¡Buenas! Por favor, tomad un par de minutos para leer esto. Ha pasado mucho tiempo, pero quizás algunas recordéis mis mini-historias. Pues me entró la nostalgia y he hecho otra. Esta está basada en "One Thing" y su protagonista masculino es Zayn. 
Por favor, si la leéis, COMENTAD EN TWITPIC o mencionadme, lo agradecería muchísimo. 
Y si os gusta, hace tiempo hice más mini-historias, y además tengo una novela, todo está aquí: www.twitpic.com/photos/AbstractLands 

Sin más, os dejo la mini-historia. COMENTAD, espero que os guste y gracias :3 

*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*

Bajas del avión después de algo más de nueve horas de vuelo. Al principio te cuesta un poco andar, y tienes la sensación de que tu pelo parece más la melena de Mufasa, el del Rey León, que el pelo de un humano.

-¡Vamos! –apremias a tus padres.

Necesitas de verdad ir a un aseo. No podrás ser completamente feliz por el hecho de que estás haciendo realidad tu sueño a menos que tu vejiga recupere su tamaño normal.

Entras al cuarto de baño. Vacías tu vejiga, te echas un poco de agua en el pelo para intentar que recupere sus ondas naturales y te pones algo de rímel en las pestañas. Ya está, has dejado de ser un zombi. Aunque tu aspecto sigue siendo un poco desaliñado.

Ya empiezas a sentir el cosquilleo que te produce estar allí.

-Ve con papá a recoger las maletas –te dice tu madre, que aún no ha entrado al baño porque ha llegado algo después que tú y hay cola.

Sales del aseo y buscas a tu padre, pero no le ves por ninguna parte; seguirá también en el baño. Preocupada por las maletas, vas a la cinta transportadora. Localizas tu maleta, que por cierto, es enorme, e intentas cogerla. Tiras del asa y tratas de sacarla de la cinta, pero no crees que vayas a poder tú sola. De repente, notas que la maleta deja de pesar entre tus manos, y se sitúa en el suelo. Miras esperando ver que quien te ha ayudado sea tu padre, pero la imagen que te encuentras es bien distinta. 

-Gr… gracias –tartamudeas en inglés.

Ante ti tienes a un chico de piel morena, con algo de barba de un par de días, de pelo casi negro con una pequeña mecha rubia en el flequillo. Sus grandes ojos marrones, rodeados de unas largas pestañas, te miran con un poco de curiosidad, tal vez estudiándote igual que tú le estás estudiando a él. Es un chico… buf, probablemente el más guapo que hayas visto en tu vida.

-De nada –sonríe, y te tiende tu maleta-. ¿Es tu primera vez en Nueva York?
-Pues sí, ¿cómo…?
-Se te nota en los ojos. Brillan de una forma especial. Siempre le pasa a la gente cuando viene por primera vez. Por eso me encantan los aeropuertos. La felicidad de la gente ‘se ve’.
-Habrá gente a la que no le haga feliz venir aquí –dices ladeando la cabeza.
-Sin duda –se pasa una mano por el pelo y se lo alborota. 
-¿Sabes que a las mujeres embarazadas los ojos les brillan mucho? –te pones seria.
-¡¿Estás…?! 

Se le abren mucho los ojos. ¡Eres sólo una adolescente! Pero luego parece darse cuenta de que no debería haberte preguntado eso, pues en realidad no te conoce de nada, y cambia la expresión de su cara.

-¡Claro que no! –dices antes de que pueda disculparse- Estaba bromeando. Me hace mucha ilusión estar aquí –te muerdes el labio, sonriente.
-Lo entiendo. A mí me pasó igual.
-No es tu primera vez, ¿no? 

Él se ríe y tú te sonrojas. Sí, ha sonado un poco… raro.

-No, ya he venido unas seis veces. Pero siempre descubro algo nuevo. En muchas ocasiones descubro… gente.

No sabes qué decir ante ese comentario. Te parece un chico bastante simpático, un poco osado, quizás.

Entonces ves a tus padres por detrás, buscándote casi seguro.

-Bueno, me voy. Gracias por haberme ayudado. Espero que en esta ocasión también descubras a alguien interesante. 

Sonríes y te vas, antes de que pueda decir nada más. Te reúnes con tus padres, que ya han recogido sus maletas, y os vais hacia vuestro hotel en un taxi de esos amarillos.

