Buena noticia: esta semana comenzó a dar clases la primera maestra argentina en cambiar su identidad. Una muestra más de la evolución de nuestra sociedad en materia de derechos civiles y además, la mejor forma de eliminar de la faz de la tierra cualquier prejuicio: cuando los niños reciban de esa mujer la ternura y la pasión con la que seguramente hará su tarea, no harán falta ni clase alusivas, ni debates ni documentales; sólo el sabio despliegue del amor universal llegando directo a esos corazones…
   Y hablando de amor y de derechos, dejé para el final una referencia a algo maravilloso que, ya lo sabrán, ocurrió en mi vida la semana pasada: el primer cumpleaños y el bautismo de mis hijos. A veces, cuando hablo de esto, me parece que ya dije todo pero, al mismo tiempo, que no dije nada. Nada que pueda transmitir lo que siento: lo que siente una persona como yo, que perdió a su mamá a los dos años, que siempre soñó formar una familia, y que hoy la tiene habiendo dejado tanto prejuicio, tanta lucha atrás, y con tanto amor por delante. Por delante, por encima, por los costados…me rodea el amor, me despierta cada mañana, me hace dormir feliz cada noche. El amor de mi vida, Pablo, el amor de mis increíbles y milagrosos hijos. Mientras escribo la columna Isabella se cuelga de mi pierna, Paul me sonríe…¿qué más se le puede pedir a la vida? Tengo hijos, que tienen abuelos, que tienen hermanas, que tienen una madre que sabe lo que vale cada segundo de felicidad a los gritos, porque supo de muchos días de dolor en silencio. Sólo me queda celebrar cada minuto de mi vida, y decir a quien me quiera escuchar que todo se puede, que el único sueño que no se cumple es el que no se sueña, que cuando las cosas se siembran con amor se cosechan con más amor aún. #Enelmejordelosestados