#Segundocapitulo ''My hero''
#MiDemonioÁnegel

Es hora de alimentarse, otra vez. No sé cuánto tiempo ha pasado desde nuestro último viaje de cacería, probablemente solo un par de días, pero lo siento. Siento sisear  la electricidad en mis miembros, desvaneciéndose. Veo visiones  incesantes de sangre en mi mente, ese rojo brillante e hipnótico, fluyendo a través de tejidos de color rosa brillante en intricadas redes y fractales Pollock2, latiendo y vibrando con vida. 

Encuentro a H en el patio de comidas hablando con algunas chicas. Es un poco diferente a mí. Él sí parece disfrutar la  compañía de las mujeres, y su dicción mejor que la del promedio las atrae como una carpa deslumbrante, pero él mantiene una distancia. Se ríe de ellas. Los Huesudos una vez trataron de arreglarle un matrimonio, pero él simplemente se alejó. Algunas veces me pregunto si tiene una filosofía. Quizás incluso una visión del mundo. Me gustaría sentarme con él y tomar su cerebro, solo un diminuto pedazo en algún lugar del lóbulo frontal para tener una probada de sus pensamientos. Pero él es un chico demasiado duro para estar así de vulnerable alguna vez. 

―Ciudad ―digo, poniendo una mano en mi estómago―. Comida. 

Las chicas con las que está hablando me miran y se voltean alejándose. He notado que pongo nerviosa a alguna gente. 

―Recién…  comí  ―dice H,  frunciéndome el ceño un poco―. Hace dos… días. 

Me agarro el estómago de nuevo. ―Me siento vacío. Me siento… muerto. Él asiente. ―Matri… monio.

Le lanzo una mirada. Sacudo la  cabeza y aprieto mi estómago con más fuerza. ―Necesito. Ve… consigue otros. Él suspira y se retira, me choca con fuerza al pasar, pero no estoy seguro de si es intencional. Él es, después de todo, un zombie. 

Se las arregla para encontrar algunos otros con apetito, y formamos una pequeña pandilla. Muy pequeña. Inseguramente pequeña. Pero no me importa. No recuerdo haber estado nunca tan hambriento. 

Nos ponemos en marcha hacia la ciudad. Tomamos la autopista. Como todo lo demás, los caminos están volviendo a la naturaleza. Paseamos por calles vacías y bajo pasos a desnivel con cortinas de hiedra. Mis recuerdos residuales de esos caminos contrastan dramáticamente con su pacífico estado actual. Tomo un profundo aliento del aire dulce y silencioso. 

Nos adentramos más de lo usual en la ciudad. El único aroma que recojo es óxido y polvo. Los Vivos sin techo se están haciendo más escasos, y aquellos con refugio están saliendo con menos frecuencia. Sospecho que su estadio de fortaleza se está volviendo autosuficiente. Imagino vastos jardines plantados en los banquillos, llenos de zanahorias y frijoles. Ganado en el palco de prensa. Campos de arroz en los jardines. Podemos ver la más grande de estas ciudadelas avecinándose en el horizonte brumoso, su techo retráctil abierto al sol, burlándose de nosotros. 

Pero, finalmente, sentimos a las presas. El aroma de la vida abrupta e intensa electrifica nuestras fosas nasales. Están muy cerca, y hay un montón de ellos. Quizás cerca de la mitad de nuestro número. Dudamos, tropezando hacia una parada. H me mira. Mira hacia nuestro pequeño grupo, luego de nuevo a mí.  

―No ―gruñe. 

Apunto hacia el torcido y colapsado rascacielos que está emitiendo el aroma, como un tentáculo caricaturesco de aroma atrayente: ven… 

―Comer ―insisto. 

H sacude la cabeza.  

―Demasiados. 

―Comer. Él mira a nuestro grupo de nuevo. Olfatea el aire. El resto de ellos están indecisos. Algunos también olfatean con cautela, pero otros están más decididos como yo. Gimen y babean y chasquean los dientes. 