Rápidamente olvidas la anécdota del chico, estás demasiado eufórica por el hecho de estar pisando suelo americano como para ser capaz de pensar de forma coherente.

Vuestro hotel se llama “Pennsylvania Hotel”, y está justo enfrente del Madison Square Garden. 

-¡Mamá! ¡El Madison Square Garden! ¡¡Está aquí!! ¡AAAAAAH! –das saltos de la emoción.

Tu madre te mira sin entender.

-Sí, bueno, anda, vamos a la habitación, estoy hecha polvo.

Las habitaciones no son demasiado modernas, pero todo lo que vais a hacer allí está fuera. 

-¿Nos vamos ya? ¡Hay mucho que ver! –dices una vez que te has cambiado de ropa, impaciente.
-Nosotros necesitamos un rato de descanso –te dice tu padre-. El viaje ha sido muy largo, no estamos ya para estos trotes…
-¡¿Qué?! ¡No, no, no, no! ¡¿Sólo vamos a estar tres días y queréis pasaros toda la tarde en el hotel?! –protestas, incrédula.
-¿Por qué no sales tú un poco? –propone tu madre.
-¡Sí, sí, sí! ¡Por favor!
-No sé, ella sola en una ciudad tan grande… -a tu padre no le hace gracia la idea.
-¡Oh, vamos! ¡Hay taxis por todas partes! Si me pierdo, les doy la dirección del hotel y me traen. Por favor… -pones cara de buena.

Tu padre mira a tu madre, y tienes la sensación de que se comunican con los ojos.

-¡Está bien! –accede al fin- Pero quédate sólo por los alrededores del hotel.
-Vale, ¡gracias! –le das un beso a tu madre y otro a tu padre.

Sales corriendo de la habitación, con unas ganas inmensas de poder salir de allí y ver la vida neoyorquina. 

Al salir a la calle, te encuentras ante tanta gente, tantas tiendas, que no sabes muy bien qué hacer. Miras a tu alrededor y localizas un Starbucks –por lo visto allí hay uno en cada esquina-, así que decides entrar y tomarte algo. Probablemente luego te quedes con el vaso y lo pongas como decoración en tu cuarto. ¡Uno no va todos los días a un Starbucks en Nueva York! 

Te pones en la cola, y cuando llega tu turno, pides un Frappuccino de chocolate. Esperas a que te lo den y pagas. Es un poco caro, pero estás segura de que merece la pena. Buscas un lugar donde sentarte, y finalmente escoges una mesa vacía para dos que queda justo al lado de una cristalera a través de la cual puedes ver la calle. 

Tomas un sorbo. Está buenísimo. Te fijas en que hay cientos de taxis pasando por la calle en todo momento, y la cantidad de gente que circula por las aceras constantemente es increíble. Allí todo parece a gran escala. 

-Tienes un poco de chocolate en el labio –escuchas una voz que te suena cerca de ti.

Miras para ver si se dirigen a ti, y ves que allí, justo al lado de tu mesa, está el chico del aeropuerto con un café en la mano. Increíble.

-Eh, esto… -coges una servilleta y te das en los labios.
-Ya se ha ido –sonríe-. Por cierto, hola de nuevo.

¿Cómo es posible que en una ciudad tan grande, habiendo tantos cientos de Starbucks, hayáis coincidido?

-Gracias –dices, un poco recelosa-. Qué casualidad, ¿no?
-Bastante –admite él, aunque parece mucho más seguro de sí mismo que tú-. Es que me alojo justo aquí, en el hotel “Pennsylvania”. 
-¡¿En serio?! –estás realmente sorprendida- Yo también.

Sonríe mordiéndose un poco la punta de la lengua. “¡Dios, qué sonrisa!”, piensas.

-Eso no me lo esperaba –admite él-. ¿Me puedo sentar?

Señala la silla que queda libre en tu mesa. “¿Por qué no?”, te preguntas. Es un chico bastante majo, y para una vez que ves a un chico guapo que quiere hablar contigo…

-¡Soy un maleducado! –dice de repente- ¡No me he presentado! Me llamo Zayn, ¿y tú?

Le dices tu nombre, y él lo repite, aunque con acento. Echas a reír.

