Capítulo 12. (FINAL)

Las piernas me empezaron a temblar también. Intenté disimularlo lo mejor que pude, pero estoy seguro de que ella se dio cuenta.


Tú: Recuerdas aquella vez que…aquella vez que me besaste bajo el manto de estrellas?


¿Cómo iba a olvidarlo? Asentí con la cabeza, invitándola a continuar, pero no muy seguro de querer oír lo que quería decirme a continuación.


Tú: Tenías razón, siempre la tuviste… y tus besos no pueden compararse a los suyos.


Me quedé paralizado. ¿Había oído bien? Definitivamente tenía que estar soñando. Los ojos se me abrieron como platos. La observé largo rato, hasta que ella bajó la mirada.


Justin: ¿Qué?

Tú: Justin, yo… Te quiero.


El mundo se paralizó en ese instante. Se hizo el silencio, y pude notar como los latidos de mi corazón se hacían cada vez más fuertes y más rápidos. Mis ojos se abrieron aún más y la observé con la sorpresa marcada en mi rostro.



Justin: es… cierto? – repetí, tembloroso.

Tú: Lo es. – Ella bajó la mirada a sus manos, nerviosa-.

No dije nada. Me quedé callado.

Justin: Por qué ahora? Por qué no antes? No entiendo.


Por mi cabeza solo pasaban imágenes de los malos ratos que había tenido que soportar. Verlos de lejos, cogidos de las manos. Verlos besándose, acariciarse, abrazarse. Y yo solo podía limitarme a pasar las noches en vela, llorando y sufriendo en silencio.


Porque la verdad es que solo estuve una semana lejos de ella. Le pedí que volviéramos a ser amigos. Me estaba muriendo, literalmente. No comía, no dormía. No podía hacer nada sin ella.


Fue un infierno. Pero sobreviví. Ya había pasado un año, y aunque aún no la olvidaba, estaba bien. Por qué ahora me decía todo esto?


Tú: Lo siento… Es así. Entenderé que ya me hayas olvidado. Lo entenderé, de verdad. Sé que soy una tonta… pero la verdad es que aquel día…cuando viniste a verme a casa yo… te mentí. Te dije que nunca sentiría lo mismo, pero lo cierto es que…- tomó aire antes de continuar-. Yo ya te amaba. Y no quería aceptarlo.


Me tomé unos segundos para asimilar la situación y tras eso, con un gesto, la invité a seguir hablando.


Tú: No quería aceptarlo. Por un lado estaba Jason… y por el otro estabas tú. Yo creía que en realidad era Jason pero… una vez que salí con él me di cuenta de que lo que realmente quería era estar contigo. Pero era tan humillante ver como siempre había estado sufriendo por él y que cuando lo tuve me di cuenta de esto… que me callé.


No la dejé continuar. Acorté rápidamente las distancias y la besé. Ella se entregó a mí en ese beso, demostrándome que sus palabras eran ciertas. Y yo le demostré que no la había olvidado, y que estaba para siempre grabada a fuego en mi corazón.

Era por fin el principio de mi felicidad.

Nos separamos lentamente. Ambos sonreímos, y yo pude notar como mis ojos se humedecían.


Tú: Justin, estás llorando?

Justin: Sí, mi amor. Lloro de felicidad… Es que ahora… Ahora todo es perfecto.


Estábamos destinados. Lo sabía. Siempre lo había sabido.

La volví a besar, y justo en ese momento sus padres entraron a la habitación. Me separé de ella, sonrojado, pero su padre me dio unas palmaditas en la espalda, amistosas, a la vez que me pedía que la cuidara. Su madre exclamó un “¡Ya era hora!” y ambos sonreímos.

No podía pedir nada más.

La verdad es que no sé que nos deparará el futuro. Tendremos suerte o quizás nuestros caminos llegarán a separarse alguna vez? La verdad, no me importa. Porque sé que pase lo que pase, ella estará conmigo, quizás como amigos, quizás como novios, o quizás llegue a ser mi esposa y madre de mis hijos, que es lo que yo más deseo en estos momentos. Yo solo sé que pase lo que pase ella siempre estará conmigo, esperándome como siempre, al otro lado de la ventana.



FIN.