Capitulo ll , Diario de invierno, Justin Bieber & tu!


Capitulo II

—Esta bien, te doy el derecho a guardar silencio— bromeó Jacob.
Miré a la mesera del pequeño cibercafé, que se acercaba a nosotros a cobrarnos la cuenta.
Yo había tomado un café, y también unos tostados. En cambio mi acompañante se pidió un submarino caliente con medialunas.
—Treinta dólares la señorita, y treinta y cinco usted— le dijo a mi nuevo amigo, si así podía llamarlo, o conocido, lo que sea.
Estaba por sacar mi monedero, cuando Jacob le entrega un billete de cien dólares, y la mujer le da el vuelto.
—¡Hey, pagaste mi pedido! — le espeté una vez que estuvimos solos.
—Bueno, la próxima pagas vos— sonrió. ¿Cómo, habría una próxima vez donde nos veamos?
—Creo… que es hora de irme—miré el reloj. Si mis cálculos no fallaban, me quedaban solo treinta minutos antes de llegar tarde a mi nuevo trabajo.
Bueno, si, estoy de vacaciones. Pero… hacer este trabajo, es parte de mi plan de invierno.
—Dejame llevarte— se ofreció.
—¿Tienes auto?
—Bueno sí, pero en casa. Tomemos un taxi— rió y lo seguí a la salida del café. 
Tuvimos que esperar algo de tres minutos antes de que algún taxi se dignara a parar por nosotros. Estaba con el tiempo justo, ¡no podía llegar tarde mi primer día!
Ya casi era la hora de la cena, y se suponía que debía estar ahí antes. 
Miraba por la ventana del automóvil las casas y edificios. Nunca antes había estado en Ontario, era realmente lindo. Además, para mi suerte, estábamos en invierno mi estación favorita. Todavía no había nevado, pero seguramente, pronto pasaría.
Miré a Jacob de costado, no era un chico feo. Había descubierto en nuestra charla en el aeropuerto que me llevaba dos años, y ya había terminado la escuela. Actualmente estaba estudiando Diseño Gráfico, su segundo año claro. Por mi lado yo le comenté que no sabía que quería estudiar, psicología o algo por el estilo.
—Llegamos— anunció el tachero. 
Miré por la ventanilla de nuevo, prestando más atención. Se notaba que era un barrio privado, residencial, o como quieran llamarlo. Las casas, todas, tenían algo en común…, eran ostentosas. Grandes, de dos pisos, con camionetas de lujo, autos deportivos cuyas marcas eran nulas para mí, y tenían seguridad en cada cuadra. Una garita con un policía en cada esquina. Si ahí alguien robaba, sería el colmo.
—Wow, ¿aquí vives?
—Bueno… una de las partes que no te expliqué Jacob, es que vengo a trabajar.
Me miró algo desentendido. Frunció sus cejas.
—¿En vacaciones?
Miré el reloj de nuevo, faltaban cinco minutos para mi horario de ingreso.
Saqué mi billetera y le entregue la plata al hombre, quien sonrió contento.
—Mira, no tengo tiempo para explicarlo. ¿Nos vemos en la semana?
—Seguro que sí ______. — me sonrió y me saludo con un gesto de manos. Saqué mi bolsito de mano y la maleta y miré como el taxi se alejaba con la única persona que yo conocía en Canadá, Jacob. Bueno también estaba…, no importa. No tiene sentido recordarlo ahora.
Me encamine hacia el centro del barrio, que según había averiguado, consta solo de unas diez manzanas, con algo de cuatro casas en cada una. Imagínense lo grande que es cada casa, con patito, parque, piletas –aunque en esta estación del año eran inservibles- ,cocheras, etc.
Yo buscaba la tercer manzana a la izquierda. Calle 47, número 1506. Y ahí estaba, frente a mí. 
Era hermosa y grande en todos sus aspectos, estaba pintada de blanco con detalles en celeste opaco, tenía un porche de madera donde había algunas sillas, y claro, segundo piso como todas. El techo era de tejas estilo colonial, negras por su puesto.
Avancé hacia la puerta y me animé a tocar timbre. 
Uno, dos, tres pitidos. La manija de la puerta se movió lentamente.
—Hola…— una atractiva chica, con cabellos rubios y ojos marrones me miró con algo de desconfianza. Llevaba su pelo rubio con rulos atado en un rodete desalineado, y llevaba puesta ropa deportiva. 
—Soy ______ Thompson, la nueva mucama.
—Oh si…, —sonrió de costado y miró hacía adentro de la casa— perdón el desorden… nuestra última mucama se fue hace una semana. — se excusó y me abrió paso a la casa.
Debo decir que no me sorprendió mucho, ya esperaba que fuera enorme por dentro, tanto como por fuera.
Tenía un gran living con sillones y un televisor, en el medio, unas escaleras que te llevaban al segundo piso de la casona.
—No se preocupe.
—Mi marido no vuelve hasta tarde… pero, hoy puedes cenar con nosotras si quieres.
Mi marido, mi marido. Eso fue un golpe duro y bajo. Algo que esperaba en cierta forma, algo que sabía certeramente, pero no esperaba hoy directamente.
