Capítulo 4
29 de Diciembre del 2009
Desperté esa mañana pero mis pensamientos no. Creí que era mejor, así me olvidaba por un momento del martirio que había pasado estos últimos días.
Me levanté con el mejor ánimo posible, hoy era mi cumpleaños y quería intentar pasarla bien junto a quienes si les importaba. Mis amigas no tardarían en llegar y mi madre seguramente estaba por subir a mi habitación para saludarme como lo hace todos los años. Vivíamos solas desde que se divorció de mi padre de hace un poco más de 3 años. La relación con mi madre es muy especial y única, siempre hemos sido muy unidas, nos tenemos mucha confianza y nos conocemos muy bien. Yo estoy tan agradecida de tenerla como mi mamá, siempre está aconsejándome, haciéndome sentir mejor y hace lo que es mejor para mí, le debo todo.
Una chispa de alegría se despertó en mí al recordar que mi papá vendría a la fiesta esa noche. No tenía idea de cuanto lo necesitaba. No lo veía hace semanas y lo echaba mucho de menos. Su trabajo no le permitía estar mucho tiempo en la cuidad, pero siempre que estaba aquí aprovechaba todos los momentos para estar conmigo. No es de esos padres que al divorciarse de sus esposas también lo hacen de sus hijos, en realidad creo que desde que se fue nuestra relación se ha fortalecido y ha mejorado mucho. Él, sin duda, no es un padre normal, me conoce mejor que a nadie y siempre está cuando lo necesito. Estos últimos días lo había necesitado más que nunca, estaba deseosa de verlo.
Entré a la ducha y el agua templada me ayudó a relajarme. Tenía la cabeza fría al igual que los pensamientos, así era más fácil razonar con claridad. Salí de la ducha y comencé a vestirme. Extrañamente, ya no hacía tanto frío como antes. Solo era un día nublado como cualquier otro con una pequeña brisa helada. Me puse unos jeans negros, mis viejas zapatillas converse rojas y un sweater de lana también rojo. Recogí mi cabello en una cola alta y cuando estaba lista mi madre entró en la habitación.
–Feliz cumpleaños mi dormilona favorita. –dijo mientras me daba un enorme abrazo y me besaba las mejillas con emoción. Yo sonreí ante su gesto y la abracé de igual manera.
–Gracias mamá.
–¿Cómo te sientes hija? ¿Ya estás mejor? –Nadie me había preguntado eso hasta ahora y solo pude asentir con un débil movimiento de cabeza.
–Creo que mejor.
–¡Ay hija! –dijo mi madre mientras me abrazaba nuevamente. Entonces me miró y tomó mi cara entre sus manos. –Sé que duele ahora, pero créeme que llegará un día en el que despertarás y te darás cuenta que… que ya no duele más. No sabría decirte si es por aprender a vivir con el dolor o simplemente ya no lo sientes.
–¿Y si yo aprendo a vivir con el dolor? ¿Qué hago entonces? –le dije con un hilo de voz mientras intentaba retener las lágrimas que querían salir.
–Nada. –respondió firme. –Simplemente te acostumbras y… dejas de enfocarte en él. No dejes que todo esto maneje tu vida Sky. Eres linda, inteligente y sé que eres lo suficientemente fuerte para salir de esto.
–Gracias mamá. Siempre sabes que decir. En serio, gracias por todo. –le dije mientras la abrazaba.
–Te amo mi niña. –me dijo dando un beso en mi mejilla. –Ahora bajemos, te preparé un desayuno especial. Leah, Abby y Nicole están por llegar, así que bajemos.
Justo en el momento que dejamos mi habitación el timbre sonó. Fui a abrir con rapidez y me encontré con un montón de globos que apenas me dejaban ver que eran las chicas.
–¡Feliz cumpleaños Kyppy! –gritaron al entrar y abrazarme entre todos los obsequios y globos que traían. 
–¡Chicas! ¡Gracias! ¿Pero qué es todo esto? –dije riendo como no lo hacía hace días.
–Son todos tus regalos de cumpleaños, tontita. –dijo Nicky entregándome una enorme bolsa de regalo color rosa que traía en las manos y luego me dio un apretado abrazo. –Feliz cumpleaños amiga. 
–¡Gracias amiga! –Nicole Mitchel, era una de mis mejores amigas desde que ambas tenemos 11 años. La conocí en la escuela y la verdad es que tuve mucha suerte. Ella es tan alegre y descontroladamente alocada que podía contagiarme todo su optimismo en un par de minutos, eso me gustaba mucho de ella, sabe divertirse pero todo en justas proporciones. Es muy inteligente además de ser muy linda; tiene los ojos grises y grandes, el cabello largo, lacio y negro como el azabache, de estatura normal.
Leah, quien estaba con un montón de globos en una mano y una caja con cintas de muchos colores en la otra, me dio un beso en la mejilla y me entregó la caja. 
