El timbre sonó de una manera que hizo que mi sonrisa se produjera sin haber visto la de Chris anteriormente. Me levanté corriendo para que me diera el aire afuera pero alguien me lo impidió.
-Ehh, ¿dónde crees que vas pequeñaja? - Hanah sonreía. 
-Fuera Hanah, necesito despejarme.
-Tu lo que necesitas es despejar la ecuación. -reía
Resoplé.
-No me digas eso por favor. Estoy harta.
-Ah, cierto. Que hoy no has podido pasarte la clase de Matemáticas mirando a Christian.
-¡Hanah cállate! -Dije ya con una sonrisa en la boca. Mis mejillas comenzaban a arderme.
-Bah, vamos afuera, yo también necesito despejarme un poco pequeña.
Sí. Hanah es otra de mis mejores amigas. Es otra de las que me ayuda a superar mis estúpidos problemas, y a sonreír pese a todo y a todos.
Asentí sonriente y salimos al pasillo. Los niños de 1º de ESO pasaban por nuestro pasillo contentos. Les tocaba Educación física, a pesar de sus bolsas de aseo, esa alegría en la cara no era precisamente por la ansia de dar Historia.
Pasó Ana. Le sonreí y ella me respondió con la mano. Iba junto con Marta, como siempre habladora. Las dos nos miraban y Hanah las saludó.
-Hanah voy al baño.
-¿Quieres que te acompañe?
-No hace falta, no me voy a perder.
-Pensaba -sonrió.
Sacudí la cabeza con una sonrisa y me dirigí al baño. Miraba al suelo, desconcentrada de lo que pasaba a mi alrededor. Embobada, más bien. Suspiraba a cada cuatro pasos. Mi cara se mostraba inexpresiva en ese momento.
Miraba mis piernas andar lentamente hasta el aseo. Parecía metida en un cuento. Me sentía en una nubecita. Parecía querer dormirme de pie.
Algo sucedió que logró bajarme de esa nube. Todo ocurrió demasiado rápido, dejandome sin aliento alguno. Me encontraba en el suelo. Algún chico a toda prisa había arrasado conmigo. Simplemente no me había visto. Normal. 
Me levanté como pude recogiendo los libros de esa persona. ¡Qué torpe había sido yo! Tenía que tener más cuidado. 
-Eh...Lo siento, toma... -dije recogiendo los libros aún en el suelo. 
-No te preocupes, ha sido culpa mía.
Y nada más escuchar esa voz la saliva desapareció de mi boca. Estaba sonriendo. No le había mirado pero lo sabía. Sabría decir hasta como estaba su pelo ese día. Sin ni siquiera mirarle. 
Paré de recoger. Bueno, mis manos pararon. Quería seguir recogiendo pero posiblemente tiraría todos los libros ya en mi mano. Y no quería parecer una idiota. No delante de él.
Tragué sonoramente. Estaba segura que hasta él lo había escuchado.
Levanté la mirada levemente y le ví. Sonreía. Había acertado. Me tendía su mano para levantarme. Tube que esperar unos segundos para reaccionar y asegurarme de que me la estaba dando a mí. Moví la mano, o al menos eso intentaba hacer. Le tendí la mia y cogió fuertemente. Oh dios, mi estómago iba a explotar. Qué sensación más...estúpida.
Le miraba a los ojos. Me sabía perfectamente su cara. Ese pequeño lunar que tiene al lado de la nariz y encima de la boca, en el lado izquierdo.
Sus ojos hacían una bonita circunferencia miel con tonos oscuros. Sus pestañas eran largas, abundantes. Preciosas, de un color cobre. Su nariz era graciosa y acababa de complementar su cara. El pelo le caía graciosamente por la frente, todo hacia un mismo lado, el derecho. Castaño. Castaño claro, con escasas mechas rubias que la naturaleza le había dado. 
¡Dios! Seguía con su mano pegada a la mía. Estaría pensando que era inútil. La quité deprisa e intenté sonreír.
-¿Vas a clase?
Me estaba hablando a mí. Quería girarme para asegurarme de que no había nadie atrás que pudiera ser su posible receptor. No. Me estaba hablando a mí. ¿En serio?
-Eh...yo.. S-sí. Toc-ca Historia, ¿no?
Seguía sosteniendo esa sonrisa.
-Sí. ¿Qué tal la clase de Matemáticas, pesada no?
Oh dios. Seguro que se había dado cuenta de que me quedaba TODA la clase de Matématicas observandole. Quise morir. Que un agujero enooooorme me tragase. 
-Sí...demasiado. No entiendo nada.
¿Qué? ¡No había tartamudeado! Y había contestado más que un monosílabo. Me estaba haciendo sentir realmente cómoda hablando con él. Sonreí.
Me miró profundamente y rió. 
-Sí son fáciles, Celia.
¡Se acordaba de mi nombre!
-Ssí. -balbuceé.
-Si quieres, un día de estos, vienes a casa y te explico lo que no entiendas. Sabes donde vivo, ¿no?
¿Me estaba invitando a su casa? Sonreí. No podía desperdiciar esta oportunidad.
-¡Claro! -dije entusiasmada, intentando ocultarlo. 
El sonrió, como si le acabase de dar una piruleta a un niño hambriento.
-Bueno pues allí estoy. ¿Mañana a las 18:00? 
-Claro Chris.
Me miró por unos segundos, los que para mí fueron horas. Sonriendo. No podría definir su cara perfectamente. Parecía mirar a alguien con alegría, con ganas. ¿Estaría detrás de mi Stacie?
-Bueno Celia, vamos a clase, si no quieres que el de Historia te heche la típica charla de "si llegas siempre tarde a clase, ¿así quieres aprovar?" - dijo, reproduciendo lo último con voz chillona.
Reí sin poderlo evitar a carcajadas. Asentí y nos encontrabamos de camino a 3ºB.