I


“Birmingham New Street”

Ginny abrió los ojos y al darse cuenta de lo que la mecánica voz de mujer había dicho, se incorporó de repente. Esa era la estación en la que tenía que bajar, la que se había estado repitiendo continuamente desde que se subió al tren en Coventry. 
Cogió la maleta de debajo de su asiento y salió a toda prisa del vagón. Una vez fuera, suspiró. Iba a empezar de nuevo. E iba a hacerlo sin remordimientos, sin cargar con cosas que no le tocaba cargar, sin golpes, sin dolor. Ahora todo iría mejor, porque, en realidad, ¿cómo podía ir a peor?

Su estomago rugió devolviéndola a la realidad. Tenía que encontrar un sitio donde dormir y algo para comer. Dando otro suspiro y llenándose de confianza, avanzó por la estación con paso decidido y la mirada fija en las puertas automáticas que daban al exterior. Pero apenas cinco pasos después, la espalda de alguien se interpuso en su camino haciéndola tambalear hacia atrás.

– ¿Pero qué…?
– ¿Se puede saber qué haces aquí en medio? —Se quejó una voz por encima de ella.

Ginny levantó la mirada para encontrarse con un par de ojos azules mirándola de arriba abajo.

– Eres tú el que no mira por donde va —Contestó ya molesta.

El chico rió incrédulo. 

– ¿Acaso no sabes quién soy?

Ginny lo miró. Era alto, por lo que ella tenía que doblar un poco el cuello para verle la cara. Tenía la piel pálida con una única peca cerca del ojo derecho y el pelo castaño oscuro perfectamente estilizado en un flequillo que no alcanzaba a cubrirle las cejas.

— ¿Acaso tengo que saber quién es el idiota que se ha chocado conmigo en una estación?

Él sonrió y la miró. Unos ojos avellana rodeados por largas pestañas lo observaban con una mirada impaciente y el ceño fruncido. Llevaba su cabellera rubia y lisa recogida en un moño mal hecho y su ropa estaba algo descolocada, las mangas de su jersey tapándole las manos y sus pantalones vaqueros arrugados. Pero era guapa. Aunque decir que solo era guapa es como decir que el Empire State es solo alto.

– Nathan Peters y si no los sabes debes de haber estado viviendo bajo una piedra – Dijo el chico, al que ahora podía identificar como Nathan, todavía sonriendo de lado.

Ginny lo miró de arriba abajo por segunda vez intentando recordar donde podría haber visto esa cara o haber oído ese nombre. Nathan Peters. Ojos azules. Pelo castaño. Nada.

– Eres y vas a seguir siendo el idiota que se chocó conmigo en la estación – Suspiró ella. Se inclinó hacia abajo para recoger su maleta, la cual había depositado en el suelo en algún punto de la corta conversación, pero se paró en seco en cuanto los ojos de Nathan se fijaron en su hombro ahora descubierto por ese jersey demasiado grande. Ginny maldijo en voz baja — Me caí. En bicicleta — Y antes de que tuviera tiempo de reaccionar, ella ya estaba caminando hacia la salida.
— ¡Cuando quieras puedo enseñarte a montar! ¡Y aprender a mentir también te iría bien! — Gritó él a sus espaldas.
— ¡No me hace falta ninguna de las dos!

Las puertas se cerraron detrás de ella.

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No sabía qué hacer. Estaba perdida, total y literalmente perdida. No tenía a donde ir y por más que rondara por las calles de Birmingham intentando buscar un sitio en el que dormir, anuncios de alguien que buscase compañero de piso u ofertas de trabajo ya era tarde. El cielo se teñía de negro y el frío salía de su escondite. 

Su estomago rugió por enésima vez, insistente. Solo había comido una de esas hamburguesas baratas que venden en las estaciones para intentar calmar un poco los incesantes gritos de socorro que se escapaban de su barriga pero solo había hecho efecto las primeras horas y ya habían pasado. Se dijo a si misma que podía aguantar y eso fue lo que sonó en su cabeza todo el día entre dudas de cómo conseguiría sobrevivir en una ciudad desconocida, sin comida ni un techo.

Las ruedas de su maleta golpeaban el suelo con furia, dejando un molesto ruido a su paso. ¿Dónde se suponía que tenía que ir ahora? Si las cosas se ponían realmente feas, siempre podía ir a ese motel barato que vio cerca de la estación. La cosa estaría en como volver. Y aparte, eso significaría gastar dinero y no se podía permitir una cosa así hasta que encontrara un trabajo. El caso es que necesitaba un sitio donde dormir pero era tarde, oscuro y hacía frío. Y–oh, genial, ese trueno acababa de arreglar totalmente las cosas.

— Mierda.

