Undécimo capítulo: Evasión de la realidad.

No recordaba haberme quedado dormida, y tenía un recuerdo bastante borroso de haber llegado a casa anoche, en cambio, recuerdo a la perfección cómo acompañé a Chaz a casa en el más máximo e incómodo silencio. Estaba algo extraña, ¿estábamos Chaz y yo perdiendo nuestra amistad? Antes caminábamos horas y horas sin abrir la boca y no sentía la necesidad de tener que decir algo para sentirme a gusto, como anoche. 
Todavía tumbada en la cama, supe que lo primero que tenía que hacer era hablar con Chaz, tranquilizarle para que no se sintiese culpable por lo que pasó ayer y preguntarle cómo estaba de aquellos golpes. No sé cómo lo iba a hacer, porque de pronto, tenía el móvil apagado, raro de él a las 2:30 de la tarde. Solo me quedaba ir a preguntar a la cafetería, aunque sus padres no quieran saber nada más de mí, les fallé en el trabajo, llevo a su hijo de fiesta y le traigo borracho y con unos guantos moratones… Me obligué a parar de pensar. No me iba a traer nada bueno sentirme culpable. 
Le eché valor y decidí vestirme e ir en busca de Chaz. Me puse un vestido largo y floral fino con unas sandalias marrones, metí el móvil, el dinero y las llaves en el bolso y salí de casa sin pararme a comer nada. Esperaba que no me diese ningún mareo. Hacía un día increíble, de esos en los que te dan ganas de ser feliz, de cambiar de forma de ser y convertirte en lo que quieres, de ir por la calle sonriendo. Pero yo hoy no encontraba ninguna de esas razones. Vi a Lisa a través de los cristales de la cafetería, con un par de clientes nada más, pero decidí pasar a preguntar por Chaz. 

-	Hola. – Dije en cuanto Lisa se percató de mi presencia.
-	Dani, - me respondió en tono amable. - ¿qué haces por aquí? ¿Buscas a Chaz?
-	Sí, quería verle. ¿Está aquí?
-	Oh, no. Está en casa. Cuando nos hemos venido aquí todavía no se había despertado. ¿Qué tal anoche?
Genial, parecía que no sabía nada. Era hora de seguir con el juego.
-	Muy bien, nos divertimos mucho. – Mentí. 
-	Me alegro, aún no sé cómo convenciste a Chaz para que saliese con vosotros. No le van esas fiestas… ¿Bebió mucho? No he tenido oportunidad de verle.
-	Probó de algunos vasos, dijo que no iba a beber. Ya sabes, no le gusta. – Volví a mentir. 
-	Bueno, pues luego le veré. – Se despidió al ver que entraban algunos clientes. – En casa le tienes.
Sin decir más que un “adiós” algo agradable, me dirigí a toda prisa a su casa. Después de lo de ayer debía de tener una resaca increíble. Me salió una pequeña risa al imaginarme cómo estaría ahora. Desde la calle se podía ver las persianas de su habitación subidas, lo que seguramente indicase que está despierto. Antes de entrar en el portal de su piso, me acerqué a una tienda de chocolates y cafés y le envié un mensaje:
“Si ibas a desayunar espérate cinco minutos, y si ya lo has hecho, hoy tienes desayuno doble. 
Espero que te encuentres bien, te quiero. 
                                                                                                      Dani.” 

Compré un batido de leche con caramelo y otro de chocolate, y tras pagar, me dirigí a su casa a la velocidad del rayo, me abrió la puerta sin ni siquiera haber llamado. 
Estaba increíblemente guapo. Con el pelo despeinado, sin camiseta, unos pantalones de chándal holgados y una cara de dormido que me provocó risa. Tras tres segundos de contemplación, me lancé a abrazarle. Me alegraba no verle con ningún moratón, eso indicaba que los golpes no habían sido demasiado fuertes.

-	¿Y esto? – Dijo sonriendo mientras me cogió su batido de chocolate de las manos. 
-	Para que me perdones por lo de anoche, ¿aceptas mis disculpas? – Puse con cara de cachorrito. Aunque antes de que mi expresión fuese creíble ya estaba en sus brazos otra vez con la cara llena de besos suyos y pidiéndole que parase de hacerme cosquillas. 
-	No me he enfadado contigo, tonta. – Rió divertido. 

Perdí la cuenta de las muchas horas que llevaba hablando y riendo con él, hasta que cuando pegó su frente a la mía, reaccioné. Me alejé un poco, solo unos centímetros. No estaba segura de querer hacer eso. Chaz me encanta, es el chico que toda chica quiere tener de novio, es guapo, atento, responsable… pero por alguna razón, no le veía más que como un amigo. No, sí estaba segura. Aunque era evidente que sentía una pequeña atracción por él, no quería hacerlo. Si no hubiese sido tan lenta en ordenar mis pensamientos, quizás ahora no me encontraría con los ojos cerrados sintiendo una suave presión en mis labios, que rápidamente, se convirtió en una caricia, como las sentía en mi cintura. No dejé paso a la lengua, separé mis labios de los suyos y me apoyé en su hombro con la frente. Creo que no era el momento adecuado para decirle que no, pero tampoco era cuestión de hacerle ninguna ilusión. Sabía lo mucho que dolían. Me atreví a mirar para arriba, y me encontré con una mirada confusa, igual que la mía, pero por diferentes razones, él se preguntaba por qué había parado de besarle y yo, en cambio, por qué estaba Justin en mi mente. Me incorporé rápidamente, le di un beso en la mejilla y me despedí. Se quedó allí, sin decir ni hacer nada en cuanto salí por la puerta.

Y aquí volvían todos estos sentimientos que eran de todo menos buenos. ¿Por qué me sentía así? No he hecho nada malo, ni siquiera él. Pero me sentía mal. Como todas las veces que me habían llevado a lesionarme. Haciendo memoria, creo que sabía el por qué de esta sensación: le había hecho daño. Y eso era lo que más odiaba. ¿Cuántas veces me han hecho daño a mí? Mis padres, mis “amigos”, chicos de los que creía estar enamorada, yo mismo…
No le deseaba a nadie pasar por lo mismo que yo, y sin embargo, sentía que a Chaz, le había hecho esa clase de daño. Como cuando Justin y yo estuvimos tumbados esa noche confesándonos secretos y ahora vuelve con Ashley. Recordaba lo mucho que dolía. Pero no podía hacerle creer que yo sentía lo mismo que él. Aunque mi vida sea un conjunto de mentiras, no le quería entrometer a él. A veces, aunque nos duela no acceder a las peticiones de los demás, hay que pensar en qué queremos nosotros. Tenemos que dejar de lado lo que quieran los demás y pensar en nuestra felicidad. Y yo no sería feliz si engañase a Chaz de esa forma. Todo esto fue lo que pensé antes de encontrarme cara a cara con Justin, el que tampoco tenía un solo rastro de los golpes de anoche.