Me estoy agitando.  

―¡Lo necesito! ―grito, lanzándole una mirada a H―. Va… mos.

Me volteo y me encamino con pesada velocidad hacia el rascacielos, con el pensamiento centrado. El resto del grupo me sigue reflexivamente. H me alcanza y camina a mi lado, mirándome con una mueca incómoda. 

Estimulado a un inusual nivel de intensidad por mi energía  desesperada, nuestro grupo avanza por entre las puertas giratorias y se precipita por los oscuros pasillos. Algún terremoto o explosión eliminó  parte de la base, y el rascacielos entero se inclina en un  ángulo  vertiginoso y deformado. Es difícil navegar por los zigzagueantes pasillos, y la inclinación hace que incluso caminar sea un desafío, pero el aroma es abrumador. Luego de unos pocos tramos de escaleras comienzo a oírlos también, haciendo ruido y hablando los unos con los otros en esas constantes, melodiosas corrientes de palabras. El discurso de los Vivos siempre ha sido una feromona sonora para mí, y sufro un breve espasmo cuando llega a mis oídos. Aún tengo que encontrar a otro zombie que comparta mi apreciación por esos sedosos ritmos. H piensa que es un fetiche enfermo. 

Al tiempo que alcanzamos su nivel del edificio, algunos de nosotros comenzamos a gemir ruidosamente, y los Vivos nos escuchan. Uno de ellos da la alarma y escucho armas martillándose, pero no vacilamos. Irrumpimos a través de una última puerta y nos precipitamos hacia ellos. H gruñe cuando ve cuántos hay, pero arremete conmigo contra el hombre más cercano y agarra sus brazos mientras yo desgarro su garganta. El ardiente sabor rojo de la sangre inunda mi boca. El destello de vida se dispersa fuera de sus células como niebla cítrica de una cáscara de naranja, y lo succiono.  

La oscuridad de la habitación está pulsando con armas de fuego, y según nuestras normas estamos claramente superados en número (solo  hay tres de nosotros por cada uno de ellos)  pero algo está inclinando las cosas a nuestro favor. Nuestra maniaca velocidad no es característica de los Muertos, y nuestra presa no está preparada para eso. ¿Todo esto viene de mí? Las criaturas sin deseo no se mueven rápidamente, pero ellos estás siguiendo mi ejemplo, y yo soy un torbellino  hambriento. ¿Qué me ha sucedido? ¿Estoy simplemente teniendo un mal día?   

Hay solo otro factor trabajando en nuestra ventaja. Estos Vivos no son veteranos expertos. Son jóvenes. Adolescentes, en su mayoría, chicos y chicas. 

Uno de ellos tiene un acné tan horrible que probablemente le dispararán por error en esta luz parpadeante. Su líder es un niño ligeramente mayor con  una barba irregular, que está de pie sobre un mostrador en medio de la habitación y grita aterrorizadas instrucciones a sus hombres. En el momento en que caen al suelo bajo el peso de nuestra hambre, y unos  puntos de sangre salpican las paredes, este chico se inclina de forma protectora  sobre una pequeña figura agachada bajo él en el escritorio. Una chica, joven y rubia, apretando su hombro huesudo contra su arma de fuego mientras dispara ciegamente en la oscuridad. 

Corro a través de la habitación y agarro las botas del chico. Tiro de sus pies y cae, golpeándose la cabeza en el borde del mostrador. Sin vacilación me abalanzo sobre él y muerdo su cuello. Luego, hundo mis dedos en la abertura de su cráneo, y abro su cabeza como una cáscara de huevo. Su cerebro late dentro, caliente y rosado. Tomo un profundo, amplio, voraz mordisco y… 

 