Ginny empezó a correr. Si quedaba empapada por la lluvia, al anochecer acabaría muriendo de hipotermia. Sostuvo la maleta encima de su cabeza intentando evitar mojarse mientras corría con cuidado de no resbalar y buscaba algún sitio donde refugiarse del agua. Después de unos minutos corriendo y maldiciéndose a sí misma por tener un cuerpo tan débil, encontró un portal al que la lluvia no alcanzaba. Sin pensarlo un segundo, aceleró el paso y al alcanzar el portal, encajonó su cuerpo en una esquina y se dejó caer al suelo con su maleta al lado. Al hacerlo, una mueca de dolor se escapó de sus labios. Por un momento había olvidado por completo que los moratones seguían ahí. Que su pasado seguía ahí. Suspiró llevándose las manos a la cabeza y apoyando los codos en sus rodillas. Ahora todo iba a salir bien, ya lo había perdido de vista, ya no podía hacerle daño. 

Suspiró de nuevo y echó un vistazo al portal donde se encontraba. ¿La echarían si se quedaba a dormir ahí? ¿Y si probaba a escabullirse dentro del edificio? Si encontraba un sitio dónde no se la viera, podía pasar la noche ahí. Tampoco estaría haciendo nada malo, ¿no? Uhm. Estaba a punto de levantarse para averiguar cómo entrar cuando alguien apareció en el portal. Ginny pegó un salto al darse cuenta y acto seguido gimió de dolor. Moratones. Cuando fijó los ojos en la persona que la había asustado, vio a una chica rubia. Una chica rubia empapada con los ojos azules rojos e hinchados, lágrimas en la cara y restos de maquillaje en las mejillas. Ginny se la quedó mirando sin saber qué hacer, mientras la otra chica le sostenía la mirada e intentaba tragar sus sollozos.

— ¿E-estás bien? — Dijo finalmente Ginny, algo desconcertada. La chica no llevaba paraguas, pero aún así continuaba debajo de la lluvia.
— Sí, sí, yo... Estoy perfectamente — Soltó una carcajada y sorbió por la nariz —. Mi novio, en realidad ex-novio, me ha dejado el día después de acostarme con él por una guarra que dicen que lo hace muy bien a pesar de tener dieciséis años delante de todos sus amigos a los que por cierto detesto y van a reírse de mí por el resto de sus asquerosas vidas porque el muy gracioso ha recitado las diez razones por las cuales preferiría tirarse a una vaca antes que a mí otra vez. Pero sí, perfectamente. Sin problemas.

Ginny se quedó petrificada. ¿Cómo?

— Menudo capullo — Musitó. La chica rió.
— El más grande — Dijo, y acto seguido se acercó a Ginny y se sentó a su lado — ¿Y tú? ¿También has acabado aquí por culpa de algún capullo?

Ginny dudó unos segundos. Oh, que le den.

— Bueno, el prometido de mi hermana ha estado dejándome moratones y rasguños por todo el cuerpo desde hace un año hasta hoy, que he decidido marcharme de esa mierda y venir aquí donde no tengo ni familia, ni amigos, ni casa, ni trabajo pero donde tampoco tengo alguien que me pega.
— W-wow — Dijo la chica mirando a Ginny con una mezcla entre asombro y dolor —. Eso es un capullo en mayúsculas. No vuelvas a ese sitio. Nunca.
Ginny sonrió con algo de tristeza.
— No tenía pensado hacerlo.

Las dos se quedaron en silencio unos minutos, solo escuchando como la lluvia caía sobre la acera.

— ¿Has dicho que no tienes casa? — Dijo la chica.
— Ni familia, ni amigos, ni trabajo — Asintió Ginny.
— Bueno, yo vivo en este edificio con un amigo y nos sobra una habitación porque en realidad estamos buscando un compañero de piso, así que... Si quieres puedes quedarte con nosotros. Por lo menos hasta que encuentres algo mejor.

Ginny la miró incrédula.

— ¿Lo dices en serio?
— Sí, es decir, no importa. Además David está en casa de su nuevo novio esta noche y no me vendría nada mal algo de compañía.
— ¿Estás segura?
— ¿Voy a tener que suplicarle a una extraña que no tiene a donde ir que se quede en mi piso porque estoy sola y triste y necesito alguien que coma helado conmigo mientras lloro?
— En realidad lo decía porque a veces hablo mientras duermo y puede ser un poco molesto, pero creo que podré soportarlo.
— Genial — La chica sonrió. Parecía realmente alegre de que Ginny hubiera aceptado —. Por cierto, soy Natalie.
— Ginny.

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Nathan cerró la puerta de su nuevo piso al volver de una tarde de risas con su nuevo amigo Payton y dejó las llaves encima de la nueva mesita del recibidor. Colgó su chaqueta en su nuevo colgador y fue directo a su nueva habitación con todos sus nuevos y caros muebles. Se quitó sus caros zapatos, sus caros calcetines, sus caros vaqueros ajustados y su cara camiseta y se dejó caer en su nueva y cara cama.

— Ahhhhh.

Estiró todas y cada una de sus articulaciones y acomodó su cabeza entre sus manos. Se movió un poco en el caro colchón hasta encontrar la posición perfecta y miró al techo. Birmingham. Nuevo comienzo. Nueva gente, nuevo paisaje, nuevo apartamento, nuevo coche. Nueva vida. Suspiró mientras una sonrisa se formaba en su rostro. Sí, iba a ser genial. Tenía que serlo.