Algo para lo que estaba preparada mentalmente, pero al final de cuentas, no del todo.
¿Y si Selene tenía razón? Y volvemos a lo mismo…
—¿Con ustedes? — preguntándome, quien más había en la casa. 
—Claro, con mi hija.
¿Hija? 
Si mi mandibula no estuviera pegada a mi cara, se habría caído.
Estaba preparada para un casamiento, para una luna de miel, hasta podía soportar un perro entre ambos, lo que sea que fuera, pero no un hijo… un hijo rompía todos mis esquemas, todos mis planes en pedazos pequeños. Una hija, como bien dijo, una hija hacía mis espectativas para ese invierno imposibles. Al instante, todas mis esperanzas se fueron, y supe de algún modo que ese viaje había sido vano, sin sentido, estúpido, y como diría mi mejor amiga, para humillarme a mi misma.
—Claro, con gusto. — La mujer que luego añadió se llamaba, Camille, me indicó donde dormiría ese invierno en la casa. Era la habitación de huéspedes, pero dos veces más grande que el cuarto que compartía con Selene en el instituto. Solo tenía una cama de dos plazas en medio, una mesita de luz, y un closet, pero lo suficiente para mí. Tendría que compartir el baño del principal del segundo piso. Aunque allí nadie lo usaba, cada quien tenía el suyo en su cuarto. Sería como mío propio de todos modos.
Una vez que estuve sola en la habitación, desempaqué mis pequeñas cosas. En la maleta solo traía cosas esenciales. Algunas blusas abrigadas, dos camperas, un par de jeans, un par de joggings, zapatillas de repuesto, ropa interior de encaje –la cual ahora estaba deseando no haber empacado-, y unas pocas remeras de mangas cortas, ya que no las usaría mucho por la temporada. Y de todos modos, casi todo el día estaría con el uniforme de mucama. Nunca había estado conforme con usar esas cosas, pero no podía vestirme como a mi se me daba la gana. 
Me acordé antes de bajar a cenar, que tenía que llamar a Selene.
—Hey…
—Nena, ¿Qué pasó? ¿Se retrasó el vuelo? ¿ recién llegaste?
—¿Qué? No, no… llegué hace como cuatro horas…
—¡Y llamas ahora! ¿Sabes lo preocupada que estoy? ¡No, no sabes! —se alteró. Mordí un poco mi uña del dedo meñique.
—Esta bien… ¿Cómo está todo? ¿Lo viste? ¿La viste? ¿Fue muy duro?
Dudé sobre que contarle. 
—No lo ví todavía… 
—¿Y ella? ¿Es una bruja arpía?
Vacilé.
—No… de hecho, es amable.
Hubo un corto silencio, pero notorio.
—Bueno, ¿piensas seguir con eso? — su tono acusatorio estaba de vuelta.
Largué un suspiro.
—Supongo que si— miré la hora, nueve en punto— mira Selene, tengo que bajar a cenar… hablamos después, mándale saludos a Derek.
—Está bien, suerte amiga.
Bajé las escaleras con cuidado de no caerme, si era algo torpe con esas cosas, y encontré el comedor en seguida. Como me enteré, en la casa solo había dos encargados. La mucama, en este caso yo, y el chef, en este caso un tal Thomas, rondaría en sus treinta años.
—Thompson, que bueno que bajaste— dijo la imponente curvilínea Camille, ya estaba cambiada y tenía ropa sencilla y de entre casa. Pero aún así, era una mujer que imponía notablemente poder. Noté que en su silla consiguiente, estaba sentada una pequeña pelirroja de ojitos claros. Tenía su pelo en una coleta y su flequillo recto algo desalineado. ¿De donde había sacado ese color de cabello? Quien sabe, quizá Camille era teñida. Rondaba los cuatro o cinco años. ¿Acaso la había tenido a los 17? ¡eso era imposible! ¡Mis cálculos no daban! O daban, y no quería darme cuenta de la realidad.
—Hola— salude a Camille con un gesto cordial y me senté al otro lado de la mesa, la nena me miró encantada y con sorpresa.
—Mami, ¿ella es ota niñea? — me miró, y habló tragándose todas las ‘erre’.
—No corazón, ella es la nueva mucama… — su madre rodó los ojos con algo de cansancio. — Y cuéntame ______, ¿Diez y nueve años no es así?
—Es así— afirmé mientras tomaba algo de la gaseosa que tenía servida en una copa.
—Bueno, yo tengo veinte y cuatro— me sonrió amable— y esta es mi hija Vanessa , que tiene cuatro casi cinco— miró a su hija con orgullo y la nena sonrió ampliamente. Se veían tan felices.
Tan feliz. ¿Cómo alguien podía siquiera pensar en romper esa felicidad? 
—Bueno, es genial conocerte Vanessa— le sonreí a la pequeña.
—Tambien a ti ______—dijo pronunciando mi nombre con menos letras.
—Es ______, Nessa— le recordó su madre.
La pequeña lo repitió hasta que le salió decir mi nombre a la perfección.
—Así es linda, muy bien— la felicitó su mamá— En un rato vas a conocer a mi marido, de hecho va a caerte muy bien, es simpático— me miró al hablar.

