Huellas del Pasado
Capítulo 20:
Todo se vuelve oscuro por un momento, corro el peligro de desmayarme, pero me agarro con fuerza a una silla; el color de mi piel desaparece y siento como si la sangre se hubiera congelado en mis venas. Las últimas palabras de mi padre retumban en mi cabeza: “van a volver al Distrito 4”. No, me niego a creerlo. Me niego a creer que no volveré a verlo, me niego a dejar a la persona que amo. 
Mi madre viene presurosa a mi lado y me toma por los hombros.
-Primrose ¿te sientes bien?- la miro a los ojos, su mirada está llena de preocupación. ¿Qué voy a decirle?  “Sí mamá, estoy genial… El chico que amo se va y lo más probable es que no vuelva a verlo, pero me siento genial”. No, no puedo mentirle con algo así. No respondo, solo empiezo a correr. A alejarme. Quizás todavía esté a tiempo, quizás pueda detenerlo.
-¡PRIM!- puedo escuchar el estrangulado grito de mi madre a los lejos, pero no tengo la más mínima intención de volver. Mis ojos están fijos en el camino que tengo que recorrer. Y mis pies lo siguen lo más rápido que pueden.
Mientras corro, mi mente me regala imágenes de aquellos hermosos momentos con Finnick: cuando me enseñaba a nadar, cuando lo volví a ver, el día que probé sus labios por primera vez, sus caricias. Las lágrimas comienzan a caer por mis mejillas, no logré contenerlas. Era demasiado.

Para mi mala suerte, la estación de trenes está llena de gente. Atropello a varias personas en mi camino y por esto recibo incontables insultos y empujones. 
Estoy frustrada, parece imposible encontrarlo.
Entonces veo una cabellera color avellana.
-Finnick- susurro para mí. Estoy a punto de ir por él, pero gira la cabeza y puedo verle la cara, claramente no es Finnick.
Me siento en uno de los bancos que hay en la estación, en los cuales la gente se sienta a esperar su tren. Escondo mi cara entre mis manos, no puedo evitar llorar.
Con solo pensar en la posibilidad de nunca volver a ver al chico que amo hace que se me forme un nudo del tamaño de una naranja en la garganta; el monstruo que nace de la mezcla de miedo y angustia se apodera más de mí a cada segundo que pasa.
Y pensar que anoche las cosas iban bien ¿Qué digo bien? Muy bien. Excelente; pero esa persona a la que consideraba un amigo tenía que venir y arruinar mi felicidad, la verdadera felicidad. Por que esto, lo que siento por Finnick, lo que me hacían sentir sus besos, sus abrazos, sus caricias, no se comparan con la felicidad que siento en la Pradera. Entre los brazos de Finnick me sentía segura, y cuando me miraba a los ojos ¡Oh, esos ojos color del mar que tanto me gustan! Sentía que no había nadie más que nosotros dos en el mundo, solo nosotros. Teniéndonos solamente el uno al otro. Pero ahora eso se había terminado.

Justo cuando mis esperanzas se reducían al mínimo, casi al punto de desaparecer, una voz cantarina pronuncia mi nombre:
-¿Primrose?- levanto mis enrojecidos e hinchados ojos a causa del llanto y veo la figura de Annie frente a mí. Un suspiro de alivio sale de lo más profundo de mi ser, al menos no se han ido.
-¿Dónde está Finnick?- pregunto desesperadamente; creo que la mujer se da cuenta de esto. 
-Está en la boletería- dice amablemente.
-Gracias- respondo en un susurro y salgo disparada a la boletería.
Y, efectivamente, allí está.
-¡Finnick!- grito sin poder contenerme, el chico gira su mirada hacia mí. La tristeza de sus ojos confirman mis sospechas: lo había visto todo.
-¿Qué quieres?- me dice de forma tajante.
-¿Qué qué quiero? Quiero explicarte lo viste- el tono de mis voz es suplicante. Lastimero.
-No hay nada que explicar.
-Sí lo hay, Finnick. Fue él, yo no quería besarlo. Créeme, yo te amo a ti- corro el peligro de llorar.
-¿Ah, sí? Seguro lo mismo le dijiste a ese idiota- las palabras de Finn me caen como piedras al estómago.
-¡No, Finnick!- el chico gira su cabeza, ignorándome. No lo soporto, las lágrimas comienzan a fluir – Deja que te explique, por favor. Nunca sentí nada por Will, somos solo amigos. O por lo menos, lo éramos.
-Pues que cariñosa que eres con tus amigos, eh- dice sin mirarme a los ojos.
-Finnick, te lo he dicho mil veces, te amo. Solo tú logras hacerme reír de la forma en que lo hago, solo tú me haces sentir como si fuera la única chica en el mundo. Contigo me siento especial… Me haces sentir cosas que nadie logra, siento esas mariposas en el estómago de las que tanto he oído hablar. Solo tú logras eso- por lo visto, logro captar su atención. Él escudriña mi rostro, indeciso- Te amo a ti, solo a ti, Finnick.
El chico da un paso tambaleante, seguramente una lucha interna debe estar librándose en su mente.
-¿Segura?- pregunta, esta vez, dudando. 
-Muy segura. No he estada tan segura de algo en toda mi vida- más lágrimas caen por mis mejillas. Finnick da otro paso hacia mí, quedamos separados por unos centímetros; él seca delicadamente mis lágrimas, y luego acaricia mi mejilla. Yo tomo su mano- Por favor, Finn, no te vayas. No me dejes, soy incapaz de vivir sin ti- susurro de forma suplicante- Por favor…

Sin decir ni una sola palabra, Finnick une sus labios con los míos, ambos desesperados por volver a sentir el dulce sabor de los otros. El chico me toma por la cintura y me pega más a él. Extrañaba tanto el calor de su cuerpo.
-¿Eso significa que estoy perdonada?- la pregunta se escapa de mi boca, sin poder contenerla. Escondo mi cara en su pecho, mientras él me cubre con sus brazos y me acaricia la espalda.
-Te faltan muchos de estos para que te perdone- dice Finn- También te amo, pequeña- Y otra vez, nuestros labios se unen es un tierno beso.
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Oh may facking gad (? ah.