“El diario secreto de ________.”

Capítulo 42. 
¡ÚLTIMO!

Louis tragó saliva, incómodo. _____lo había querido durante tanto tiempo y tan bien, y él la había rechazado. Ahora quizás la perdiese, y ella nunca sabría que él se había dado cuenta de lo idiota que había sido. Nunca sabría que la amaba.
—Supongo que sí —dijo con voz ahogada por la emoción—. Tendrá que esperar al próximo.
Lady Poulston se mordió el labio.
—Por supuesto, querido —dijo consoladora—. ¿Has pensando en nombres?
Alzó la vista sorprendido, como si la idea de un nombre nunca se le hubiese ocurrido.
—Yo… no. Lo olvidé —admitió.
—Charlotte y yo hemos pensando en algunos nombres bonitos. ¿Qué te parece Julianna? O Claire. Sugerí Fiona, pero a Charlotte no le gustó.
—_____nunca permitiría que su hija se llamase Fiona —dijo sin entusiasmo—. Siempre odió a Fiona Bennet.
—¿Aquella pequeña que vivía cerca de Doncaster? Nunca lo supe.
—Es un punto discutible, madre. No voy a ponerle un nombre sin consultarlo con _____.
Lady Poulston volvió a tragar.
—Por supuesto, querido. Yo… te dejaré ahora. Para que puedas estar un tiempo a solas con tu familia.
Louis miró a su esposa y luego a su hija.
—Esta es tu mamá —susurró—. Está muy cansada. Le costó gran esfuerzo hacerte salir. No sé por qué. No eres muy grande. —Para demostrar su argumento, tocó uno de sus diminutos dedos—. No creo que te haya visto aún. Sé que le gustaría. Te sostendría y te abrazaría y te besaría. ¿Sabes por qué? —Se enjuagó una lágrima con torpeza—. Porque te quiere, esa es la razón. Apostaría a que te quiere más de lo que me quiere a mí. Y creo que debe de quererme bastante porque no siempre he actuado como debería.
Lanzó una furtiva mirada a _____para asegurarse de que no se había despertado antes de añadir.
—Los hombres pueden ser idiotas. Somos tontos y estúpidos y raramente abrimos los ojos lo suficiente como para ver las bendiciones que tenemos enfrente de nuestras caras. Pero yo te veo —añadió, sonriéndole a su hija—. Y veo a tu madre, y espero que su corazón sea lo bastante fuerte como para perdonarme por aquella última vez. Sin embargo, creo que sí lo es. Tu mamá tiene un gran corazón.
El bebé gorjeó, haciendo sonreír a Louis de placer.
—Veo que estás de acuerdo conmigo. Eres muy lista para tener sólo un día. Pero claro, no veo por qué tendría que sorprenderme. Tu mamá también es muy lista.
El bebé hizo gorgoritos.
—Me halagas, gatita. Pero por esta vez, dejaré que pienses que yo también soy listo. —Miró a _____y susurró—. Sólo uno de nosotros necesita saber lo idiota que he sido.
El bebé hizo otro sonido, llevando a Louis a creer que su hija debería ser la niña más lista de todas las Islas Británicas.
—¿Quieres conocer a tu madre, gatita? Bueno, por qué no os presentamos. —Sus movimientos eran torpes, pues nunca antes había sostenido a un bebé, pero de alguna manera logró colocar a su hija en la curva del brazo de _____—. Aquí vamos. Mmm, se está calentita ahí, ¿eh? Me gustaría intercambiar mi lugar contigo. Tu mamá tiene una piel realmente suave. —Alargó la mano y tocó la mejilla del bebé—. Aunque no tan suave como la tuya. Tú, pequeña, eres asombrosamente perfecta.
El bebé comenzó a removerse y después de un momento dejó salir un fuerte llanto.
—Oh, querida —musitó Louis, completamente perdido. La recogió y la acunó contra el hombro, tomando gran cuidado en sujetarle la cabeza como le había visto hacer a su madre—. Ya, ya. Shhh. Calla. Está bien.
