#MiDemonioÁngel
#capituloocho (parte dos)

Finalmente, ella encuentra mis ojos. Parece un niño  perdido, confundido y triste.  

―Pero gracias por eh… salvarme. Otra vez. 

Con un gran esfuerzo, salgo de mi ensoñación y le sonrío.  

―En cualquier… momento. 

Ella me abraza. Es tentativo al principio, un poco temeroso, y sí, con un poco de repulsión, pero finalmente se funde en el abrazo. Descansa su cabeza contra mi cuello frío y me aprieta contra ella. Incapaz de creer lo que está sucediendo, pongo mis brazos alrededor suyo y sólo permanezco así. 

Casi juro que puedo sentir el golpeteo de mi corazón. Pero sólo debe ser el de ella, apretado firmemente contra mi pecho.  

Regresamos caminando al 747. Nada se ha resuelto, pero ella está de acuerdo en posponer su escape. Después de la caótica escena que acabamos de protagonizar, parece prudente bajar un poco el tono. No sé, con exactitud, cuánto se opondrán los Huesudos a la irregularidad que __ representa, porque es la primera vez que alguien los desafía. Mi caso no tiene precedentes.

 Entramos en un pasillo de conexión, suspendido sobre una playa de estacionamiento, y el cabello de __ danza con el viento que silba a través de las ventanas rotas. Los decorativos arbustos de interior han sido invadidos por margaritas silvestres. __ las ve, sonríe, coge un puñado. Tomo una de sus manos y la enredo con torpeza en su cabello. Aún tiene las hojas y sobresale desmañadamente por un costado de su cabeza. Pero ella la deja así. 

―¿Recuerdas cómo era vivir con las personas?  ―pregunta ella mientras caminamos―. ¿Antes de morir? 

Agito vagamente una mano en el aire. 

―Bueno, ha cambiado. Tenía diez años cuando mi ciudad fue invadida y llegamos aquí, así que recuerdo lo que solía ser. Las cosas son tan diferentes ahora. Todo está hecho más pequeño,  y más estrecho, ruidoso y frío.  ―Hace una pausa al final del pasillo elevado y mira, por la ventana vacía, hacia la pálida  puesta  del  sol―.  Estamos acorralados en el Estadio, sin  nada en qué pensar, excepto sobrevivir al final del día. Nadie escribe, nadie lee, nadie conversa en realidad. ―Hace girar las margaritas en la mano, huele una―. Ya no tenemos flores, sólo cultivos. 

Miro por la ventana opuesta, al lado oscuro del atardecer.  

―Debido a nosotros. 

―No, no es por culpa tuya. Quiero decir, sí, debido a ustedes, pero no sólo a ti. ¿De verdad que no recuerdas cómo era antes? ¿Todo el colapso político y social? ¿La inundación global? ¿Las guerras, disturbios y bombardeos constantes? El mundo estaba bastante perdido antes que ustedes chicos aparecieran siquiera. Ustedes sólo son el juicio final. 

―Pero nosotros somos… lo que está matándolos. Ahora. 

Ella asiente.  

―Por supuesto, los zombies son la amenaza más obvia. El hecho de que, casi todo el que muere regresa y mata dos personas más… sí, es algún tipo de matemática sombría. Pero la raíz del problema tiene que ser más grande que eso, o quizás es más pequeño, más sutil, y matar a un millón de zombis no va a resolverlo, porque siempre va a haber más. 

Dos Muertos aparecen a la vuelta de la esquina y atacan a __. Estrello sus cabezas, una contra la otra, y los suelto, preguntándome si habré estudiado artes marciales en mi antigua vida. Parezco más fuerte de lo que sugiere mi cuerpo delgado. 

―A mi papá no le importa nada de esto  ―continúa __ a medida que avanzamos por el túnel de carga y entramos al avión―.  Era un general del ejército retirado cuando el gobierno todavía estaba en marcha, así que piensa así. Localizar la amenaza, matar la amenaza, esperar órdenes de la gente en la gran imagen. Pero desde que esa gente se ha ido y las personas que los hicieron están todos muertos, ¿qué se supone que tenemos que hacer nosotros? Nadie lo sabe, así que no hacemos nada. Sólo salvar los suministros, matar zombies, y expandir nuestros muros hacia el interior de la ciudad. Básicamente, la idea de papá para salvar la humanidad es construir una caja de concreto realmente grande, poner a todo el mundo dentro y permanecer en la puerta con armas hasta  que envejezcamos y muramos.  ―Se desliza por un asiento y toma una larga inspiración, para luego dejarla salir. Suena tan cansada―. Lo que quiero decir es que, obviamente, permanecer con vida es jodidamente importante ―dice―, pero tiene que haber algo más allá de eso, ¿no?

Mi mente viaja a través de los últimos días y me encuentro pensando en mis hijos. La imagen de ellos en aquel pasillo, haciendo un juguete con una grapadora, jugando juntos y riendo. Riendo. ¿Había visto reír a otros niños Muertos? No puedo recordarlo. Pero pensar en ellos, aquella mirada en sus ojos mientras abrazaban mis piernas. Siento extrañas emociones brotando en mi interior. ¿Qué es esa mirada? ¿De dónde proviene? ¿En aquel adorable film que se proyectaba sobre sus rostros, qué hermosa puntuación estaba en juego? ¿Qué lenguaje es el diálogo? ¿Puede ser traducido? 

