NOVELA:Una deuda de Amor


Su mirada cayó sobre la maleta abierta. El teléfono volvió a sonar. Esta vez, agarró el auricular.

-¿Hola? -dijo nerviosa.
-Levántate, ______ -sonó la profunda voz de Justin, haciéndala sentarse de golpe en la cama-. Son las seis y media. Te quiero en el gimnasio vestida adecuadamente y totalmente despierta a las ocho.

-¿El gimnasio? -se sorprendió _____________ al enterarse de que tenía que levantarse antes de las siete, particularmente un sábado. Spike todavía dormía tranquilo en su cesta.
-He contratado a un entrenador para que te ponga en forma -terminó Justin secamente y colgó.

Un entrenador. __________ se imaginó un sargento de infantería, una masa de músculos que le gritaría órdenes salpicadas de insultos. O quizás el entrenador era alguien agradable que la hiciera trabajar poco a poco. Trató de imaginarse a Justin contratando a alguien agradable. La esperanza se desvaneció rápidamente. El entrenador sería duro e impío. Después de todo Justin la había llamado perezosa.

Despertó a Spike y lo llevó a un patio cerrado que había visto al llegar la noche anterior al final del pasillo, cuando Justin la había puesto en manos de Fisher, el mayordomo, como si hubiera sido un paquete.

Cuando Spike hizo sus necesidades, volvió al dormitorio a darse una ducha. ¿Ropa adecuada? Un pantalón suelto y una camiseta talla extra grande eran lo único que tenía. Le hacían parecer igual de ancha que alta. ¿Una esbelta ______? ¿Y si la gimnasia funcionaba? Se imaginó a Scott reconociéndola como un miembro del sexo opuesto.

El estómago le hacía ruido de hambre. Estaba por ir a la cocina cuando un discreto golpe sonó en la puerta.
Fisher apareció portando una bandeja con un gran vaso lleno de un líquido gris verdoso.
-Ayer la señorita Stevens le mandó su plan de régimen por fax a la cocinera -le explicó-. Creo que ésta es su propia receta para un cóctel energético matinal.
-Oh... -sorprendida, aceptó el vaso. ¿Plan de régimen? Estaba dispuesta a hacer ejercicio, pero hacer dieta...

¿Y quién era esa señorita que Fisher mencionaba?
-¿La señorita Stevens? –preguntó
-Gilda Stevens, la entrenadora -explicó Fisher inexpresivo-. Las instrucciones concernientes a sus menús fueron de lo más precisas.
Conque su entrenador era una mujer. _______ bebió la mezcla. Sabía a agua de fregar, pero intentando no poner cara de asco, se lo tomó todo, esperando que Fisher le dijese cuándo era el desayuno.
-El señor Bieber la espera en el gimnasio en cinco minutos -le informó el mayordomo retirándose.
-¿Y el desayuno? ¿Es más tarde?
-Ese era el desayuno, señorita Robinson.

Al ver su cara atónita, Fisher miró hacia otro lado.
-¿Esto es todo lo que puedo tomar en esa dieta?
Fisher asintió con la cabeza, y luego le dijo cómo llegar al gimnasio. Al pasar, vio magníficos cuadros y hermosas alfombras. No la sorprendió entrar a un gimnasio fantástico lleno de los más modernos aparatos.

Al final de la espaciosa habitación, Justin, apoyado contra una moderna máquina de tortura, charlaba con una morena. Probablemente Gilda Stevens, que vestía menos ropa de la que ______ usaba para dormir. Una camiseta mínima le cubría apenas el delicado busto y pantalones cortos apretados como una segunda piel le marcaban las increíblemente delgadas caderas. Cada centímetro de lo que quedaba al descubierto estaba bronceado y suave como la seda

¿Por qué tenía que ser tan guapa? _____ se preguntó ante la inevitable comparación.
-No te quedes ahí -dijo Justin, que llevaba un traje oscuro- Gilda me ha hecho el favor de ocuparse personalmente de ti.

La morena la estudió con ojos críticos mientras se aproximaba. Justin se giró también y sus cejas se arquearon al verle el aspecto.

-¿No tenías nada más adecuado que ponerte?
-_______ probablemente se sienta incómoda con ropa más insinuante. Lo he visto otras veces. Por suerte la dieta y el ejercicio pueden hacer milagros...
-Mirad, no soy una cosa sobre la que podáis discutir como si no existiese...

-Ya te mandaré un equipo -dijo Justin, sus oscuros rasgos con expresión distante mientras se retiraba.
Gilda la evaluó de la cabeza a los pies con sus ojos azules y acuosos y sin pensar lo que hacía, ______ corrió tras justin. De repente, sentía que era su único amigo.

-¡Justin! -lo alcanzó en la puerta y susurró- Justin, ésa no es una mujer normal. De costado es como una tabla. No sabía que alguien podía ser tan flaco sin morirse. Por supuesto que le debo parecer enorme, pero yo no puedo evitar haber nacido así.