Era obvio que sus súplicas no estaban surtiendo efecto porque la pequeña bramó en su oído.
Llamaron a la puerta, y Lady Poulston miró dentro.
—¿Quieres que la coja, Louis?
Negó con la cabeza, poco dispuesto a separarse de su hija.
—Creo que tiene hambre. La nodriza está en el cuarto de al lado.
—Oh. Claro. —Pareció vagamente avergonzando mientras le entregaba el bebé a su madre—. Aquí tienes.
Estaba a solas de nuevo con _____. Ella no se había movido para nada durante toda su vigilia, excepto por el leve movimiento de subida y bajada de su pecho.
—Es de mañana, _____—dijo, tomando sus manos entre las suyas nuevamente y tratando de hacerla volver en sí—. Es hora de despertarse. ¿Lo harás? Si no lo haces por ti, entonces hazlo por mí. Estoy terriblemente cansado, pero tú sabes que no puedo irme a dormir hasta que tú despiertes.
Pero no se movió. No se giró en su sueño y no roncó, estaba aterrándolo.
—_____—dijo, oyendo el pánico en su voz—. Es suficiente. ¿Me has oído? Es suficiente. Necesitas...
Se derrumbó, incapaz de seguir adelante por más tiempo. Le apretó la mano y apartó la mirada. Las lágrimas le nublaron la visión. ¿Cómo saldría adelante sin ella? ¿Cómo criaría a su hija solo? ¿Cómo sabría qué nombre ponerle? Y lo peor de todo, ¿cómo podría vivir con él mismo sabiendo que murió sin haber escuchado cuanto la amaba?
Con clara determinación, se secó las lágrimas y se volvió hacia ella.
—Te amo, _____—dijo fuerte, esperando poder penetrar en su bruma, incluso aunque nunca despertase. 
Su voz sonó apremiante—. Te amo. A ti. No por lo que haces por mí ni por lo que me haces sentir. Sólo a ti.
Un leve sonido salió de los labios de ella, fue tan suave que al principio Louis pensó que lo había imaginado.
—¿Has dicho algo? —Sus ojos inspeccionaron frenéticamente su cara, buscando alguna señal de movimiento. Los labios de ella temblaron de nuevo, y el corazón de él saltó de emoción—. ¿Qué fue eso _____? Por favor, sólo dilo otra vez. No te oí la primera vez.
Acercó la oreja a sus labios.
Su voz era débil, pero la palabra sonó fuerte y clara.
—Bien.
Louis empezó a reír. No pudo evitarlo. Cómo había podido _____ser tan sabelotodo mientras se suponía que estaba en su lecho de muerte.
—Estarás bien, ¿no?
La barbilla de ella sólo se movió un milímetro, pero era definitivamente un asentimiento.
Dando rienda suelta a su alegría y a su alivio, corrió hacia la puerta y gritó las buenas noticias para que las oyera el resto de la casa. Como era lógico, su madre, Charlotte, y muchos de los sirvientes vinieron corriendo hasta el pasillo.
—Ella está bien —jadeó, sin tener en cuenta que su cara estaba húmeda por las lágrimas—. Está bien.
—Louis. —La palabra vino como un graznido desde la cama.
—¿Qué pasa, mi amor?
Se puso a su lado.
—Caroline —dijo suavemente, usando toda su fuerza para curvar sus labios en una sonrisa—. Llámala Caroline.
Él levantó su mano con las suyas y depositó un cortés beso.
—Caroline será. Me has dado una niña perfecta.
—Siempre consigues lo que quieres —susurró ella.
La miró con cariño, dándose cuenta de repente de la extensión del milagro que la había traído de vuelta a de la muerte.
—Sí —dijo roncamente—. Parece que siempre lo hago.