Soy Perry Kelvin, un niño de nueve años creciendo en un algún lugar rural. Las amenazas están todas en alguna costa distante y no nos preocupamos por ellas aquí. Aparte de la cerca de alambre de emergencia entre la cresta de la montaña y el río, la vida es casi normal. Estoy en la escuela. Estoy aprendiendo sobre George Washington. Estoy montando mi bicicleta por polvorientos caminos en pantaloncillos cortos y una camiseta sin mangas, sintiendo el calor del sol de verano en la parte posterior de mi cuello. Mi  cuello. Me duele el cuello, él… 

Estoy comiendo una rebanada de pizza con mi mamá y mi papá. Es mi cumpleaños y están haciendo lo que pueden para tratarme, aunque su dinero ya no vale mucho. Acabo de cumplir once, y están finalmente llevándome a ver una de las incontables películas de zombies que han salido últimamente. Estoy tan emocionado que apenas puedo saborear mi pizza. Doy un mordisco enorme y el grueso queso se pega a mi garganta. Me ahogo y lo devuelvo y mis padres se ríen. La salsa de tomate mancha mi camisa como… 

Tengo quince, estoy mirando por la ventana hacia las inminentes paredes de mi nueva casa. La luz del sol color gris nublado pasa a través del techo abierto del Estadio. Estoy en la escuela nuevamente, escuchando una lectura sobre salvamento de seguridad y tratando de no quedarme mirando a la hermosa chica que está sentada a mi lado. Tiene el cabello corto y encrespado de color rubio y ojos azules que bailan con una diversión secreta. Las palmas de mis manos están sudando. Mi boca está llena de pelusas de lavandería. Cuando la clase termina, la alcanzo en el pasillo y digo: ―Hola. 

―Hola ―dice ella. 

―Soy nuevo aquí. 

―Lo sé.

 ―Me llamo Perry. 

Ella sonríe. 

―Soy __. Ella sonríe. Sus ojos brillan.  

―Soy __. Ella sonríe. Vislumbro sus tirantes. Sus ojos son novelas clásicas y poesía.  

―Soy __ ―dice ella. 

Ella dice… 

―Perry  ―susurra __ en mi oído mientras beso su cuello. Entrelaza sus dedos con los míos y aprieta con fuerza.  

La beso profundo y acaricio su  nuca con mi mano libre, enredando mis dedos en su pelo. La miro a los ojos. 

 ―¿Tú quieres? ―respiro. Ella sonríe. Cierra sus ojos y dice―: Sí. 

La aprieto contra mí. Quiero ser parte de ella. No solo  estar  dentro de ella sino  que  a su alrededor. Quiero que  se abra una grieta en nuestras cajas torácicas y que nuestros corazones migren y se fusionen. Quiero que nuestras células se trencen juntas como un hilo viviente.  

 

Y ahora soy mayor, más sabio, sacando chispas a una motocicleta por un camino olvidado del centro. __ está en el asiento detrás de mí, sus brazos apretando mi pecho, sus piernas envueltas a mí alrededor. Sus aviadores brillan al sol mientras ella ríe, mostrando sus dientes perfectamente derechos. La risa ya no es mía para compartirla, y esto lo sé, tengo que aceptar el modo en que las cosas son y el modo en que serán, incluso si ella no lo ha hecho ni lo hará. Pero al menos puedo protegerla. Por lo menos puedo mantenerla a salvo. Ella es tan insoportablemente hermosa y a veces veo un futuro con ella en mi cabeza, pero mi cabeza, mi cabeza duele, oh Dios mi cabeza está… 

Alto. 

¿Quién eres tú? Deja que los recuerdos se disuelvan. Tus ojos tienen costras… parpadea. Jadea con una respiración entrecortada.  

Eres tú de nuevo. Eres nadie.  

Bienvenido otra vez. 

Siento la alfombra bajo mis dedos. Oigo disparos. Me pongo de pie y miro alrededor, mareado y tambaleante. Nunca he tenido una visión tan profunda, como una vida entera apareciendo en mi cabeza. La picazón de las lágrimas quema en mis ojos, pero mis ductos ya no tienen fluidos. La sensación ruge insaciable como el spray de pimienta. Es la primera vez que he sentido dolor desde que morí. 

