#IDOLOS- DECIMO SEGUNDO WALTER GOMEZ:
Nació en el barrio de la Unión, en Montevideo, Uruguay, un 12 de diciembre de 1927. Crack, con un gran futuro por delante desde sus comienzos, fue creado para ser cómplice del gol.
Sus comienzos fueron en el Club Central, pero en 1946, el Club Nacional de Montevideo lo convocó, haciendo su carrera mucho más prometedora. Con éste importante equipo uruguayo, convirtió 102 goles y ganó dos torneos locales. Allí se consagró como uno de los jugadores más importantes a nivel continental.
A pesar de todo esto, no pudo ser figura en el Mundial organizado en 1950, debido a una grave sanción disciplinaria que lo dejó afuera del evento futbolero más importante, luego de que en el ’49, ante el clásico Peñarol, Gómez le pegara a un árbitro según una foto en la que habría quedado registrado el golpe. Por esto, lo suspendieron durante un año y, además, tuvo que pagar una abultada suma de dinero.
Sin embargo, Antonio Vespucio Liberti, lo convocó en 1950, sin imaginar, tal vez, el revuelo que este uruguayo iba a generar en el mundo riverplatense durante los cinco años que permaneció jugando en Núñez. Allí conformó equipo con integrantes de la Máquina, cómo Ángel Labruna y Félix Loustau, de quién era amigo íntimo, además de haber compartido el campo de juego con Santiago Vernazza, Eliseo Prado y un joven, desconocido hasta el momento, llamado Enrique Omar Sívori. Con la banda roja cruzada en el pecho, debutó un 2 de abril de 1950 ante Newell’s en Rosario, en un partido que los millos ganaron por 2 a 0 y dónde Gómez, convirtió un gol luego de ser partícipe de la primera de muchas asistencias que le propició Angelito Labruna.
Levantó las copas de los campeonatos del ’52, ’53, ’55, ’56 y ’57.
Fue el primer uruguayo a quien la hinchada argentina lo reconoció como un compatriota más, cantándole “la gente ya no come, por ver a Walter Gómez”, refiriéndose a que el público millonario salía temprano de sus hogares para asistir al Monumental a deleitarse con su regate.
Ambidiestro, con una elegancia inigualable y un cabezazo eficaz a pesar de su mediana estatura, era fanático del tango y habitué de los cabarets más exclusivos de la época.
El último partido con River lo jugó un 11 de diciembre de 1955, donde convirtió un golazo inolvidable, dándole al hincha millonario un último regalo como ofrenda, devolviendo tanto cariño recibido.
En 1956, pasó a formar parte del plantel del Palermo Italiano, luego de una transferencia. Tres años más tarde, volvió a Nacional de Montevideo, donde tuvo un corto paso, ya que solo un año después, fue a Colombia a integrar el equipo de Cúcuta Deportivo y en el ’62 a conformar el plantel de Once Caldas. En el año ’64, fue convocado por Deportivo Galicia de Venezuela, donde dio por finalizada su carrera.
Lamentablemente, Gómez no vivió sus últimos años de la manera en que hubiese sido justa tras haber sido un triunfador. En el ’80, trabajó como trapito en el estacionamiento del Monumental. En los ’90, Enzo Francescoli, encaró personalmente una charla con la Comisión Directiva del club de sus amores para que se le otorgara a Gómez una pensión, que bien merecida tenía.
Creador y definidor, con un pique corto extraordinario, fue el inspirador de uno de los cuentos publicados por Eduardo Galeano en “El fútbol a sol y a sombra”. Falleció el 4 de marzo de 2004, víctima de una afección pulmonar. Sin embargo, permanece vivo entre los más grandes del fútbol sudamericano, así como lo hace también en cada hincha millonario.