Unos días después, _____ya se sentía mejor. Tal y como pidió, había sido trasladada a la cama que ella y Louis habían compartido durante el primer mes de matrimonio. Los alrededores la reconfortaban, y quería mostrarle a su marido que quería un verdadero matrimonio. Debían estar unidos. Era así de simple.
Aún guardaba cama, pero había recuperado gran parte de su fuerza, y sus mejillas estaban teñidas con un saludable rubor rosado. Aunque eso podía deberse a que estaba enamorada. _____nunca lo había sentido de aquella forma antes. Louis parecía no poder decir dos frases sin mencionarlo, y Caroline sacó tanto amor de ambos, que era indescriptible.
Charlotte y Lady Poulston la mimaron en exceso, demasiado, pero Louis trataba de no dejarlas entrometerse demasiado, queriendo a su mujer completamente para él. Estaba sentado a su lado un día cuando ella despertó de una siesta.
—Buenas tardes —murmuró.
—Tardes ¿De verdad? —Ella dejó escapar un bostezo.
—Pasado el mediodía, al menos.
—Dios mío. Nunca antes me había sentido tan descansada.
—Te lo mereces —le aseguró, sus ojos azules brillaron con intenso amor—. Cada uno de los minutos.
—¿Cómo está la bebé?
Louis sonrió, ella lograba hacer esa pregunta dentro del primer minuto de cualquier conversación.
—Muy bien. Tiene muy buenos pulmones, debo decir.
—Es muy dulce, ¿no?
Él asintió.
—Igual que su madre.
—Oh, no soy tan dulce.
Le dio un pequeño beso en la nariz.
—Bajo ese gran temperamento que tienes, eres muy dulce. Créeme. Te he saboreado.
Ella se sonrojó.
—Eres incorregible.
—Soy feliz —la corrigió—, verdaderamente y realmente feliz.
—¿Louis?
La miró atentamente, escuchando la excitación en la voz de ella.
—¿Qué mi amor?
—¿Qué pasa?
—-No estoy seguro de entender lo que quieres decir.
Ella abrió la boca y luego la cerró, obviamente tratando de encontrar las palabras correctas.
—¿Por qué… de repente te has dado cuenta…?
—¿De que te quiero?
Ella asintió en silencio.
—No lo sé. Creo que estuvo dentro de mí todo este tiempo. Sólo que estaba demasiado ciego para verlo.
Ella tragó nerviosamente.
—¿Fue cuando casi muero?
No sabía por qué, pero la idea de que él no pudiera darse cuenta de que la quería antes de que fuera separada de él no le sentó bien.
Él negó con la cabeza.
—Fue cuando me diste a Caroline, la sentí llorar, y el sonido fue tan... tan... no lo puedo describir, pero la amé  al instante... Oh _____, la paternidad es la cosa más increíble. Cuando la tengo en mis brazos… desearía que pudieras sentir lo que significa para mí.
—Será como la maternidad, me imagino —dijo ella inteligentemente.
Le tocó los labios con su dedo índice.
—Espera un momento. Déjame terminar mi historia. Tengo amigos que tienen niños, y ellos me habían dicho lo extraordinario que era tener un nueva vida que formara parte de uno, de su propia carne y sangre. Pero yo... —Se aclaró la garganta—. Me di cuenta de que no la amaba porque era parte de mí, sino que la amaba porque era parte de ti.
Los ojos de _____se llenaron de lágrimas.
—Oh, Louis.
—No, déjame terminar. No sé que hice o dije para merecerte, _____, pero ahora que te tengo, no voy a dejarte ir. Te amo demasiado —tragó saliva, ahogándose con sus palabras— Demasiado.
—Oh, Louis, yo también te amo. Lo sabes, ¿no?
Él asintió.
—Doy gracias por eso. Es el regalo más preciado que he podido recibir.
—Seremos verdaderamente felices, ¿verdad?
Ella le sonrió vacilante.
—Más allá de lo imaginable, cariño, más allá de lo imaginable.
—¿Y tendremos más hijos?
La expresión de él se tornó severa.