Oigo un grito en las proximidades y me giro. Es ella. Está aquí. __  está aquí, es mayor ahora, quizás tiene diecinueve, su grasa de bebé se ha derretido, revelando líneas más definidas y un porte más fino, músculos pequeños pero tonificados  en su estructura  femenina. Está acurrucada en un rincón, desarmada, sollozando y gritando mientras H se arrastra hacia ella. Él siempre encuentra a las mujeres. Sus recuerdos son como porno para él. Aún me siento desorientado, inseguro de dónde estoy o quién soy, pero…  

Hago a un lado a H y gruño―: No. Mía. 

Aprieta los dientes como si estuviera a punto de volverse contra mí, pero un disparo desgarra su hombro y se voltea hacia la habitación para ayudar a otros dos zombies a acabar con un chico pesadamente armado. 

Me acerco a la chica. Ella se encoge ante mí, su tierna carne ofreciéndome todas las cosas que estoy acostumbrado a tomar, y mis instintos empiezan a reafirmarse a sí mismos. La urgencia de rasgar y desgarrar surge en mis brazos y mandíbula. Pero luego ella grita otra vez, y algo se mueve en mi interior, una débil polilla luchando contra una telaraña. En este breve momento  de vacilación, aún cálido con el néctar de los recuerdos de un hombre joven, hago una elección.  

 

Dejo escapar un suave gemido hacia la chica, tratando de forzar amabilidad en mi aburrida expresión. No soy nadie. Soy un chico de nueve años, soy un chico de quince años, soy… 

Ella arroja un cuchillo a mi cabeza.  

El cuchillo se introduce en el centro de mi frente y se tambalea ahí. Pero ha penetrado menos de dos centímetros, sólo rozó mi lóbulo frontal. Lo saco y lo arrojo. Extiendo mis manos, haciendo suaves ruidos con mis labios, pero estoy impotente. ¿Cómo voy a parecer inofensivo cuando la sangre de su amado está deslizándose por mi mentón? 

Estoy a solo unos pocos metros  de distancia ahora. Ella está buscando a tientas otra arma en sus pantalones. Detrás de mí, los Muertos están terminando su carnicería. Pronto volverán su atención a este rincón oscuro de la habitación. Tomo un profundo respiro.

 ―_… __―digo. Sale de mi boca como miel. Se siente bien solo decirlo. Sus ojos se ensanchan. Se congela. 

―__ ―digo de nuevo. Saco mis manos. Apunto a los zombies detrás de mí. Sacudo mi cabeza.

Ella se me queda viendo, sin dar señal de entender. Pero cuando me acerco para tocarla, no se mueve. Y no me apuñala. 

Estiro mi mano libre hacia la  cabeza herida de un zombie  caído y recojo un puñado de sangre negra y sin vida. Lentamente, con suaves movimientos, la unto en la cara de ella, por su cuello y en su ropa. Ella ni siquiera retrocede. Probablemente está catatónica. 

Tomo su mano y la pongo de pie. En ese momento H y los otros terminan de devorar sus presas y giran para inspeccionar la habitación. Sus ojos recaen en mí. Recaen en __. Camino hacia ellos, agarrando su mano, sin arrastrarla del todo. Se tambalea detrás de mí, mirando hacia el frente. 

H olfatea el aire con cautela. Pero sé que está oliendo exactamente lo que yo estoy oliendo: nada. Solo el negativo olor de la sangre de Muerto. Está esparcido sobre todas las paredes, mojando nuestras ropas, y untada con cuidado en una joven chica Viva, ocultando el brillo de su vida bajo su almizcle oscuro y sobrecogedor. 

Sin decir palabra, abandonamos el rascacielos y nos dirigimos de vuelta al aeropuerto. Camino en las nubes, lleno de extraños  y caleidoscópicos pensamientos. __ se sostiene sin fuerzas de mi mano, mirando a un costado de mi rostro con los ojos muy abiertos y los labios temblorosos.


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- #Lu