La cabina del avión está en silencio por varios minutos. Tendida sobre su espalda, __ menea la cabeza y mira hacia abajo por la ventana.  

―Vives en un aeroplano, L ―dice―. Eso es bastante bonito. Extraño ver los aviones en el cielo. ¿Te he dicho cuánto extraño los aviones? 

Voy hacia el tocadiscos. El disco de Sinatra aún está allí, saltando en una ranura interna en blanco, así que empujo la aguja hasta ‘Come Fly With Me17’. 

__ sonríe.  ―Refinado. 

Me tumbo en el suelo y doblo las manos sobre mi pecho, elevando la mirada hacia el cielorraso, pronunciando sin orden ni concierto las palabras de la canción. 

―¿También te he dicho…? ―dice __, torciendo la cabeza para mirarme― ¿… que, de alguna manera extraña, se siente un poco agradable el estar aquí? Quiero decir, aparte de casi convertirme en comida como unas cuatro veces. Han pasado años desde que tuve tiempo para solamente respirar, pensar y mirar por las ventanas. Y tienes una colección bastante decente de discos. Ella se inclina, coloca una margarita entre mis manos unidas, y luego se ríe. Me toma un momento darme cuenta que parezco el cadáver de un antiguo funeral. Me enderezo de un salto, como fulminado por un rayo, y __se echa a reír. No puedo evitar una sonrisa. ―¿Y sabes  cuál es la parte más loca, L?  ―dice―.  A veces, apenas puedo creer que seas un zombie; a veces, pienso que sólo estás usando un maquillaje temporal, porque cuando sonríes… es bastante difícil de creer. 

Me recuesto de nuevo y doblo las manos detrás de mi cabeza. Avergonzado, mantengo mi rostro triste hasta que __ se queda dormida. Entonces, la dejo reaparecer lentamente, sonriendo al cielorraso mientras las estrellas parpadean a la vida en el exterior. 

Temprano, a la tarde del día siguiente, su suave ronquido se apaga. Aún acostado sobre el suelo, espero a por los sonidos de su despertar. El desplazamiento del peso, la apretada inhalación de la respiración, el pequeño gemido. 

―L ―dice ella, atontada. 

―Sí. 

―Tienen razón, lo sabes. 

―¿Quiénes? 

―Esos esqueletos. Vi las fotografías que te mostraron. Tienen razón sobre lo que, probablemente, va a suceder. 

No digo nada. 

―Uno de nuestra gente escapó. Cuando tu grupo nos atacó, mi amiga Nora se escondió  bajo el escritorio. Ella te vio… capturarme. Puede tomarle algún tiempo a Seguridad, rastrear a qué colmena me llevaste, pero lo averiguarán pronto, y mi papá vendrá aquí. Él te matará. 

―Ya… muerto ―replico. 

―No,  no  lo  estás  ―dice ella y se yergue en su silla―.  Obviamente  no  lo estás. Reflexiono lo que está diciendo durante unos momentos.  

―¿Quieres… regresar? 

―No  ―contesta  y luego parece sorprendida―.  Es  decir,  por  supuesto, pero…―Deja escapar un gemido nervioso―.  No importa, de todos modos, tengo que hacerlo. Ellos vendrán aquí y los acabaran. A todos ustedes. 

Me quedo en silencio. 

―No quiero ser la responsable  de  eso,  ¿de  acuerdo?  ―Parece estar sopesando algo mientras habla. Su voz es tensa, indecisa―. A mí siempre me han enseñado que los  zombies son sólo  cadáveres caminantes que deben ser eliminados, pero… mírate. Tú eres más que eso, ¿verdad? ¿Y si hay otros como tú? M

i rostro está rígido. 

__ suspira.  

―L… quizás estás lleno de la suficiente sapiencia como para encontrar romántico al martirio, pero ¿qué sucederá con el resto de estas personas? ¿Y con tus hijos? ¿Qué pasa con ellos? 

Ella está empujando mi mente por calles que son raramente atravesadas. Por los muchos meses o años que he estado aquí, nunca he pensando en estas otras  criaturas que caminan junto a mí como personas. 

Humanos sí, pero no personas. Comemos, dormimos y nos mezclamos a través de la niebla, corriendo una maratón sin meta, sin medallas, sin animadores. Ninguno de los ciudadanos del aeropuerto pareció perturbarse mucho cuando maté a cuatro de nosotros hoy. Nos visualizamos a nosotros mismos de la misma forma en que consideramos a los Vivos: como carne. Sin nombre, sin rostro, desechables. Pero __ tiene razón. Tengo pensamientos. Tengo algún tipo de alma, arrugada e impotente como debe ser. Así que, quizás, los otros también la tengan. Tal vez, hay algo que valga la pena rescatar. 

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#Lu