Después de una pausa atónita, Justin echó la cabeza hacia atrás y estalló en carcajadas.
-No le veo la gracia -dijo _____ mortificada-. Cuando me dijiste que tenía que trabajar duro no mencionaste ni la dieta ni que me pondrías a cargo de un bicho palo. ¿Has visto cómo me ha mirado? Como si yo fuese un elefante.
Justin se apoyó contra la pared tratando de contener las carcajadas.

-Es el trato, _______. Gilda es famosa por sus resultados.
-Tengo hambre -murmuró _______, pero se dio cuenta de que no le podía quitar los ojos de encima. Al relajársele la cara con la risa y perder el aura de superioridad que siempre lo rodeaba, era otro hombre. Tenía un atractivo increíble, reconoció, mirando incómoda la pared.
-Mala suerte. Si no se sufre, no se gana.

-¿Alguna vez has estado a dieta?
-No lo necesito. Soy demasiado disciplinado para cometer excesos.
________ retiró la mirada del perfil digno de un escultor griego y miró al suelo.
-¡No hagas eso, siempre me enerva! ¡Mírame cuando te hablo!

La sorprendió que se hubiese dado cuenta de que nunca lo miraba a los ojos, pero levantó la vista y la mandíbula se relajó un poco antes de que Justin se diera vuelta para irse.

-________... mejor será que empecemos -llamó Gilda Stevens-. Comenzaremos por pesarte.

Hasta mañana -dijo Gilda.
Boca abajo en la colchoneta, cubierta de sudor, _____ trató de asentir con la cabeza, pero ni pudo hacer ese movimiento.
-Estás fuera de forma -suspiró su verdugo mientras se iba-. Pero ahora que te he dado los ejercicios, podrás seguir por tu cuenta todos los días.
Todos los días. ________ contuvo un quejido, pero se forzó a sonreír agradecida. Gilda era dura y no tenía ni un ápice de sentido del humor, pero había trabajado con ella incansablemente para conseguir que hiciese todos los ejercicios con corrección. Horriblemente incansable.
Al quedarse sola, _____ se quedó dormida, pero unos pasos la despertaron. Levantó la cabeza y vio los brillantes zapatos de Fisher.

-¿Dónde quiere comer?
-Aquí está bien.
Le puso la bandeja en el suelo. Un plato lleno de ensalada verde y verduras crudas apareció a su lado.
-Nunca me ha gustado la ensalada.
-Es una dieta desintoxicarte, creo -comentó Fisher-. A media tarde le toca un pomelo entero.
Las papilas gustativas de _______ tuvieron un escalofrío, pero tenía tanta hambre que mordisqueó un tallo de apio.
-Me gustan los carbohidratos, la pasta, la carne, la tarta de chocolate...

Un par de zapatos italianos hechos a mano apareció en su campo visual.
-Pero no puedes hacer trampa.
-Pensé que estabas en el banco -dijo ______ acusadoramente.

-Mi intención es controlar este proyecto. Y por suerte he venido, porque Gilda se ha ido y aquí estás, tirada sin hacer nada como si estuvieras de vacaciones.
-¡Me siento tan débil que no me puedo mover!
Justin se puso de cuclillas a su lado con agilidad.
-He mirado tu examen médico del banco. Estás en perfectas condiciones físicas. No hay motivos por los que no puedas seguir un programa para ponerte en forma -los oscuros ojos la asaltaron como un choque frontal-. ¿Por qué no te pusiste la ropa que te mandé?
Parecía todo tan pequeño que no le había dado la gana hacer el esfuerzo de ponérselo frente a Gilda.
-Necesito comer para tener energía.

Justin le dirigió una fría mirada de reproche.
-Tienes la actitud equivocada. Antes de empezar, ya te das por vencida, y por eso, ni lo intentas.
-Seguiré el programa... ¿Vale?
-No, no me vale. Quiero que te comprometas un ciento cinco por ciento –Justin la estudió con intensidad fulminante, la mandíbula rígida-. Recuerda lo que esto me cuesta. La suma total de tus deudas era considerable. Si no lo has entendido hasta ahora, entiéndelo de una vez. Te lo tienes que ganar.

________ palideció y no pudo sostenerle la mirada.
-Yo... Yo...
-Si empiezas a flaquear, me tendrás aquí tomándote el tiempo. Y si te parece que Gilda es dura, es que no sabes lo que es bueno.

-¡Qué alegría verte! -exclamó Scott esa tarde, levantándole la moral cuando llegó a su casa.
Tímidamente se retiró el flequillo de los ojos y le sonrió.
Alto, delgado y rubio, Scott respondió con un amistoso puñetazo en el hombro y le mostró la cocina.
-Unos amigos se quedaron un par de días. ¡Mira qué desastre me han dejado! -se quejó.
-Te lo arreglo en un periquete -le dijo _______ con entusiasmo.

Cuando salía, Scott la miró y frunció las cejas. Haciendo una pausa en la puerta, la miró.
-¿Te has hecho algo en el pelo o cambiado el maquillaje?
-No, no llevo maquillaje -se envaró __________.
-Debe ser el color de tus mejillas. Casi diría que estás bonita.