-¿Te hace gracia como pronuncio? –frunce el ceño, pero una sonrisa asoma en sus labios.
-Un poco –bebes un sorbo de tu bebida-. Aunque yo seguro que soy peor hablando en inglés…
-¡Qué va! Te entiendo perfectamente –ladea la cabeza-. Pero si fuera igual de malo que tú, diría: sí, tu inglés es horrible, no se te entiende ni una palabra.

Haces un mohín.

-¡Yo no soy mala! 
-Yo creo que sí. 

Te mira, lo miras, y rompéis a reír.

-Bueno, Zayn, ¿de dónde eres? 
-Inglaterra –bebe de su café-. Tú eres latina, ¿verdad?

Te sorprendes.

-Pues sí. Concretamente de España. ¿Tanto se me nota?
-Pronuncias las “r” muy fuertes –asiente con la cabeza.
-Lo suponía –suspiras.
-Pero créeme, la mayoría de la gente lo hace mucho peor que tú.

Terminas tu bebida. Lo miras mientras bebe un último sorbo de su café. Ese chico cada vez te gusta más.

-¿Y a qué has venido por aquí? –pregunta Zayn, y luego sonríe al haberte pillado observándole.

Te sonrojas.

-Turismo. Con mis padres y eso.
-Ah –te parece quizás un poco decepcionado, aunque no estás segura-. Yo vengo por motivos de negocios.
-Ya, claro. ¿Cuántos años tienes? ¿Veinte? ¿Y estás de negocios? –no le crees.
-Diecinueve –sonríe-. Y sí. Unos amigos y yo tenemos un grupo, por ahora sólo tocamos en fiestas y demás, pero estamos intentando convencer a una discográfica de aquí, luego saltaremos a la fama, seremos mundialmente conocidos, y tocaremos por todo el mundo. Quizás vayamos a España. Me encargaré de que tengas un pase VIP.

Ríes.

-Pues espero que tengas suerte. Y sí, agradeceré mucho ese pase. 

Te mira con sus ojos marrones y pierdes la respiración por un instante.

-¿Has visto ya algo de por aquí?
-La verdad es que no –suspiras.
-¿Te gustaría?
-¡Pues claro! 

Zayn te toma de la mano, sonríe, y te lleva fuera del Starbucks. 

-¿Quieres que te enseñe algunos sitios?
-No sé… ¿Y si eres un psicópata que quiere matarme? –bromeas, aunque en realidad no estás muy segura de si debes irte con él.

Se encoge de hombros.

-Te digo que no lo soy, pero probablemente si fuera un psicópata de verdad, también lo negaría. Tú decides.

Te muerdes el labio, indecisa. Aprietas su mano y tomas aire. Esperas no estar equivocándote. 

-Está bien.

Sonríe con sinceridad y te lleva de la mano a los sitios más emblemáticos de Nueva York. Primero subís al Rockefeller Center, un edificio realmente alto desde donde podéis ver toda la ciudad, el Empire State, y la típica imagen de Central Park desde arriba, rodeado de rascacielos. 

-Me da miedo. ¡Estamos en el piso sesenta y nueve! ¿Y si nos caemos? 
-No te vas a caer, yo te sujeto –asegura, tranquilizador.

Luego vais a Chinatown. Hay cientos de tiendas de souvenirs, y hacéis un rato el tonto probándoos cosas. 

-Mira que gafas, ¡estas me las compro! –Zayn te enseña unas gafas que se ha probado que tienen la parte que cubre los ojos el triple de grande de lo normal.

Ríes ante su aspecto. Te parece increíble lo fácil que te está resultando tratar a ese chico que acabas de conocer.

-¡Pues yo me voy a comprar estas! –te pones unas de las que cuelga un pequeño bigote que queda justo encima de tu labio superior. 

Él sonríe, aunque tú no lo ves porque te has dado la vuelta para mirarte al espejo.

Después tomáis un ferry que pasa justo al lado de la Estatua de la Libertad. Vais sentados uno al lado del otro, aunque cuando tenéis la Estatua cerca, te asomas por la ventana para poder verla bien. 

-¡Mírala! ¡Es enorme! –no cabes en ti de alegría- Te giras hacia Zayn, que sigue sentado, observándote-. ¿No vienes a verla? Ah, claro, que ya la habrás visto seis veces, ¿no?

Le sale una media sonrisa y va a tu lado. 