—Sólo con la condición de que no me vuelvas a dar otro susto como este. Además, el mejor camino para evitar los hijos es la abstinencia, y no creo que pueda ser capaz de conseguirlo.
Ella se sonrojó, pero también dijo:
—Bien.
Se acercó a ella y le dio un beso tan apasionado como provocador.
—Debo dejarte descansar —dijo a regañadientes alejándose de ella.
—No, no. Por favor no te vayas. No estoy cansada.
—¿Estás segura?
Que maravilloso era tener a alguien cuidando de ella.
—Sí, estoy segura. Pero quiero que me traigas algo. ¿No te importaría?
—Claro que no. ¿Qué es?
Ella señaló con el dedo.
—Hay una caja cubierta de seda en mi escritorio en la sala de estar. Dentro hay una llave.
Louis levantó las cejas interrogativamente, pero siguió sus instrucciones.
—¿La caja verde? —le preguntó.
—Sí.
—Aquí tienes —dijo mientras volvía a la habitación trayendo la llave.
—Bien. Ahora si vuelves a mi escritorio, encontrarás una gran caja de madera en la parte trasera del cajón.
Él volvió a la sala de estar.
—Aquí tienes. Dios, como pesa. ¿Qué tienes aquí? ¿Piedras?
—Libros.
—¿Libros? ¿Qué clase de libros son tan preciados para tenerlos bajo llave?
—Son mis diarios.
Reapareció, cargando la caja con ambas manos.
—¿Tus diarios? Nunca lo supe.
—Fue sugerencia tuya.
Él se giró.
—No lo fue.
—Sí lo fue. El primer día que nos conocimos. Te hablé acerca de Fiona Bennet y de lo horrible que era, y me dijiste que escribiera un diario.
—¿Lo hice?
—Mmm-mmm. Y recuerdo exactamente todo lo que me dijiste. Y te pregunté por qué debía llevar un diario y me dijiste: “porque algún día crecerás interiormente, y serás tan hermosa como ahora eres lista. Y entonces podrás volver a mirar tu diario y darte cuenta de lo tontas que son las niñas pequeñas como Fiona Bennet. Y reirás cuando recuerdes que tu madre te decía que las piernas te empezaban desde los hombros. Y quizás reserves alguna sonrisa para mí cuando recuerdes la bonita charla que hemos tenido hoy”.
La miró impresionado, manojos de recuerdos vinieron a él.
—Y tú dijiste que guardarías una gran sonrisa para mí.
Ella asintió.
—Memoricé palabra por palabra. Fue la cosa más dulce que nadie me había dicho nunca.
—Dios mío, _____—respiró reverente—. De verdad me amas, ¿no es así?
Ella asintió.
—Desde aquel día. Tráeme la caja aquí.
Le dejó la caja sobre la cama y le dio la llave. Ella abrió la caja y sacó algunos libros. Algunos de ellos eran de piel de cuero, y algunos otros estaban cubiertos con una tela floral de niña, pero ella cogió el más sencillo de todos, un pequeño cuaderno parecido a los que él solía usar cuando era estudiante.
—Este fue el primero —dijo ella, pasando la portada con dedos reverentes—. De verdad te he amado todo este tiempo. ¿Lo ves?
Él miró la primera entrada.

"2 DE MARZO DE 1810.
Hoy me he enamorado."

Una lágrima brotó de los ojos de él.
—Yo también, mi amor, yo también.
 Fin.
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Hola, Ay no sé quiero más sdhgfksjdhghfdklgldsfhghfkdsñgk les diré que con esté libro lloré mucho u-u bueno lloro por todo pero fue muy tierno<3
TERMINOOOOOOOOOOOO espero les haya gustado, a las que me esperaron hasta al final cuando tarde mucho, que son muy pocas a cuando empezamos, las quiero muchísimas gracias por leer y todo.
Si se perdieron algo, quieren pasarla o volver a leer esta novela, estará en Facebook, ya terminada obvio como todas das demás.
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