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“El diario secreto de ________.”

Capítulo 41.

El doctor logró restañar la hemorragia, pero estaba sacudiendo la cabeza mientras se lavaba las manos.
—Ha perdido mucha sangre —dijo con seriedad—. Va a estar débil.
—¿Pero va a reponerse? —preguntó ansioso Louis.
El doctor Winters alzó los hombros en un melancólico encogimiento.
—Sólo podemos tener esperanzas.
No gustándole aquella respuesta, Louis lo empujó para pasar y se sentó en una silla junto a la cama de su esposa. Le agarró su fláccida mano y la sostuvo en la de él.
—Se repondrá —dijo en voz ronca—. Tiene que hacerlo.
Lady Poulston se aclaró la garganta.
—Doctor Winters, ¿tiene alguna idea de qué causa tanta sangre?
—Podría ser una rasgadura en el útero. Probablemente al expulsar la placenta.
—¿Es algo común?
El doctor asintió.
—Me temo que debo irme. Hay otra mujer en la zona que está esperando, y necesito dormir un poco si quiero atenderla apropiadamente.
—Pero _____… —Las palabras de Lady Poulston se fueron apagando cuando miró a su nuera con consternación y miedo.
—No hay nada más que pueda hacer por ella. Sólo podemos esperar y rezar para que su cuerpo cure la rasgadura, y no vuelva a sangrar.
—¿Y si lo hace? —preguntó Louis monótonamente.
—Si lo hace, presionen vendas limpias contra ella como he hecho yo. Y envíen a buscarme.
—Si lo hacemos, ¿hay alguna maldita posibilidad de que llegue a tiempo? —preguntó Louis mordaz, la pena y el terror rompiendo toda cortesía.
El doctor decidió no contestar. Inclinó la cabeza.
—Lady Poulston. Lord Louis.
Cuando la puerta se cerró, Lady Poulston cruzó la habitación hasta llegar al lado de su hijo.
—Louis —dijo en tono tranquilizador—. Deberías descansar un poco. Has estado en pie toda la noche.
—Al igual que tú.
—Sí, pero yo… —sus palabras se apagaron. Si su esposo estuviese moribundo, ella querría estar con él. Plantó un beso en la coronilla de Louis—. Te dejaré solo con ella.
Él se dio la vuelta, sus ojos brillaban peligrosamente.
—¡Maldita sea todo, Madre! No estoy aquí para despedirme. No hay necesidad de hablar como si se estuviese muriendo.
—Claro que no. —Pero sus ojos, llenos de piedad y pena, decían algo diferente. Dejó la habitación en silencio.
Louis bajó la vista a la pálida cara de _____, un músculo se movió espasmódicamente en su garganta.
—Debería haberte dicho que te quería —dijo con voz ronca—. Debería habértelo dicho. Es todo lo que querías escuchar, ¿verdad? Y fui demasiado estúpido para darme cuenta. Creo que te he querido todo este tiempo, mi amor. Desde el principio. Desde aquel día en el carruaje cuando me dijiste por fin que me querías. Estaba…
Se detuvo, creyendo haber visto un movimiento en su cara. Pero fue sólo su propia sombra moviéndose por su piel mientras se balanceaba de adelante a atrás.
—Estaba tan sorprendido —dijo, una vez que volvió a recuperar la voz—. Tan sorprendido porque alguien pudiese quererme y no desear ningún tipo de poder sobre mí. Tan sorprendido de que pudieses quererme y no quisieses cambiarme. Y yo… yo no pensé que pudiera volver a amar. ¡Pero estaba equivocado! —Flexionó las manos nerviosamente, y tuvo que resistir la urgencia de tomarla por los hombros y sacudirla—. Estaba equivocado, maldita sea, y no fue culpa tuya. No fue tu culpa, cariño. Fue mía. O quizás de Leticia, pero definitivamente no tuya. —Le alzó otra vez la mano y se la llevó a los labios—. Nunca fue tu culpa, cariño —dijo de manera suplicante—. Así que vuelve a mí. Por favor. Lo juro, me estás asustando. ¿No quieres asustarme, verdad? Te lo aseguro, no es un espectáculo bonito.
No hubo respuesta. Deseó que ella tosiese, o que inquieta, cambiase de posición, o algo. Pero sólo siguió allí acostada, tan quieta, tan inmóvil que un momento de absoluto terror descendió sobre él y frenético giró su mano para sentir el pulso en el interior de su muñeca. Louis suspiró aliviado. Allí estaba. Era débil, pero estaba allí.
Dejó salir un cansado bostezo. Estaba agotado, y se le cerraban los párpados, pero no se iba a permitir dormir. Necesitaba estar con ella. Necesitaba verla, oírla respirar, simplemente ver la forma en que la luz jugaba con su piel.
—Está demasiado oscuro —musitó, poniéndose en pie—. Esto parece una maldita morgue. —Buscó por la habitación, revolviendo cajones y armarios hasta que encontró algunas velas más. Las encendió rápidamente y las puso en sus soportes. Aún seguía estando demasiado oscuro. Se acercó a zancadas hasta la puerta, la abrió de golpe y gritó— ¡Brearley! ¡Madre! ¡Charlotte!