-Impone, ¿verdad? –comenta, serio de repente.
-Mucho. 

Os miráis. Vuestras caras están justo al lado. Sientes como si algo tirase de ti hacia él, y vuestros ojos se conectan, observáis en el fondo de los ojos del otro. Sientes unas ganas increíbles de besarle, pero giras la cara para mirar la Estatua. No le conoces de nada, sería un error. De todos modos, ¡no tiene sentido querer besar a alguien a quien acabas de conocer!

Cuando el viaje termina, cogéis un taxi para volver al hotel. Se está haciendo tarde y tus padres se preocuparán como no llegues pronto. Zayn le dice algo al taxista tan rápido que no eres capaz de entenderlo. 

Miras como las calles de Nueva York pasan por la ventana, y, en un determinado momento, comienzas a darte cuenta de que estáis en un sitio que te suena. 

-Esto es… ¡ESTO ES TIMES SQUARE! –le miras. 
-Cierto –sonríe ante tu efusividad.

El taxista para allí y os bajáis. Al estar oscureciendo, las luces de los carteles llaman mucho la atención. Aquello tiene que ser un sueño. No es posible que hayas visto tantas cosas que deseabas ver en un día. 

Zayn acerca su mano a la tuya y te la toma con algo de timidez, quizás pensando que vas a rechazarla. Sin embargo, tú la estrechas con fuerza. Camináis por entre la gente, hablando de vuestras vidas, de lo que os gusta, de lo que no. No llegas a comprender cómo es posible que en un rato ese chico te caiga tan bien, pero es así. 

Observas con atención todo lo que hay a tu alrededor. Sabes que irás de nuevo con tus padres, pero no quieres perder ni un solo detalle. 

-Guau –murmuras-. Esta ciudad es impresionante. 

Después de un rato por allí, cogéis otro taxi y ya sí que volvéis al hotel. 

-¿Dónde está tu habitación? –pregunta él.
-Planta dieciséis.
-Te acompaño –sube contigo al ascensor.
-Oh, no hace falta –sonríes.
-La mía está en la diecisiete, así que me pilla de camino.

Vuestras manos siguen entrelazadas. Cuando el ascensor llega a la planta, él va contigo hasta la puerta de tu habitación.

-Muchas gracias por el día, lo he pasado genial –sonríes-. Y gracias por no ser un psicópata.

Él ríe.

-De nada. Yo también lo he pasado bien.

Os miráis sin saber qué hacer.

-Bueno, supongo que… debería entrar –señalas la puerta.
-Sí… -dice con un atisbo de tristeza.

Miras de nuevo a sus ojos y te pierdes en ellos. Hay tantas cosas en sus profundidades… Ves a un chico alegre, jovial, pero también a alguien realmente inteligente y… sabio. Intentas apartar esos pensamientos, pero te das cuenta de que Zayn te gusta bastante. Te gusta todo lo que una persona te puede gustar tras conocerle de sólo un día. 

Ves que está esperando. Probablemente o a que entres a la habitación o a que le beses. Te deja decidir. Y precisamente eso es lo que hace que tomes tu decisión. Le agarras del cuello de la camiseta y lo atraes hacia ti para besarle. Tiene unos labios cálidos que parecen encajar con los tuyos. Coge tu cintura con una mano y apoya la otra en la pared. Tú entrelazas tus manos en su cuello, con vuestros labios aún unidos. 

Unos minutos después, os separáis. Él está sonriente, y tú también. 

-Ahora sí que debería entrar –dices, pero ahora más feliz.
-Buenas noches.
-Buenas noches.

Antes de que abras la puerta, te pregunta.

-¿Crees que podré verte mañana? –parece esperanzado.
-Claro –te pasas la lengua por los labios-. Ya sabes dónde encontrarme.
-Que descanses, y… sí, he encontrado a alguien muy interesante esta vez.

Te da un besito en los labios y se va. Tú entras a la habitación como la persona más feliz del mundo en ese momento.

¿Quién sabe lo que pasará? ¿Quién sabe qué surgirá entre vosotros? Él es de Inglaterra y tú de España… Pero tenéis tres días para decidirlo. A veces las cosas más increíbles suceden así, en un instante. 

Sonríes. Pase lo que pase, ese día maravilloso estará siempre en tu memoria.


*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*

AbstractLands.