Si se trata de soñar, hagámoslo juntos.

 Entrada.

 - Por favor, Cait, levántate..- Le supliqué con un hálito de voz.
- Es inútil, vulnerable terrícola. - Dijo Kashtar emitiendo una risa atronadora.- Alguien como ella no sobrevivi..
- ¡CÁLLATE! - Le corté gritando con todas mis fuerzas mientras las lágrimas recorrían mis mejillas.
 Pero aquel ser malévolo tenía razón, y sus palabras rasgaron cada parte de mi ser. De pronto, clavé mis húmedos ojos grises en ella, que yacía en el suelo de las ruinas, inerte. Tan insignificante, tan.. humana. 
No podía ser que todo acabara ahí... Una parte de mí se negaba a aceptar el hecho de dejar atrás nuestra otra vida, el hecho de perderla. Habíamos recorrido un largo camino juntos, pero ahora llegaba a su fin. Todo dejaba de tener sentido. Todo.
 Inconscientemente, mis pensamientos me trasladaron al pasado, exactamente al día donde nuestras vidas cambiarían para siempre..

 
1. Hacia la montaña.

 Me adueñé de todo lo necesario para aquella tarde, me calcé mis deportivas, me colgué del cuello mis característicos auriculares con los que me aislaba de todo lo que me rodeaba mediante la música que emitían, y partí hacia la casa de al lado. 
Minutos más tarde, me encontraba en la sala de estar de la familia Johnson, sentado impaciente en su anaranjado sofá, aguardando a que ella bajara.
- Caitlin Dakota Johnson, ¿Quieres hacer el favor de bajar ahora mismo? - Gritó Dan, tratando de captar la atención de su hija.
 Dan era un hombre robusto, de carácter fuerte, el cual le servía para ocultar su extrema sensibilidad. De ojos verdes y cabello rubio, aparentaba ser mucho más joven de lo que en realidad era.
- ¡Ya voy papá! - Le contestó una voz femenina desde el piso superior.
- No se preocupe, señor Johnson. No me importa esperar. - Le resté importancia.
- Jake, te he repetido infinitas veces que no me trates de usted, y que me llames por mi nombre. - Comentó dirigiéndome una amplia sonrisa y perdiéndose de nuevo tras las puertas que daban a la cocina.
- Oh, disculpa, tan sólo trataba de..- Intenté excusarme alzando la voz, pero unos brazos me rodearon el cuello y me impidieron continuar.
- ¿Nos vamos ya, señorito Hudson? - Me arrolló Cait en tono burlón.
 Giré mi cabeza y me perdí en sus ojos verdes, siempre tan expresivos, tan preciosos.
- Muy graciosa. - Repliqué. - Marchémonos ya, me estoy abuerriendo y el bosque nos espera.
 Ella me agarró del brazo, y salimos corriendo, precipitándonos calle abajo hasta salir de la urbanización.
 Caitlin no paraba de hablar, y yo me limitaba a asentir repetidamente. A decir verdad, me era imposible prestarle atención, puesto que su ondulada melena castaña se sacudía juguetona a sus espaldas, acorde con el movimiento de sus estrechas caderas. Sinceramente, aparte de ser mi mejor amiga, esta chica soñadora y fuerte siempre me había vuelto loco. 
Miré al suelo, cabizbajo y absorto en mis pensamientos, y me perdí entre el camino arenoso que se abría ante nuestros ojos.
- ¿En qué piensas? - Me devolvió a la realidad, haciendo que le dirigiera mi mirada.
- Nada, es solo que... Oye, ¿dónde dijiste que encontraste la cueva? Me gustaría echarle un vistazo antes del anochecer. - Cambié de tema.
 Señaló con su dedo índice un pequeño claro en la montaña, que se extendía al final del bosque. Al ver la curiosidad plasmada en mi rostro, no pudo evitar dejar escapar una risa inocente.
- ¿Qué pasa? - Le cuestioné dubitativo.
- Nada, que me gusta cuando pones esa cara. Te brillan más los ojos. - Se explicó, provocando que me sonrojara. 

Tras un largo recorrido caminando por el denso cúmulo de árboles, llegamos finalmente al claro, vasto y de altas hiervas y flores de todos los tamaños y colores. Ella me cogió la mano, y comenzó a correr campo a través muy contenta.
- ¡Cait, espera! - Le espeté, pero no se detuvo, sino que me miró y comenzó a correr cada vez más deprisa, sonriente.
 Aquellas perlas en su semblante perfectamente cincelado erradiaban felicidad allá a donde fueran. Para qué mentir, su sonrisa era el origen de todas mis ilusiones, de toda mis ganas de seguir adelante. 
Conseguimos dar con el lugar del que tanto me había hablado, que a simple vista se trataba tan solo de un insignificante agujero en la pared de la montaña, de un tono rojizo y de superficie férrea. La entrada era bastante pequeña, pero lo suficientemente espaciosa como para que cupiéramos ambos. 
Alumbré su interior con una linterna, y no pude divisar más que un camino que parecía no tener fin.
- Me he encargado de que nadie la encontrara, ocultándola con un montón de ojas secas. ¿Qué opinas, entramos? - Dijo Caitlin a mi lado, agachada y con los brazos apollados en sus rodillas,
- Bien hecho, Sherlock. Vayamos a echar un vistazo. - Le sugerí giñándole un ojo.
 Nos recorrimos su interior, mucho más espacioso de lo que hubiéramos esperado, hasta llegar al final, donde nos sentamos y contemplamos su estructura minuciosamente.
- ¡Jake, mira esto! - Me llamó ella, apuntando a un lugar contreto del muro de piedra natural que nos rodeaba.
- No puede ser...