Inmediatamente ocho personas contestaron a su llamada, todas temiéndose lo peor.
—Necesito más velas —dijo Louis, su voz desmentía su terror y su cansancio. Unas cuantas doncellas se escabulleron con prontitud.
—Pero esto ya está bastante iluminado —dijo Charlotte, asomando la cabeza en la habitación. Contuvo el aliento cuando vio a _____, su mejor amiga desde la infancia, acostada tan quieta—. ¿Va a estar bien? —susurró.
—Va a estar bien —le espetó Louis—. Siempre que podamos tener algo de luz aquí.
Charlotte se aclaró la garganta.
—Me gustaría entrar y decir algo.
—¡Ella no va a morir! —explotó Louis—. ¿Me oyes? No va a morir. No hay necesidad de hablar de esa forma. No tienes que decirle adiós.
—Pero si lo hace —persistió Charlotte, las lágrimas le rodaban mejillas abajo—. Me sentiría…
El control de Louis se quebró, y empujó a su hermana contra la pared.
—No va a morir —dijo con voz baja y mortífera—. Apreciaría si dejases de actuar como si lo fuese.
Charlotte asintió a tirones.
Louis la soltó de improvisto y luego se miró las manos como si fuesen objetos extraños.
—Dios mío —dijo confuso—. ¿Qué me está ocurriendo?
—No pasa nada, Louis —dijo Charlotte tranquilizadora, tocándole con cautela el hombro—. Tienes todo el derecho a estar crispado.
—No, no es verdad. No cuando necesita que sea fuerte para ella. —Volvió a entrar a zancadas en la habitación y se sentó una vez más con su esposa—. Ahora mismo no importa —musitó, tragando compulsivamente—. Nada importa excepto _____.
Una criada con cara de sueño entró en la habitación con algunas velas.
—Enciéndalas todas —le ordenó Louis—. Quiero que aquí dentro esté tan iluminado como si fuese de día. ¿Me ha oído? Iluminado como el día. —Se giró de vuelta hacia _____y le pasó la mano por la frente—. A ella siempre le gustaron los días soleados. —Se horrorizó al oírse y miró frenéticamente a su hermana—. Quiero decir, le encantan los días soleados.
Charlotte, incapaz de ver a su hermano en tal estado de pesadumbre, asintió y se marchó en silencio.
Unas pocas horas después, Lady Poulston entró en la habitación portando un pequeño bulto envuelto en una suave manta rosada.
—Te traje a tu hija —dijo suavemente.
Louis alzó la vista, conmocionado al darse cuenta de que se había olvidado por completo de la existencia de aquella diminuta persona. La miró con incredulidad.
—Es tan pequeña.
Su madre sonrió.
—Los bebés suelen llegar así.
—Lo sé pero… se parece a ella. —Alargó su dedo índice hacia su manita. Sus diminutos dedos la agarraron con sorprendente firmeza. Louis alzó la vista hacia su madre, la maravilla ante aquella nueva vida escrita en su sombrío rostro—. ¿Puedo sostenerla?
—Claro. —Lady Poulston le colocó el bulto en los brazos—. Es tuya, ya lo sabes.
—Lo es, ¿verdad? —Bajó la vista hacia la rosada cara y le tocó la nariz—. ¿Qué tal? Bienvenida al mundo, gatita.
—¿Gatita? —dijo Lady Poulston con todo divertido—. ¡Qué apodo tan gracioso!
Louis negó con la cabeza.
—No, no es gracioso. Es absolutamente perfecto. —Volvió a subir la vista hacia su madre—. ¿Por cuánto tiempo será así de pequeña?
—Oh, no lo sé. Al menos por un tiempo. —Cruzó la habitación hasta la ventana, y descorrió las cortinas—. El sol está comenzando a salir. Charlotte me dijo que querías algo de luz en la habitación.
Asintió, sin poder quitar los ojos de su hija.
Ella dejó de retocar la ventana y se giró de nuevo hacia él.
—Oh, Louis… tiene los ojos marrones.
—¿En serio? —Volvió a bajar la vista al bebé. Tenía los ojos cerrados, dormida—. Sabía que los tendría así.
—Bueno, no querría decepcionar a su papá en su primer día fuera, ¿verdad?
—O a su madre. —Louis paseó la vista sobre _____, aún mortalmente pálida, luego abrazó a aquel nuevo bebé más cerca.
Lady Poulston miró directamente los ojos azules de su hijo, tan parecidos a los de ella, y dijo:
—Supongo que _____esperaba ojos azules.
Louis tragó saliva, incómodo. _____lo había querido durante tanto tiempo y tan bien, y él la había rechazado. Ahora quizás la perdiese, y ella nunca sabría que él se había dado cuenta de lo idiota que había sido. Nunca sabría que la amaba.


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Hola, a quienes todavía leen esta novela kjfahlhfdhflksf queda un capítulo, lo subiré mañana. Estos me hacen llorar :c las quiero<3