Scott meneó su elegante cabeza, como sorprendido por haber hecho tal descubrimiento y se fue, dejándola que se ocupara de las montañas de platos sucios que se apilaban en todas las superficies posibles.
Casi bonita. El primer cumplido que Scott se dignaba a hacerle. _________ se quedó en el centro de la mugrienta cocina con una expresión soñadora en la cara. Quizás la dieta desintoxicarte ya empezaba a funcionar si Scott por fin se había dado cuenta de que era una mujer...

Sintiéndose como alguien con una misión que transformaría su vida, _________ se juró estar en el gimnasio a primera hora la mañana siguiente. Canturreando alegremente, lavó los platos, fregó el suelo y limpió el fogón.
-¡No sé cómo lo logras! -exclamó Scott apreciativo mientras se ponía la chaqueta del elegante traje-. ¿Qué haría sin ti, _____?

_______ esbozó una sonrisa radiante.
-Me voy, pero no es necesario que te des prisa -le aseguró Scott-. Y si encuentras un minuto para pasar la aspiradora en el salón, te lo agradecería.
-No hay problema -se apresuró a decirle-. ¿Ya funciona la lavadora?
-No. El técnico viene el miércoles.
________ lo siguió hasta la puerta de entrada con aspecto de estar pisando suelo sagrado.

-¿Una cita? -preguntó con estudiada indiferencia.
-Sí. Es guapísima -rió Scott-. ¡Hasta luego, _______!
_______ llegó a la imponente casa de Justin Bieber después de las diez, porque no quiso irse del apartamento de Scott sin haber antes lustrado todos los muebles y aspirado cada centímetro de la alfombra. Tocó el timbre y respondió al saludo de Fisher con una sonrisa ausente antes de dirigirse a su habitación.
Justin, que salía de una de los elegantes salones de recepción, la tomó totalmente por sorpresa.
-¿Dónde te habías metido?

-¿Per... perdona? -tartamudeó _______.
-Esperaba un informe de tu progreso a las seis y ya te habías ido -informó Justin, adusto.

-Oh... estaba con Scott -le dijo ausente, estudiando sus facciones. Una serie de estúpidas comparaciones se le ocurrían. Justin era más fuerte, más atlético que Scott, su piel de tono dorado, mientras que la de Scott era blanca. Justin llevaba un corte de pelo que moldeaba perfectamente su cabeza y el adorable pelo rubio de Scott caía sobre la frente... ¿Dios mío? ¿Qué hacía estudiando cada detalle de su apariencia, cuando antes ni se atrevía a mirarlo?
Tenía un aspecto tan inmaculado, tan perfecto... ¿Cómo lo lograba? Ahí estaba ella, con la camiseta manchada de fregar, el pelo revuelto por el viento y los zapatos sucios.

-¿Quién es Scott? ¿Tu novio?

-No, no tengo novio... Scott es sólo... Scott.
-¿Scott? -preguntó Justin impaciente, elevando una ceja 

-Scott Lewis -la mirada de sus ojos se hizo más ausepte todavía-. Yo lo quiero, pero él no me mira con esos ojos, aunque creo que está a punto...

-Y yo estoy a punto de que me dé un ataque. Espero que no le hayas dicho nada de nuestro acuerdo particular.
-Oh, no. Scott y yo no tenemos ese tipo de conversación. Nada profundo.

La puerta del salón de donde había salido Justin se abrió y una rubia preciosa que llevaba un elegante vestido negro de tirantes se asomó.

-¿Problemas con el servicio, Justin?
Justin distrajo su frustrada atención de ______ para sonreírle.
-No te preocupes, Lisette

_______ se fue a su habitación y saludó a Spike en su canasta. Luego le dio de comer a Justin, el pez, sintiéndose culpable de que estuviese solo en la pecera. Seguro que se había comido a sus dos compañeros anteriores porque eran del sexo equivocado. Era un pez agresivo. Quizás la llegada de una hembra lo transformase.
Mientras se ponía el ajustado pijama de pantaloncitos cortos, luchó contra el convencimiento de que si no comía pronto, el estómago se le quedaría pegado a la columna. Después de todo, ahora tenía una meta clara, un objetivo real. Scott valía el compromiso de ciento cinco por ciento que Justin  pretendía. Se dedicaría en alma y cuerpo al programa de Gilda.
Pero el hambre la hizo revolverse en la cama, incapaz de dormir.

A la una, se levantó con una decisión súbita. Una manzana, una tostada, una taza de té con una gotita de leche. Seguro que eso no se notaría en la balanza.
_______ bajó a la cocina por la casa oscura y silenciosa. Abrió la nevera y se arrodilló ante ella, mirando la variedad de tentaciones disponible.

Un pecadillo. Un sándwich. No le pondría mantequilla, negoció consigo misma. ¿Qué tal una rebanada fina de queso con una tostada y esa salsa... o quizás...?
-¿Se puede saber a qué estás jugando?