–Te va a encantar, estoy segura. –dijo refiriéndose a la caja. –Feliz cumpleaños Kyppy. –Así solían decirme ellas desde el 6° año, sobretodo Leah, ella lo había inventado. Leah Anderson es la persona más simple y de buen corazón que conozco. Es muy reservada con los que no conoce, no puede confiar en cualquiera. Siempre me había sentido más cercana a ella, entre nosotras nunca ha habido ningún secreto jamás. Es alta, tiene el cabello rubio y con pronunciadas ondas, unos acosadores ojos color chocolate enmarcados por unas rizadas y largas pestañas.
–¡Feliz cumpleaños amiga! –dijo Abby alzando la voz con emoción. Ella siempre era así, Abby Jones era una tierna gritona sentimentalista. Sin duda tenía un corazón de cristal, era muy fácil hacerla feliz, como también era muy fácil herirla. Ella es nuestra reina de belleza, siempre está preocupada de lo estético y nunca pasa desapercibida en algún lugar, ya que es alta de cabello rubio y lacio, tienes unos llamativos y hermosos ojos azules grisáceos y labios de corazón que casi siempre estaban maquillados de la mejor forma. 
Me abrazó fuertemente y me dio un pequeño bolsito de regalo color lila y un oso de peluche con mi nombre bordado en el vestido. 
–¡Es hermoso, gracias Abby! –dije con la misma emoción. –Chicas, gracias. No debieron tomarse tantas molestias. Son las mejores amigas del mundo. –dije uniéndonos en un abrazo grupal. De verdad eran las mejores. Habían estado toda la semana tratando de animarme. Lo menos que podía hacer, era aparentar como si me sintiera mejor y regalarles una sonrisa. No quería que siguieran preocupándose por mí. –Vamos, mi mamá está en el comedor. Preparó un desayuno especial, las esperábamos. 
Entramos al comedor y estuvimos hablando y comiendo todas las delicias que mi mamá había hecho para mí. Por un momento, me sentí como si nada hubiera pasado. Estaba feliz de estar ahí con mi mamá y mis amigas, no podía pedir nada mejor que ese momento. Claro, de pronto Harry apareció en mi mente y comencé a extrañarlo. Él había prometido ir ese día al desayuno, dijo que tenía una sorpresa para mí. Me era imposible no pensar en él. Me hacía tanta falta. Quería que volviera, aunque sabía que eso no iba a ocurrir, quizás nunca lo volvería a ver. No podía evitar amarlo todavía, a pesar de que me había hecho daño, lo extrañaba y aunque lo negara, lo necesitaba más que al aire.
Estuvimos decorando el jardín trasero con globos, cintas y serpentinas. Estaba quedando todo tal como yo lo había imaginado, estaba satisfecha. Miré el reloj y este ya marcaba las 4.30 p.m así que me apresuré en terminar la decoración y subir a arreglarme. Los invitados llegarían a las 5.30 y yo aún estaba vestida como si fuera a quedarme todo el día en casa.
–Sky, te daré tu regalo ahora. Te será muy útil. –dijo mi mamá mientras sacaba del armario una caja plana con una cinta rosa encima. –Feliz cumpleaños bebé.
Tomé la caja y la abrí con cuidado. Cuando vi lo que había adentro, solo pude sonreír satisfecha y correr a abrazar a mi madre. Era el vestido de algodón color lila que habíamos visto hace unos días en una tienda, yo me había enamorado del vestido en cuanto lo vi, pero jamás esperé que mi mamá fuera a regalármelo.
–¡Mamá, es precioso! ¡Es justo el que quería! ¡Gracias!
–Vamos, debemos correr. –me dijo Nicki antes de subir las escaleras. 
-¡Si, vamos! –de inmediato todas subieron antes que yo.
Las chicas me ayudaron a elegir los zapatos que combinaban con el vestido y con el maquillaje. También me sugirieron que alisara mi cabello, dijeron que sería perfecto para la ocasión. Ellas también se estaban arreglando, mi habitación se convirtió en un griterío desordenado. Una vez que terminé de arreglarme y las chicas estaban listas, caminé hacia el espejo y me miré.
–Te ves preciosa amiga. –dijo Leah parándose a mi lado.
–Tiene razón. –hizo lo mismo Abby, y pronto llegó Nicki por detrás.
Sonreí desganada. La verdad, no me sentía tan bonita como decían que me veía. Quería divertirme, en serio, pero era difícil concentrarme mientras tenía el corazón roto.
–Sky, quita esa cara. ¡Vamos, hoy vas a divertirte! –dijo Nicki.
–Lo sé chicas, en serio estoy intentando divertirme… pero…
–Harry. ¿Es por él, verdad? –Leah preguntó lo obvio. Yo solo la miré fijamente y volví rápidamente mi vista al espejo otra vez.
–Kyppy, sé que debe ser terrible, pero hay un montón de gente ahí abajo que vino a celebrar tu cumpleaños, gente que te quiere y que le importas muchísimo.
–¿Y qué voy a decir cuando me pregunten por él? ¿Qué se supone que deba contestar?
–La verdad. A estas alturas todos deben saber que Harry se fue de la ciudad, solo preguntarán por saber cómo estás con todo eso. –Nicki lo había dicho tan firme que me pareció lo más sensato. Tenían razón. Harry no echaría a perder mi cumpleaños, ni siquiera estaba aquí, así que no lo haría.