¡Déjame decirte que lo sé! ¡Se lo encantador que es!

Mi corazón empezó a palpitar algo más lento, tenía una leve corazonada de que el viaje no había sido buena idea. 
 Tenía otra imagen mental de ella, de ellos.
Estaba comiendo ya la mitad de mi pollo frito, cuando suena el timbre y luego escucho un sonido de llaves. De la nada, Camille desapareció de la mesa y nos dejó a mi y a su hija allí sentadas.
—¡Mi amor! — dijo la rubia efusivamente— Hasta que llegaste— hubo unos segundos de silencio, donde supuse se estaban besando, o algo por el estilo. Ahora mi corazón había comenzado a bombear fuerte, ¿estaba preparada? ¿Podía hacerlo? ¿Era justo hacerlo? El pollo se secó en mi garganta y me obligué a tragarlo, tomé agua y traté de calmarme.
—¿Vino la nueva mucama? — se escuchó seguido de unos pasos. Se escuchó una voz, su voz, ¡su voz! 
Estaba tan desacostumbrada a su voz, y además, había cambiado tanto, ya no era la voz de un prematuro adolescente.
Decidí pararme, y darme media vuelta. 
Justo en ese instante, ingresaban a la sala él y su esposa de la mano. Su rostro se posó en mis ojos, y casi suelta a la chica por inercia, la boca se abrió en gran forma de ‘o’ y se mostró totalmente atónito. Al segundo siguiente tomó la compostura y tragó saliva notoriamente.

—Mi amor, ella es ______ Thompson, la nueva mucama. ______, el es Justin Bieber, mi marido.
Nuestras miradas se cruzaron. 

No, definitivamente no estaba preparada.
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¡¡¡ESPERO QUE LES GUSTEE!!! Promocionan mi novela pichonncitas (=?)?(?(?( kjfhasfkjha bueno comentenn SI QUIEREN NUEVO CAPPP. Pd: pueden hablarme por tw eh, no me enojo si interactuan conmig :'( LLORARE SI NO, ah.

LASQUIEOOOOO <333333 *hablo con pocas letras como Vanessa*

@Anto688  @MonserratOe @takemerush @DrewBiebsSwaggy @sofia_johanna @LuucreBenitez @CyrusBieber16 @canadianboyID @Shaar_Swag @Stolemylight @angelmendez22 @partyharrrd @BiebersRockOn 

pdd: pongan #DDI si leyeron todo y quieren que les avise de los caps!