Quinto capítulo: Evasión de la realidad. 

Abrí mi ojo izquierdo con dificultad debido a las legañas, no me ubicaba. ¿Dónde estaba? Me llevé las manos a los ojos para despejarlos un poco, me intenté incorporar lo más despacio posible, la resaca no me permitía articular muchos movimientos. Volví a abrir los ojos, seguía perdida. Lo único que tenía claro era que no estaba en mi habitación, el hecho de que apenas hubiese luz, me dificultaba más aún saber dónde me encontraba. Giré un poco la cabeza hasta el extremo izquierdo de la cama. ¿¡Josh!? Empecé a agitarle en la cama hasta conseguir despertarle. Miré por debajo de las sábanas, él estaba en calzoncillos. Yo vestida completamente. Aún así no me podía tranquilizar. 

-	¡Josh! ¡Josh, despierta! 
Hizo un sonido parecido al de un gruñido. - ¿Eh? 
-	¡Josh! ¿¡Qué narices ha pasado!? 
-	¿Tú qué crees? – Dijo dejando sólo un ojo abierto con una pequeña sonrisa. 
-	¡Joder, Josh! – Me estaban empezando a recorrer las primeras lágrimas por la cara, ya que no me acordaba de nada. 
-	Eh, eh, tranquila. – Se incorporó y se puso a mi altura.
-	¿¡Cómo me voy a tranquilizar!? Josh, ¡lo hice contigo y no me acuerdo!
Se rió, no llego a carcajear, pero cada vez se reía con más fuerza. – Era coña, ¿sabes? Creía que era más fácil abrirte de piernas. 
-	¡Vete a la mierda! ¡Te odio! ¡Eres idiota! – No paraba de darle golpes en el hombro, aunque o los evitaba, o apenas le llegaban a doler. No tenía fuerzas suficientes para darle.
-	Vale, vale. – Dijo sin parar de reír. – Si lo sé no te hago la broma. – Evitó otro golpe directo a su cara. 
-	¿Y qué narices hago en tu cama? 
-	Anoche cuando se estaba yendo todo el mundo te pregunté si te llevaba a casa, pero estabas tan borracha que decidí que lo mejor era que te quedases aquí, no te sostenías ni en la moto. 

De la borrachera sí que me acuerdo, quería olvidar, tener otra salida aparte de los cortes que me hice anoche. No recuerdo mucho más a partir de la cuarta copa. Todavía seguía temblando, temía que hubiese visto mis cortes, aunque parece que no, habría dicho algo. 

-	Gracias, Josh. Siento haberme puesto así, es que…
-	Eh boba, que ni lo intenté. – Me rodeó entre sus brazos y apoyé mi cara en su pecho, mojándole de lágrimas. 

Cuando conseguí tranquilizarme, me puse los tacones, le volví a dar las gracias, y rechazando sus invitaciones a desayunar, salí disparada hacia casa. 

Una vez dentro, me sumí en una ducha de agua caliente. Perdí la cuenta de los minutos que estuve allí, puede que cerca de una hora. Las lágrimas apenas se distinguían entre las gotas de agua que caían del grifo. Pero no había nada que disimulase los cortes, los muchos que llevaba ya. Salí de la ducha al recibir un mensaje de Whatssap, ya no esperaba ningún mensaje de nadie, pero reaccioné involuntariamente. Antes de mirar de quién era el mensaje, que no me corría prisa alguna, vi debajo del nombre de Justin “Última conexión: hoy a las 13: 40.” Hace 5 minutos. Marcaba como leídos los mensajes que le había enviado, pero sin embargo, no había respuesta. Algo dentro de mí se accionó, esto necesitaba una explicación, aunque yo soy la última en darlas,  ¿a qué venía desaparecer sin más? Me puse un jersey gris algo holgado, con unos vaqueros pitillos rotos por la parte delantera de las piernas, y mis botas militares que tanto uso. Metí el móvil en el bolsillo, y salí de casa a todo correr. 

A estas hora no había casi nadie en la calle, o estaban comiendo o durmiendo todavía. Reconocí a Justin sentado en un muro que daba a su jardín, en cuanto me vio, apartó la guitarra que estaba tocando. 

-	Tranquilo, no le voy a decir a nadie que te he visto tocando la guitarra. – Dije cuando estaba lo suficiente cerca de él. No emitió ninguna risa, ni siquiera una sonrisa como estaba acostumbrado a hacer. – Justin, ¿pasa algo?
-	Ahora no puedo hablar, ¿vale? 

No pude distinguir un tono enfadado en su tono de hablar, la verdad es que no noté ningún sentimiento, es como si estuviese representando un papel. Algo mal ensayado. Cuando se giró para disponerse a bajar del muro hacia su casa, vislumbré un moratón en la parte derecha de su cara, a la altura de la sien, una zona peligrosa. Bajando la mirada encontré otro al lado del labio. Un rayo de furia me recorrió pro dentro. 

-	¡Eh, Justin! ¿¡Qué ha pasado!? – Corrí hacia el muro desde el cual todavía no se había bajado.
-	Daniela, ahora no puedo hablar, ya te lo he dicho. – Y dio un portazo al meterse en casa.

Me dejó con la palabra en la boca. ¿Había dicho Daniela? Era la primera vez que oía mi nombre completo salir de su boca. ¿Por qué había desaparecido? ¿Por qué tenía la cara golpeada? ¿Por qué estaba tan distante conmigo? En cualquier otra circunstancia, me había extrañado que estuviese tocando la guitarra, algo que nunca había visto viniendo de él. Pero ahora todo era demasiado extraño. No iba a conseguir nada quedándome allí plantada, y estaba claro que él no me iba a abrir. Volví a mi casa, con mil preguntas en la cabeza. Noté una vibración en el bolsillo, el móvil. 

