición de IKEA, todo este vidrio moderno y cosas de metal, lo que mi madre no podía soportar; ella quería todo terrenal y natural, todo de fibras de cáñamo, y maderas sostenibles… 

La cara del señor Grigio se ve tensa. __, o bien no se da cuenta o no le importa. 

―… por lo que para contraatacar, ella compró este arbusto frondoso, verde y brillante, lo puso en una olla enorme de mimbre, y lo pega en el centro de la perfecta sala de estar blanca-y-plateada de papá. 

―No era mi  sala de estar, __  ―interviene  él―.  Por lo que recuerdo  votamos sobre cada pieza de mobiliario, y siempre te pusiste de mi lado. 

―Yo  tenía  como  ocho  años,    papá, probablemente me gustaba fingir que vivía en una nave espacial. De todos modos, mamá compró esta planta y discutieron sobre ello durante una semana. Papá decía que era ‘incongruente’,  mamá decía que si no se  quedaba la planta ella se iba…  ―Ella  duda  un momento. La cara de su padre se pone más tensa―. Eso, eh,  se prolongó durante un tiempo ―resumió―, pero luego mamá, siendo mamá, se obsesionó con otra cosa y dejó de regar la planta. Así que cuando empezó a morir, ¿adivina  quien adoptó a la pobre cosa?

―No iba a tener un arbusto muerto como pieza central de nuestra sala de estar. Alguien tenía que cuidarla. 

―La regaste  cada día, papá. Le diste alimento para planta y la podaste.  

―Sí, __, así es como mantienes una planta con vida. 

―¿Por qué no puedes admitir que amaste la estúpida planta, papá? ―Ella lo mira con una mezcla de asombro y frustración―. No entiendo, ¿qué está mal en eso? 

―Porque es absurdo  ―le  espera  él, y el  estado de ánimo  de la sala de repente cambia―. Puedes regar y podar una planta, pero no puedes ‘amar’, a una  planta. 

__ abre la boca para hablar, y luego la cierra. 

―Es una decoración sin sentido. Esta allí consumiendo  tiempo y recursos, y entonces un día decide morir, no importa lo mucho que la regaras. Es absurdo darle una emoción a algo tan sin sentido y breve. 

Hay unos largos segundos de silencio. __ rompe la  mirada de su padre y hurga en su arroz.  

―De todos modos ―murmura ella―, mi punto era, Perry… que papá solía ser un jardinero. Por lo que deberían compartir historias de jardinería. ―Me  interesan  más  cosas  que  la  jardinería  ―digo, rápidamente para  cambiar de tema. 

―¿Sí? ―dice el Sr. Grigio. 

―Sí, ah… ¿motocicletas? salvé una BMW R 1200 R hace un tiempo y he estado trabajando en blindarla, poniéndola lista para el combate por si acaso. 

―Tienes experiencia en mecánica, entonces. Eso es bueno. Tenemos una escasez de mecánicos en  Armería en estos momentos. 

__ pone los ojos en blanco  y mete frijoles en su boca. 

―También estoy pasando mucho tiempo con mi puntería. He estado solicitando asignaciones adicionales de la escuela y he quedado bastante bien con la M40. 

―Oye, Perry ―dice __―, ¿por qué no le dices a mi padre sobre tus otros planes? Como  que siempre has querido… 

La piso. Ella me mira. 

―¿Siempre quisiste qué? ―Su padre pregunta. 

―Yo no… realmente no… ―Tomo un trago de agua―. No estoy muy seguro todavía, señor, para ser honesto. No estoy seguro de lo que quiero hacer con mi vida. Pero estoy seguro de que lo voy a descubrir al momento de empezar la escuela secundaria. 

¿Qué ibas a decir?  Se pregunta  L  en voz alta, interrumpiendo la escena de nuevo, y siento una sacudida a medida que cambiamos lugares. Perry mira hacia él… hacia mí… frunciendo el ceño. 

―Vamos,  cadáver, no ahora. Esta es la primera vez que conozco al padre de __, y no va bien. Necesito concentrarme. 

―Va  muy  bien  ―dice  __  a  Perry―.  Este es mi papá en estos días, te advertí sobre él. 

―Es  mejor  que  prestes  atención  ―me dice Perry―.  Puede que tengas que conocerlo algún día, también, y  vas a pasar un tiempo más difícil ganando su aprobación que yo. 

__ pasa la mano por el cabello de Perry. ―Oh, bebé, no hables del presente. Me hace sentir excluida. Él suspira.  

―Sí, está bien. Estos fueron tiempos mejores de todos modos. Me convertí en una estrella de neutrones real cuando crecí. 

Siento haberte matado, Perry. No es que yo lo quisiera, eso sólo… 

―Olvídalo,  cadáver, lo entiendo. Parece en ese punto que yo quería salir de todos modos. 

―Apuesto a que siempre te echaré de menos cuando piense en estos días ―dice __ con nostalgia―. Estuviste muy bien antes de que papá pusieras sus garras en ti. 

―Cuida  de  ella,  ¿lo  harás?  ―susurra Perry hacia  mí―.  Ha pasado por algunas cosas duras. Mantenla a salvo. 

Lo haré. 

El Sr. Grigio se aclara la garganta.   

―Estaría empezando a planificar ahora si fuera tu, Perry. Con tu conjunto de habilidades, realmente deberías considerar la posibilidad de formación en Seguridad. Esos brotes verdes que vienen a través de la tierra están muy bien, pero toda esta fruta y verduras no son estrictamente necesarias. Se puede vivir de Carbtein nada más durante casi años antes de que la fatiga celular sea siquiera mensurable. Lo más importante es mantenernos vivos. 

__ se coge al brazo de Perry.  

―Vamos, ¿tenemos que pasar por esto de nuevo? 

―No ―dice Perry―. No vale la pena revivirlo. Vamos a un lugar agradable.

Estamos en una playa. No es una playa real, tallada durante milenios por las grandes embarcaciones del océano: esas están todas bajo el agua ahora. Estamos en la joven orilla de una ciudad portuaria recientemente inundada. Pequeños parches de arena aparecen entre las losas rotas de la acera. Percebes farolas salen del oleaje, alguna de ellas siguen parpadeando en la oscuridad de la noche, arrojando círculos de luz de color naranja en las olas. 





holis ¿Les esta gustando? perdón por tardar una semana. Al rato les subó otra capitulo ¿okis?
#Lu
NOTA: RECUERDA DAR #RT O #FAV A LA IMAGEN