–Gracias chicas, en serio. Sin ustedes creo que aun estaría encerrada aquí. –las abracé nuevamente y me sequé las pocas lágrimas que habían alcanzado a salir. –Ya bajemos, he escuchado el timbre miles de veces y mi madre debe estar histérica sin nosotras para ayudar. 
–¡A no! Hoy tú vas a divertirte, no a atender. Así que baja, con esa sonrisa perfecta como siempre y dedícate a disfrutar de tu fiesta. La estuviste planeando por mucho tiempo. ¡Vamos! –Abby nos empujó hacia la puerta y bajamos de inmediato. Me sorprendí de ver a tanta gente, era como si todos ya hubieran llegado. Los saludé a todos por separado y les agradecí los obsequios, se veían muy lindos. 
Mi padre aún no llegaba, pero no me preocupé, aún era temprano. Había recibido un mensaje de él esa mañana y prometió que llegaría, tal vez un poco tarde, pero llegaría. 
Eran cerca de las 7.30 y el jardín estaba repleto de gente. Realmente estaba disfrutando la fiesta, mis amigos siempre me hacían reír mucho. Conversábamos, bailábamos, bromeábamos y comíamos todo lo que mamá preparaba. Estaba divirtiéndome mucho. Afortunadamente nadie me había preguntado por Harry. Nicki tenía razón, seguramente todos sabían que se había marchado y era mejor que no preguntaran nada.
De pronto el timbre sonó. Era algo tarde, por la hora pensé que podía ser papá, así que corrí a abrir. Cuando llegué me lleve la sorpresa de que no era papá, o alguien que conociera.
–¿Skyller Müller? –preguntó el repartidor parado en el umbral de la puerta. 
–Sí, soy yo. –respondí tímida. El repartidor de inmediato me entregó una simple caja de cartón de pequeño tamaño y no decía nada. Sólo pude notar que tenía una estampilla que no logré reconocer de dónde era.
–Firme aquí. –me acercó un papel sobre un tablero. Lo firmé y rápidamente el repartidor se alejó despidiéndose con un simple movimiento de cabeza.
Tomé la caja y la agité. ¿Una sorpresa de cumpleaños? Seguramente era de algún familiar, o podía ser hasta de mi papá, quien enviaba casi todos los años su obsequio por correo. Aunque era extraño, él iba a venir, podría haberlo traído él mismo.
Entré a la casa y me senté en el primer peldaño de la escalera. Abrí el paquetito y dentro de este había una pequeña caja aterciopelada color beige, se notaba muy fina. La abrí y mis ojos quedaron impresionados por la belleza de aquel objeto. Era una fina pulsera de plata, tan hermosa y delicada que no fui capaz de moverla de su lugar. La contemplé un momento y me pregunté de quien sería. Busqué una tarjeta que me diera alguna pista, pero no encontré nada. Entonces, supuse que era de papá. Era algo típico de él olvidar las tarjetas en los regalos, era muy distraído. Sonreí para mis adentros y me coloqué la pulsera en la muñeca derecha. Era tan bonita, se veía muy elegante, pero también muy casual. Me encantaba.
La noche siguió transcurriendo, mis amigos me dieron una sorpresa y tocaron como una banda en la fiesta. Claro, era la banda de la que Harry era parte. A pesar de eso fue todo tan divertido, creo que hace mucho que no me divertía tanto, tanto así como para olvidar que Harry no estaba ahí. Había prometido estar conmigo, no dejarme sola… pero creo que sus promesas eran más fáciles de romper que el cristal.
Mi padre llegó cerca de las 8 y no sabía lo mucho que lo extrañaba hasta que lo vi atravesar el jardín. Era una noche perfecta; la gente que quería y me apreciaba estaba ahí conmigo esa noche, a nadie le importó que hiciera un poco de frío, simplemente disfrutaron el momento y me dieron el mejor cumpleaños que pude pedir. 
Ya se habían ido casi todos, iban a ser las 11 casi, estaba cansada pero feliz. Entonces Jack se acercó a mí por primera vez en toda la noche, creí que estaba evitándome. Era una posibilidad considerando que es el mejor amigo de Harry y tal vez no quería que lo recordara. Pero no recordarlo era imposible. 
–Gran fiesta Skyller. –dijo él. Cómo odiaba que me llamaran por mi nombre completo. Estaba tan acostumbrada a ‘Sky’ que se me hacía desconocido cuando alguien lo decía.
–Si… estuvo divertida. –le respondí con una sonrisa. No quería que pensara que estaba en pie de guerra con él. Él no tenía la culpa de nada.
–Oye, yo quería…
–No digas nada. No… no es necesario Jack. 
–A Harry le hubiera gustado estar aquí más que nada. –escucharlo decir eso me revolvía el estómago.
–Pero no está, así que supongo que habrá que acostumbrarse a eso. –le dije intentando sonar indiferente, aunque sabía de sobra que por dentro me moría por decir lo mucho que me hacía falta.
Después de ordenar toda la casa, me fui a mi habitación y me puse mi pijama. Casi por inercia, me quedé dormida de inmediato, tal vez así evitaba extrañar aún más a Styles.