“Tía, esta noche botellón en la calle de las bandas. Nos vemos a las 11.30. 
                                                                           Marlene.”
“¿En la calle de las bandas? Nuestro sitio es el descampado, ¿qué hacemos allí? 
                                                                                 Dani.”
“Ni idea, es Justin quien lo ha dicho, por lo visto ha quedado también con los de la calle.
                                                                                                 Marlene.”
“Vale, pues nos vemos allí.
                          Dani.”

¿La calle de las bandas? Las afueras de la ciudad estaba dividida en tres partes desde el punto de vista de grupos de gente de más o menos mi edad: El descampado, nuestra parte. La parte central, donde están bandas con las que no solemos juntarnos, y la calle de las bandas, con los que nos íbamos a reunir esta noche. Siempre iban por su parte a todas las fiestas y botellones, imponían demasiado respeto, por no decir miedo. Eran la banda más peligrosa. ¿Qué hacía Justin con ellos? Aunque sólo por el hecho de que él iba, estaba dispuesta a hacerlo yo también. 

No tenía ganas de comer, mi estómago estaba lleno de los nervios que me ha producido ver a Justin. Aunque me obligué a tomar algo, ya que ni había desayunado, y que mi cena iban a ser unos cuantos vasos de alcohol. Me hice un bocadillo y me lo comí difícilmente. Abrí el armario y escogí el modelo de esta noche: un vestido corto y ajustado de tirantes blanco, con unos tacones negros. Me peiné el pelo y lo dejé tal cual estaba, suelto. Me vestí, maquillé un poco mis muñecas, y pasé de la cara. No me gustaba maquillarme. Era como llevar una máscara encima en vez de ir enseñando la cara. Normalmente, me habría venido a recoger Justin, pero esta vez tendría que ir andando. Tenía miedo de meterme en esos callejones oscuros que te llevaban a su calle, no es nada seguro ir sola, y menos una chica con vestido corto. Agaché la cabeza, respiré hondo y con paso rápido, alcancé la calle. Cuando salí del último callejón me encontré con un grupo de personas mezcladas entre las que conocía y las que no. Me acerqué al lado de Marlene, la saludé y me presenté a los demás, solo a los interesados. 

-	¿Cuántos años tienes, preciosa?
-	Diecisiete. – Dije sin dudarlo. 
-	Oh, así que eres la niña pequeña del grupo, ¿eh? – Ni siquiera sabía el nombre del tío que me hablaba, pero al estar rodeada de gente, no me daba miedo.


Le ignoré dirigiendo la mirada hacia otro lado. En una piedra vi a Justin sentado junto a una chica rubia y baja, la chica era bastante atractiva y estaba demasiado arrimada a él, Justin estaba coqueteando con ella, pero no de la forma en la que lo suele hacer con las demás. Noté un pinchazo dentro de mí y me obligué a apartar la mirada. Recurrí al método de siempre, la bebida. Cuando ya estaba algo cargada, aunque todavía consciente de todos y cada uno de mis actos, empecé a bailar con la gente que había allí. No soy capaz de reconocer a cuántos chicos besé, pero eso ya era rutina de todas las noches. De vez en cuando, por el rabillo de los ojos miraba a Justin, que había pasado de coquetear con la chica a liarse con ella en medio de todo el mundo. De repente se me quitaron las ganas de seguir bailando, pero era experta en fingir. Cuando estábamos todo nuestro grupo reunido, a excepción de Justin, se acercó de la mano de la chica a nosotros.

-	Ey, chicos, esta es Ashley. 

Todos acudieron a saludarla, menos Marlene y yo, Marlene no fue porque antes de que pudiese dirigirse a ella, la agarré del brazo. No dijo nada, solo sonrío, al igual que yo, y permanecimos en el sitio. Por el fondo se oyeron bromas del tipo “¿Qué tío, es de las difíciles y tienes que ‘enamorarla’ para poder tirártela?” Justin solo se reía, no como ella, nos miró con cara de asco y tiró del brazo de Justin apartándole a otro lado. 

-	¿Es su novia? – dijo Rich entre risas.
-	¿Qué dices? ¿Justin saliendo con una chica? 
-	¿Por eso ha desaparecido?
-	¿Qué mosca le ha picado? 

Eso mismo me preguntaba yo, ¿tenía relación el haber desaparecido, los moratones en la cara, el distanciamiento, y ella? Esperaba que no. 

-	Oye, esto es demasiado aburrido, estamos apartados de todos, ¿nos vamos al descampado? – No sé si lo dije porque de verdad me estaba aburriendo, o por perder de vista a la nueva pareja. 


Todos estuvieron de acuerdo conmigo, anunciamos que nos íbamos al grupo de la calle, que no pusieron mucho interés, solo unos movimientos de cabeza y algunos ‘’va’’ sin mucho entusiasmo. Peter se dirigió a Justin, que seguía toqueteando a la chica.

-	Tío, ¿vienes al descampado? 
Dudó un momento, miró a la chica que negó con la mirada y respondió – No, ya nos veremos, pasároslo bien.
-	Puede venir… - Pensó un momento la respuesta. – Ashley. 
-	Yo paso. – Dijo haciendo una mueca desagradable. – Te quedas, ¿no Justin? 
-	Sí, claro. 

Cuando todos se dirigían escaleras abajo, me giré para mirar a Justin, me miraron tanto él, que fijó sus ojos en los míos sin decir nada, y ella, que rápidamente movió la cara de Justin con un brusco movimiento hacia ella, y me volví antes de ver otro beso.